XLI. JUICIO SOBRE LAS PERSONAS

Formular en una breve frase el juicio que nos merece una persona es muy dif�cil y arriesgado; al proceder as� nos exponemos a volver muchas veces sobre nuestro paso. La vida de un hombre est� llena de accidentes, detalles y circunstancias diversas; es lo mismo que este hombre sea una gran aventurero o un gran negociante que viva en las cortes y populosas ciudades, o que sea un pobre se�or retra�do en una aldea. En el nivel en que est�n colocadas estas vidas, todos los hechos guardar�n una debida proporci�n, y as� una cosa insignificante y vulgar ser� para el ignorado se�or lo que un ruidoso y trascendental�simo lance para el aventurero.

Cuando se nos cuente la vida de un hombre, cuando se nos refiera de �l tal o cual hecho no formulemos juicio definitivo; si nos determinamos a opinar algo sea provisionalmente y para nosotros mismos. En lo que se dice y en lo que se cuenta entra siempre la fantas�a, la efusi�n, el modo de ser de quien lo cuenta; un detalle important�simo para la narraci�n, acaso se pierde; tal vez se hiperbolice un poco por querer lucir el ingenio. Todo esto hace que el relato sea indiferente, seg�n lo cuente una u otra persona.

Y aun cuando sepamos el hecho en todas sus exactas circunstancias, aun cuando no nos queda duda alguna respecto de �l, �c�mo podremos lanzar nuestra acusaci�n respecto de su autor? �Qu� sabemos respecto a los m�viles que ha obedecido? �C�mo podremos pesar y medir bien para una justicia absoluta todas las circunstancias, los matices, los sut�lisimos or�genes que han determinado este hecho? Dice la frase popular que cada hombre es un mundo; no hay ninguna frase m�s sabia que esta frase. Cada hombre es un mundo; por debajo de las leyes y de la l�gica a todos comunes, cada hombre tiene sus leyes y su l�gica. �C�mo podremos nosotros llegar a esta l�gica? �C�mo podremos comprender los hechos que esta l�gica determina?

Fondo 2000 �ndice Anterior Siguiente