Tauromaquia CompletaPaquiroArte de torear a pieCapítulo Primero |
El torero debe estar dotado por la naturaleza
de ciertas cualidades particulares, que si no es muy raro hallarlas
reunidas en un individuo, es poco frecuente que hagan de ella el correspondiente
uso. Las condiciones indispensables al torero son: valor, ligereza y un
perfecto conocimiento de su profesión; las dos primeras nacen
con el individuo, la última se adquiere. El valor es tan necesario al que intenta ser torero, que sin él
jamás podrá llegar a serlo; pero es preciso que no se
adelante hasta la temeridad ni atrase hasta la cobardía: uno
y otro extremos podrán acarrearle muchas desgracias, y quizá
la muerte. El que sea temerario, el que intente hacer una suerte sin
estar el toro en la debida situación por ostentar así
valor o habilidad, lejos de conseguirlo acredita irracionalidad y
poco conocimiento, y sólo por un efecto de casualidad se libertara
de una cogida que pudiera serle funesta. El que por el contrario desperdicie de miedo el momento oportuno
de verificar la suerte, o bien no siente los pies, o no vea llegar
al toro, consecuencias todas de temerle, estará siempre en
peligro de ser cogido, sus cogidas serán muy peligrosas, pues
le faltará del todo el conocimiento para quitarse el toro,
y será un milagro que no concluya sus días en los cuernos
de esta fiera. Es necesario evitar estos extremos con todo cuidado.
El verdadero valor es aquel que nos mantiene delante del toro con
la misma serenidad que tenemos cuando éste no está presente,
es la verdadera sangre fría para discurrir en aquel momento
con acierto qué debe hacerse con la res: el que posea este
valor tiene la más importante cualidad del torero, y puede
creer por cierto que reuniendo las otras dos jugará con los
toros sin el más pequeño riesgo. La ligereza es otra cualidad sumamente necesaria al que ha
de torear, pero no se crea que la ligereza del torero consiste en
estar siempre moviéndose de acá para allá de
modo que jamás siente los pies; éste es un defecto muy
grande, y el distintivo del mal torero. La ligereza de que hablo consiste
en correr derecho con mucha celeridad, y volverse, pararse o cambiar
de dirección con una prontitud grande: el saltar también
es preciso al torero; pero donde más se conoce su ligereza
es en todos los movimientos que en los embroques sobre corto es necesario
hacer para librar la cabezada: el que tenga esta agilidad tiene mucho
adelantado para que jamás lo coja el toro, y se hace indispensable
poseerla para practicar con seguridad los recortes, galleos, etc.
Una particularidad hay digna de notarse con respecto a esta última
clase de ligereza, y es que aun cuando uno que la posea bien haya
llegado por la edad a perder los pies la conserva mucho tiempo después,
a términos de seguir toreando con la misma maestría
que cuando tenía todo su vigor: en los matadores tenemos ejemplos
muy manifiestos, pues vemos hombres que estando torpes hasta para
andar porque pasan de los sesenta años matan un toro con una
ligereza increíble, ejecutando movimientos rapidísimos,
quiebros violentos, y usando de sus pies con la misma utilidad y perfección
que cuando no contaban más que treinta. El que con las dos cualidades dichas se dedique a torear llegará
a verificarlo con perfección, siempre que les asocie el
perfecto conocimiento de las reglas del arte. Este conocimiento
es fácil de adquirir, y es tan necesario, que sin él
será víctima de los toros el que se ponga delante de
ellos, aun teniendo las otras cualidades, pues el valor sin el conocimiento
sólo le servirá para no titubear en irse a la cabeza
del toro, y la ligereza para que tarde menos en ser cogido. Por consiguiente,
el conocimiento es la principal cualidad del buen torero; debe ser
su guía en todas las suertes, sirviéndole el valor para
que ninguna le arredre, y la ligereza para ejecutarlas con seguridad
y perfección. La necesidad de conocer perfectamente las reglas del arte se echa
de ver sólo con reflexionar que los toros no dan tiempo para
consultar libros ni pareceres, y menos para meditar; por tanto, es
preciso ir bien instruido en todo cuanto él posee para presentarse
delante de la res más sencilla: entonces de una sola ojeada
comprenderá el torero las querencias naturales y accidentales
del toro, su clase, sus piernas, y las suertes para que es a propósito;
conocerá el momento oportuno para ejecutarlas, y ayudado del
valor y la ligereza las practicará con buen éxito, con
serenidad y con desenvoltura. No será jamás buen torero el que no posea a la perfección
estas cualidades; su vida estará siempre en peligro; no ejecutará
suerte alguna con limpieza, y tendrá disgustados a los espectadores
inteligentes; yo le aconsejo amigablemente y muy de veras que busque
otra profesión si es torero de oficio, y si lo hace por afición
que no toree reses de más de tres años, que las que
toree sean boyantes, y que para alejar el peligro las embole o les
corte las puntas de los pitones. |