Unas aves hay en aquellas partes que llaman alcatraces, y son muy mayores que ansarones, y la mayor parte del plumaje es pardo y algo en parte abutardado, y el pico es de dos palmos, poco m�s o menos, muy ancho cerca de la cabeza, y vase disminuyendo hasta la punta, y tiene un muy grueso y gran papo, y con casi de la hechura y manera de una ave que yo vi en Flandes, en la villa de Bruselas, en el palacio de vuestra majestad, que la llamaban hayna: Acu�rdome que estando un d�a comiendo vuestra majestad en la gran sala, le vi traer all� en su real presencia una caldera de agua con ciertos pescados vivos, y los comi� as� enteros; la cual ave yo tengo que deb�a de ser mar�tima, y tales ten�a los pies como las aves de agua o los ansarones suelen tenerlos, y as� los tienen los alcatraces, los cuales asimismos son aves mar�timas, y tama�as, que yo vi meterle a un alcatraz un sayo entero de un hombre en el papo, en Panam� el a�o de 1521 a�os. Y porque en aquella playa y costa de Panam� pasa cierta volater�a de estos alcatraces, que es cosa de notar y mucho de ver, quiero aqu� decirla, pues que sin m�, al presente en esta corte de vuestra majestad hay personas que lo han visto muchas veces, y es �sta: sabr� vuestra majestad que all�, como atr�s se dijo, crece y mengua aquella mar del Sur dos leguas y m�s, de seis en seis horas, y cuando crece, llega el agua de la mar tan junto de las casas de Panam�, como en Barcelona o en N�poles lo hace el mar Mediterr�neo. E cuando viene la dicha creciente, viene con ella tanta sardina, que es cosa maravillosa y para no se poder creer la abundancia de ella sin lo ver; y el cacique de aquella tierra, en el tiempo que yo en ella estuve, cada un d�a era obligado, y le estaba mandando por el gobernador de vuestra majestad que trujese ordinariamente tres canoas o barcas llenas de la dicha sardina, y las vaciase en la plaza, y as� se hac�a continuamente, y un regidor de aquella ciudad la repart�a entre todos los cristianos, sin que les costse cosa alguna, y sin mucha m�s gente hubiera, aunque fuera cuanta al presente hay en Toledo o m�s, que de otra cosa no se hubiera de mantener, se pidiera asimismo matar cada d�a toda la sardina que fuera menester, y que sobrara mucha m�s, y cuanta quisieran.
Tornando a los alcatraces, as� como viene la marea, y sardina con ella, ellos tambi�n vienen con la marea, volando sobre ella, y tanta multitud de ellos, que parece que cubren el aire, y continuamente no hacen sino caer de alto en el agua, y tomar las sardinas que pueden, y s�bito tornarse a levantar volando; y comi�ndoselas muy presto, luego tornan a caer, y se tornan a levantar de la misma manera, sin cesar; y as�, cunado la mar se retrae, se van en su seguimiento los alcatraces, continuando su pesquer�a, como es dicho. Juntamente andan con estas aves otras que se llaman rabihorcados, de que atr�s se hizo menci�n y as� como el alcatraz se levanta con la presa que hace de las sardinas, el dicho rabihorcado le dan tantos golpes, y lo persigue hasta que le hace lanzar las sardinas que ha tagado; y as� como las echa, antes que ellas toquen o lleguen al agua, los rabihorcados las toman, y de esta manera es una gran deletaci�n verlo todos los dias del mundo. Hay tantos de los dichos alcatraces, que los cristianos env�an a ciertas islas y escollos qu est�n cerca de la dicha Panam�, en barcas y canoas, por los alcatraces, cuando son nuevos que a�n no pueden volar, y a palos matan cuantos quieren, hasta cargar las canoas o barcas de ellos; y est�n tan gordos y bien mantenidos, que de gruesos no se pueden comer, ni los quieren sino para hacer de la grosura de ellos �leo para quemar de noche en los candiles, el cual es muy bueno para esto, y de dulce lumbre y que muy de grado arde. En esta manera y para este efecto se matan tantos, que no tienen n�mero, y siempre parece que son muchos m�s los que andan en la pesquer�a de las sardinas, como es dicho.