ROMANCE VEINTIDÓS

Mensaje de Alvar Fáñez y perdón del Cid
   Llegó Alvar Fáñez a Burgos
a llevar al rey la empresa
de cautivos y caballos,
de despojos y riquezas,
con cien llaves de las villas
y castillos que rindiera.
   Los que a lo lejos los vían
piensan que es gente de guerra,
y en grande alegría tornan
al saber del Cid las nuevas.
   Entró Alvar Fáñez al rey,
y pidiéndole licencia,
besóle la mano y dijo:
—Rey, reciba vuestra alteza
de un hidalgo desterrado
la voluntad por ofrenda.
De aqueste don que te envía
toma solamente en cuenta
que es ganado de los moros
a precio de sangre buena;
que con su espada en dos años
te ha ganado el Cid mas tierras
que te dejó el rey Fernando,
tu padre, que en gloria sea.
Y una merced sola pide
el Cid, que tu mano besa,
y te suplica le envíes
sus hijas y su Jimena;
salgan de su soledad
de San Pedro de Cardeña
y vayan a ser señoras
de la ciudad de Valencia.
   Apenas calló Alvar Fáñez,
cuando la envidia revienta
y el conde García Ordóñez
hablaba en mala manera:
—De las ganancia del Cid,
buen rey, no hagáis mucha cuenta,
que cuanto ganó en un año
acaso en dos días pierda;
querrá que el destierro olvides
con esto que te presenta.
   Caló Alvar Fáñez la gorra,
y empuñando con la diestra,
tartamudo de coraje,
le dio al conde esta respuesta:
—¡Cortesanos, maldicientes,
cuán mal pagáis la defensa
que tuvisteis en la espada
que ha ensanchado vuestra tierra!
El Cid os tiene ganado
otro reino y cien fronteras
y os quiere dar tierras suyas
aunque le echéis de las vuestras.
Pudiera dárselo a extraños,
mas para cosa tan fea
es Rodrigo de Vivar
castellano a las derechas.
Descansen sus envidiosos,
descansen mientras les sea
el pecho del Cid muralla
de su vida y de sus tierras,
y entretengan en palacio
sus ocios enhorabuena,
mas cuiden mejor sus honras
en vez de manchar la ajena.
Y tú, rey, que las lisonjas
a tu placer aprovechas,
has de la lisonjas huestes
y verás cómo pelean.
Perdona, que con enojo
pierdo el respeto a tu alteza,
y dame, si me has de dar,
a las hijas y a Jimena,
pues te ofrezco su rescate
como si estuvieran presas.
   Levantóse el rey Alfonso
y al buen Alvar Fáñez ruega
que se sosiegue, y los dos
vayan a ver a Jimena.
Y al salir, ante la corte,
dijo parado en la puerta:
—Al Cid el destierro alzo
y le devuelvo sus tierras;
con todo lo que ha ganado
confírmole yo a Valencia,
y le añado de lo mío
Ordejón, Campo y Briviesca,
Langa y todas sus alfoces,
con el castillo de Dueñas;
que la honra del Cid es mía
y es honra de España entera.

Cuenta la gesta que doña Jimena y sus hijas fueron llevadas con gran acompañamiento a la ciudad de Valencia, y apenas llegadas, Búcar, rey de Marruecos y de Túnez, queriendo recobrar la ciudad perdida, le puso cerco; pero fue derrotado por el Cid. El rey moro escapó a uña de caballo hasta el mar, y el Cid, que le perseguía, viendo que no podía alcanzarle porque Babieca había trabajado mucho en aquella batalla, arrojó su espada al fugitivo y le dio en las espaldas. El moro herido se metió a toda prisa en las naves, y el Cid, apeándose, tomó su espada y la del rey Búcar, a la que puso nombre Tizón.

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