El punto de vista antiguo

Esta distinci�n se puede aplicar a la cultura de Grecia y Roma. Vico estuvo en lo justo cuando afirm� que la sabidur�a de los antiguos fue sabidur�a encajada en poes�a y que luego fue prosa l�gica. La civilizaci�n antigua hab�a creado ya un buen n�mero de obras po�ticas maestras antes de que sus fil�sofos empezar�n a escribir de un modo l�gico. La Grecia arcaica, de Homero a Esquilo, emple� el nuevo arte de registrar y fijar palabras (su alfabeto lo tomaron de los fenicios) pero en forma muy limitada. Segu�a siendo una sociedad oral. Muy aparte de que haya sabido leer y escribir, no ha duda de que Homero compuso sus poemas �picos para que fueran recitados frente un p�blico, posiblemente un p�blico numeroso en ocasiones festivas. Los poetas l�ricos del periodo arcaico esperaban tambi�n que sus poemas fueran le�dos en voz alta y tal vez cantados. Incluso fil�sofos de la talla de Pit�goras y Her�clito tuvieron gran confianza en el contacto inmediato y en la ense�anza oral, y ello explica que la filosof�a griega primitiva estuviera llena de im�genes y epigramas que hoy d�a asociamos con la poes�a. Las tragedias griegas, como todos los dramas, no fueron compuestas para ser le�das sino para ser representadas ante un p�blico.

Esa �poca vivi� intensamente las cualidades encantadoras y resonantes de la palabra hablada. Los griegos hab�an ya adelantado lo suficiente como para haberse liberado lo suficiente de las supersticiones m�s bastas de culturas primitivas, pero no lo bastante como para olvidar la admiraci�n de los primitivos por el poder del lenguaje. En las epopeyas griegas, los personajes usan "palabras aladas" —lo cual sugiere que las palabras mismas y las ideas que encarnan son tan reales como aves y lanzas que tambi�n cruzan los aires—. Doscientos a�os despu�s, el p�blico de las obras de Esquilo, y tal vez de Eur�pides, quizá todav�a cre�a que una maldici�n lanzada contra un rey podr�a acarrearle destrucci�n a �l mismo o su progenie.

El caso es que hacia el siglo V, la tecnolog�a de la escritura junto con otras fuerzas culturales aport� un nuevo punto de vista. Los infamados sofistas, que tanto censura Plat�n, fueron oradores y fil�sofos ambulantes que se especializaron en piroctenias verbales y en c�nicos ataques contra el orden establecido. Estos sofistas se atuvieron como el que m�s, al poder de la palabra hablada, pues eran polemistas y oradores. Sin embargo, la mayor�a de ellos ense�� a sus estudiantes a considerar el lenguaje como algo que se pod�a manipular arbitrariamente para avenirlo a sus prop�sitos, fueran filos�ficos o pecuniarios. Para los sofistas, las palabras hab�an perdido ya el poder�o pasmoso que tuvieron en generaciones anteriores de pensadores.

La actitud de los sofistas no fue aceptada por Plat�n, el cual en cierta forma volvi� hacia un punto de vista m�s po�tico del lenguaje. Para �l, que fue un artista supremo de la prosa, el lenguaje hablado sigui� siendo la llave de la filosof�a porque tal fue la t�cnica del di�logo socr�tico (interrogaci�n verbal y respuesta inmediata) que habr�a la mente a problemas filos�ficos. Como tan acertadamente dice Harold Innis, el querer poner las ense�anzas orales de S�crates en forma literaria, hizo ver a Plat�n el efecto destructor de la escritura sobre la cultura oral (Empire and Communications, 56). En Fedro, S�crates de cuenta de una conversaci�n entre el dios egipcio Teuth, el inventor de la escritura, y Tamos, la deidad m�s sabia pero menos inventiva. Tamos dice que el invento de Teuth "traer� consigo olvido en las mentes de los j�venes disc�pulos, porque no ejercitar�n ya su memoria pues se atendr�n a s�mbolos externos y escritos en vez de a los procesos de reminiscencia que ocurren en ellos mismos" (Fedro, 275A,, traducci�n del autor). Escribir, sigue diciendo Tamos, es como pintar, pues nos ofrece la semblanza de la sabidur�a, no la realidad.

