cuenta cómo el caballero novel Mudarra mató
a Ruy Velazquez el enemigo hermano
de doña Sancha
A caza va don Rodrigo,
ese que dicen de Lara;
perdido había el azor,
no hallaba ninguna caza;
con la gran siesta que hace
arrimado se ha a una haya,
maldiciendo a Mudarrillo,
hijo de la renegada,
que si a las manos hubiese
que le sacaría el alma.
El señor estando en esto,
Mudarrillo que asomaba:
Dios te salve, buen señor,
debajo la verde haya.
Así haga a ti, caballero;
buena sea tu llegada.
Dígasme, señor, tu nombre,
decirte he yo la mi gracia.
A mí me llaman don Rodrigo,
y aún don Rodrigo de Lara,
cuñado de don Gonzalo,
hermano de doña Sancha
por sobrinos me los hube
los siete infantes de Lara.
Maldigo aquí a Mudarrillo,
hijo de la renegada,
si delante lo tuviese,
yo le sacaría el alma.
Si a ti dicen don Rodrigo,
y aun don Rodrigo de Lara,
a mí Mudarra González,
hijo de la renegada,
de Gonzalo Gustios hijo
y alnado de doña Sancha;
por hermanos me los hube
los siete infantes de Lara;
tú los vendiste, traidor,
en el val del Arabiana.
Mas si Dios ahora me ayuda,
aquí dejarás el alma.
Espéresme, don Mudarra,
iré a tomar las mis armas.
El espera que tú diste
a los infantes de Lara;
aquí morirás, traidor,
enemigo de doña Sancha.
|
Allí donde cayó sin vida el cuerpo de Ruy Velázquez,
los castellanos lo apedrearon, y yacían sobre él más
de diez carradas de piedras. Y aun hoy día, cuantos por aquella
gran pedrera pasan, en lugar de rezar Pater noster, lanzan
al montón una piedra más, diciendo: "¡Mal
siglo haya el alma del traidor! ¡Amén!"
|