Capítulo Segundo DE LA ACCIÓN OFENSIVA
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Es regla general en todos los toros cuando usan de la acción
ofensiva, que parten precipitados a coger el objeto que se les presenta;
y como que las armas que esgrimen las llevan en la cabeza, cuando quieren
ofender la humillan, tirando una cabezada, la que repiten si se quedan
con el objeto. Esto lo hacen todos, y lo harán siempre por ser
cualidad natural de que no pueden prescindir; y véase ya cómo
con este fundamento sólo se descubre la seguridad de las suertes;
porque si el toro, para ofender, corre al objeto con precípítaci6n,
y le tira una cabezada para cogerlo, ¿qué cosa más
natural y cierta para burlarlo que reducirlo al mismo objeto, y luego
que llegue, quitárselo de delante? Éste es el constitutivo
esencial de la suerte, y principio elemental con que se forman todas
las que se conocen. Como el toro no tiene otra regla para ofender, que la que queda expuesta,
y experimenta que se le burla una y muchas veces; trata por ello de
practicarla hasta donde alcanza su instinto, sin usar de más
ardides o medios que los de embestir por el mismo orden con más
codicia por el objeto; y esto lo hace, o ciñéndose,
o ganando terreno, o rematando en el bulto. Y como que de aquí
no puede pasar su conocimiento, la misma experiencia que ha hecho
conocer aquellos arbitrios que eligen, les ha proporcionado a cada
uno sus suertes seguras, como queda demostrado en sus respectivos
lugares. No obstante que los toros son de naturaleza fiera, comúnmente
se asombran de los objetos y temen el castigo; y de esto nace que
usen de la acción defensiva, que consiste en hurtar el cuerpo
a los objetos que se les aproximan, y en taparse, levantando la cabeza,
para que no se les descubra el cerviguillo. Lo primero lo vi en la
suerte de banderillas, cuando al tiempo que el diestro va a meter
los brazos, o los cita para humillación se salen de la suerte,
y lo segundo, cuando al tiempo de ambos actos levantan la cabeza,
y desarman las banderillas con derrote por alto. Y en la suerte de
muerte se conoce esta acción defensiva en las ocasiones y circunstancias
que quedan dichas en su lugar, donde remito al lector, para no molestarle
con repeticiones. En esta inteligencia podemos reducir todo el conocimiento del arte
de torear a sólo dos puntos, que son: la acción ofensiva
y defensiva que usan los toros, cuyos actos distintos deben conocerse
bien para proporcionarles sus suertes respectivas, en la inteligencia
que es imposible que el toro coja al diestro como las aplique oportunamente. |