Plat�n pudo escribir con semejante desconfianza sobre la revoluci�n tecnol�gica porque percibi� lo que se hab�a perdido y tambi�n lo que se hab�a ganado. El s�mbolo externo, la abstracci�n, ocup� el lugar del acto resonante de memoria que ven�a del interior del individuo. Plat�n nunca consider� como arbitraria a ninguna faceta del mundo y muy probablemente se dio cuenta de que la calidad abstracta y distanciadora de la palabra escrita pod�a llevar a una teor�a del lenguaje como s�mbolo arbitrario; luego, Arist�teles y los estoicos desarrollaron esta teor�a. La palabra hablada tuvo una funci�n filos�fica, como tambi�n la tuvo el propio silencio: la pregunta y la respuesta colocaban al filósofo en una cierta altura, desde la cual pod�a contemplar en silencio formas de verdad y belleza. Para Plat�n el lenguaje no fue pensamiento; m�s bien llev� a grandes pensamientos filos�ficos.

Cuando Arost�teles decidi� negar las ideas eternas de Plat�n, hizo a un lado la funci�n anal�gica del lenguaje en t�rminos estrictamente l�gicos, para destacar la caracter�stica convencional de los nombres y para examinar la estructura ling��stica. Arist�teles dividi� las palabras en categor�as que al menos particularmente se basaron en su funci�n gramatical. Sostuvo que la analog�a, y por consiguiente, lo aceptado en general, era el principio rector de la gram�tica y de la etimolog�a. Tambi�n clasific� a los silogismos, con lo cual dio el enunciado m�s expl�cito de la Antig�edad de la relaci�n entre lenguaje y pensamiento l�gico. Las figuras silog�sticas, que clasifican los diversos tipos de premisa que llevan a conclusiones v�lidas, fueron un modo de ver que iba m�s all� del significado de las frases en su forma l�gica desnuda. Arist�teles lleg� inclusive a usar letras para representar nombres y propiedades en abstracto. Uno de estos modos silog�sticos, al cual los l�gicos del Medievo llamaron "B�rbara", se enuncia as�: si A se afirma de todos los B y B de todos los C, entonces A se afirma de todos los C. Esta forma se puede encajar como un patr�n sobre un n�mero muy grande de frases dentro del lenguaje natural, que permite a los l�gicos ver en una sola ojeada lo que estas frases tienen en com�n. Despu�s de Arist�teles, los estoicos revisaron su l�gica y la hicieron m�s abstracta y rigurosa. Apoyaron la opini�n de que el lenguaje se crea por medio de la analog�a y enunciaron en la forma m�s clara posible la distinci�n entre la palabra (el signo ling��stico) y el objeto denotado por ella.

As� y todo, los antiguos nunca lograron una l�gica simb�lica plena, ni tampoco vieron al lenguaje como una estructura sint�ctica totalmente arbitraria. M�s bien, fue al contrario; su tecnolog�a tendiente a preservar el lenguaje oper� con fuerza contra tales tendencias. Incluso despu�s del siglo V el �ndice de los que sab�an leer y escribir en Grecia sigui� siendo bajo, y los libros nunca llegaron a ser los artefactos ubicuos de cultura, inclusive de negocios que son hoy d�a. Los antiguos escritos ten�an que copiarse laboriosamente a mano, y cuando menos hasta ya bien entrado el Imperio romano no fueron los c�modos libros que hoy ya conocemos, en los cu�les es f�cil dar exactamente con la p�gina deseada, sino m�s bien rollos de papiro en los que el lector deb�a hallar su camino hacia el pasaje que necesitaba. En los anacr�nicos t�rminos del procesamiento electr�nico de datos, el rollo de papiro fue un instrumento de acceso lineal, lento como cinta magn�tica, en tanto que el libro se le puede abrir a voluntad, lo cual hace m�s accesible la informaci�n.

