No sea el pol�tico como este hombre que pinta el poeta Gonzalo de Berceo, y que "era de todas guisas ome revolvedor". No quiera renovarlo y revolucionarlo todo. lograda la posesi�n del Poder, �l ver� que una cosa son las fantas�as de los teorizantes y otras las manipulaciones de la realidad. Las cosas se han ido formando lentamente; se han formado lentamente h�bitos, costumbres, preocupaciones, muchas veces la justicia abstracta, de los libros, se halla en pugna con sentimientos y derechos que es preciso respetar. Lo que es norma plausible en los tratados, encuentra mil matices, sutilidades y complejidades en la pr�ctica, que hacen imposible su aplicaci�n. Todos claman por lo nuevo; todos ans�an una renovaci�n radical; pero si esto pudiera operarse, los mismos que gritan y propugnan encontrar�an motivos para m�ltiples excepciones y anulaciones.
El pol�tico que quiere hacer algo �til a su pa�s no habr� de desear poner arriba lo que est� abajo. Contra lo que el tiempo ha ido estratificando, s�lo con el tiempo se puede luchar. Vaya poco a poco haciendo sus operaciones el hombre cauto; lime esta aspereza; meta el escoplo en tal otra deformidad; d� un martillazo aqu�, asierre otra rama podrida all�. Es decir en la provisi�n de los cargos, por ejemplo, sino pudiera pasar sin emplear a gente inapta, que sean veinte los galopines en vez de ser cincuenta; si las alcabalas y tributo se perd�an antes mucho entre las manos de malos recaudadores, haga que se pierdan ahora menos; si los representantes de la naci�n eran anta�o poco veraces y enteros, que hoga�o, aun siendo la mayor�a la misma, haya entre ellos m�s hombres de bien e inteligentes.
Esto es en t�rminos generales. Procure tambi�n no dar a las reformas y mejoras que prepara m�s vislumbres y sonoridades de los que deben tener; es decir, que si ha de hacer una reforma que llegue adentro en el pa�s, no se envanezca de ella, sino que m�s bien, para no alarmar a las gentes, debe quitarles importancia y llevarla con la mayor discreci�n y sigilo.