Cualquier erudito o fil�sofo de la Antig�edad due�o de una amplia biblioteca prefer�a memorizar lo m�s posible para evitarse la lata de buscar en los rollos. Por si fuera poco, las palabras de aquellas p�ginas se escrib�an sin dividirlas y hab�a poca o ninguna puntuaci�n. Para entender tales api�amientos de letras los antiguos ten�an que leer en voz alta. As� como casi todos nosotros debemos o�r la m�sica escrita para hallarle sentido, as� tambi�n los antiguos s�lo tomaban sentido a los textos vali�ndose de sus o�dos. Debido a que el sonido del lenguaje nunca se elimin� de la antigua lectura y escritura, Grecia y Roma siguieron siendo en gran medida culturas orales; en ellas los libros eran medios de preservar para provecho de generaciones futuras, las voces del pasado. Sin duda, "la civilizaci�n griega fue un reflejo del poder�o de la palabra hablada" (Innis, Empire and Commucations, 56).

En este orden de ideas llama la atenci�n que Arist�teles y los estoicos hayan avanzado tanto en los an�lisis l�gicos del lenguaje. Estudios gramaticales se llevaron a cabo en el ambiente muy favorable, silencioso y visual de las universidades del pos Renacimiento, no en las ruidosas bibliotecas de la antig�edad, en que todo el mundo musitaba las palabras de su texto, o en un banquete antiguo, en que alg�n esclavo recitaba el texto a los hu�spedes. Incluso los analogistas reconocidos entre los fil�sofos de la Antig�edad hallaron dif�cil liberarse del agarre de la cultura oral, en la cual las palabras obran como gu�as hac�a el mundo de la naturaleza y hacia el mundo de las ideas. Si hubieran logrado liberarse, habr�an inventado su propio lenguaje simb�lico y habr�an hecho m�s f�cil la manipulaci�n de la l�gica y de las matem�ticas, como han hecho los modernos. Sin embargo, ni Arist�teles ni los estoicos avanzaron m�s all� del empleo de letras aisladas para usarlas en lugar de nombres y propiedades; nunca se les ocurri� inventar s�mbolos para operaciones l�gicas tales como si... entonces y o. Tampoco los matem�ticos percibieron la ventaja de este simbolismo se atuvieron en sus pruebas a las repeticiones tediosas de palabras dichas en lenguaje ordinario.

La tecnolog�a del lenguaje de los griegos fue una tecnolog�a manual. Como ocurri� con las artes de la antig�edad, aqu� no hubo automatizaci�n, ni alejamiento del artesano de su trabajo por virtud de la intervenci�n de las m�quinas. Los escribas estaban en contacto f�sico inmediato con el libro que produc�an; sent�an que las letras se formaban bajo su pluma. Su participaci�n t�ctil y muscular en cuanto a hacer palabras fue much�simo mayor que la de las mecan�grafas contempor�neas. Como ha dicho McLuhan, dado que los escribas repet�an tambi�n las palabras seg�n las copiaban, aportaron un tercer sentido al arte de la escritura. Como las palabras eran sentidas y o�das as� como vistas, ten�an una inmediaci�n y una realidad que hoy d�a casi no podemos apreciar. La abstracci�n en la lectura fue tambi�n desalentada por el estilo corrido de escribir y por la necesidad de vocalizar cada palabra.

As� pues, de una manera general, la cultura antigua de escribanos se inclin� a considerar la p�gina escrita como dotada de una textura palpable, como un conjunto de palabras que reproduc�an las pautas de un mundo mayor situado m�s all� de la p�gina. De aqu� la comparaci�n que hace Plat�n del arte de la escritura con el arte del dibujo. En alguna otra parte Plat�n us� la met�fora de tejer (otro arte manual) para explicar c�mo los nombres reproducen la realidad. Cuando S�crates sugiere la definici�n "Entonces, pues, �un hombre es una especie de instrumento did�ctico que separa nuestra realidad como una lanzadera separa la tela de un telas?", su interlocutor conviene sin vacilar con �l (Cratilo, 388 A.C., traducci�n del autor).

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