LEONES
se hallan, aunque pocos. No son tan grandes
ni tan fieros como los de �frica. Ll�manles puma. Tambi�n se hallan osos
y muy pocos, porque como toda la tierra del Per� es limpia de monta�as
claras no se cr�an estos animales fieros en ella. Y tambi�n porque los incas
(como dijimos) en sus cacer�as reales mandaban que los matasen. Al oso llaman
ucumari.
Tigres no los hay sino en los Antis, donde est�n las monta�as bravas, donde tambi�n se cr�an las culebras grandes (que llaman amaru, que son de a 25 y de a 30 pies de largo y m�s gruesas que el muslo), donde tambi�n hay gran multitud de otras culebras menores (que llaman m�chachuay) y v�boras ponzo�osas y muchas sabandijas ponzo�osas y otras muchas sabandijas malas, de todas las cuales est� libre el Per�.
Un espa�ol que yo conoc� mat� en los Antis, t�rmino del Cozco, una leona grande que se encaram� en un �rbol muy alto. Hall�ronle en el vientre dos cachorrillos hijos de tigre, porque ten�an las manchas del padre.
(C�mo se llame el trigre en la lengua general del Per� se me ha olvidado, con ser nombre del animal m�s fiero que hay en mi tierra. Reprendiendo yo mi memoria por estos descuidos, me responde que por qu� le ri�o de lo que yo mismo tengo la culpa. Que advierta yo que ha 42 a�os que no hablo ni leo en aquella lengua. V�lgame este descargo para el que quisiere culparme de haber olvidado mi lenguaje. Cre� que el tigre se llama uturuncu, aunque el padre Acosta da este nombre al oso, diciendo "otoroncos" conforme a la corruptela espa�ola. No s� cu�l de los dos se enga�a: creo que su paternidad.)
Hay otros animales en los Antis que semejan a las vacas. Son del tama�o de una vaca muy peque�a. No tienen cuernos. El pellejo es muy extremado para cueras fuertes por la fortaleza que tiene, que algunos encareci�ndola dicen que resiste m�s que una cota. Hay jabal�es que en parte semejan a los puercos caseros.
De todos estos animales y de otros se hallan pocos en aquellos Antis que confinan con el Per�, que yo no me alejo a tratar de otros Antis que hay m�s lejos.
Monas y micos hay muchos, grandes y chicos. Unos tienen cola, otros hay sin ella. De la naturaleza pudi�ramos decir mucho. Empero porque el padre maestro Acosta lo escribe largamente (Libro IV, cap�tulo 39, que es lo mismo que yo o� a indios y espa�oles y parte de ello v�) me pareci� ponerlo aqu� como su paternidad lo dice, que es lo que se sigue:
Micos hay innumerables por todas esas monta�as de islas y tierra firme y Andes. Son de la casta de monas, pero diferentes en tener cola (y muy larga) y haber entre ellos algunos linajes de tres tantos y cuatro tantos m�s cuerpo que monas ordinarias. Unos son negros del todo, otros bayos, otros pardos, otros manchados y varios. La ligereza y ma�a de �stos admira, porque parece que tienen discurso y raz�n. Y en el andar por �rboles parece que quieren casi imitar las aves.
En Capira, pasando de nombre de Dios a Panam�, v� saltar un mico de �stos de un �rbol a otro que estaba a la otra banda del r�o, que me admir�. �sense con la cola a un ramo y arr�janse a donde quieren. Y cuando el espacio es muy grande, que no pueden con un salto alcanzarle, usan una ma�a graciosa de asirse uno a la cola de otro y hacer de esta suerte una como cadena de muchos. Despu�s onde�ndose todos o columpi�ndose, el primero ayudado de los otros salta y alcanza y se ase al ramo y sustenta a los dem�s hasta que llegan asidos (como dije) una a la cola de otro.
Las burlas y embustes y travesuras que �stos hacen es negocio de mucho espacio. Las habilidades que alcanzan cuando los imponen no parecen de animales brutos sino de entendimiento humano.
Uno vi en Cartagena en casa del gobernador, que las cosas que de �l me refer�an apenas me parec�an cre�bles, como enviarle a la taberna por vino y, poniendo en una mano el dinero y en la otra al pichel, no haber orden de sacarle el dinero hasta que le daban al pichel con vino. Si los muchachos en el camino le daban grita o le tiraban, poner el pichel a un lado y apa�ar piedras y tirarlas a los muchachos hasta que dejaban el camino seguro. Y as� volv�a a llevar su pichel. Y lo que es m�s: con ser muy buen bebedor de vino ( como yo se lo vi beber, ech�ndoselo su amo de alto), sin d�rselo o darle licencia no hab�a tocar al jarro.
Dij�ronme, tambi�n, que si ve�a mujeres afeitadas iba y les tiraba del tocado y las descompon�a y trataba mal. Podr� ser algo de esto de encarecimiento, que yo no lo vi. M�s, en efecto, no pienso que hay animal que as� perciba y se acomode a la conversaci�n humana como esta casta de micos.
Cuentan tantas cosas que yo, por no parecer que doy cr�dito a f�bulas o para que otros no las tengan por tales, tengo por mejor dejar esta materia con s�lo bendecir el autor con toda criatura, pues para sola recreaci�n de los hombres y entretenimiento donoso parece haber hecho un g�nero de animal que todo es de re�r o para mover a risa. Algunos han escrito que a Salom�n se le llevaban estos micos de Indias occidentales. Yo tengo para m� que iban de la India oriental.
Hasta aqu� es del padre maestro de Acosta. Donde pudiera a�adir que las monas y los micos traen los hijuelos a cuestas hasta que son para soltarse y vivir por s�. Andan abrazados con los brazos a los pescuezos de las madres y con las piernas las abrazan por el cuerpo.
El encadenarse unos con los otros que el padre maestro dice, lo hacen para pasar r�os o arroyos grandes que no pueden pasar de un salto. �sense (como se ha dicho) de un �rbol que est� enfrente de otro y col�mpianse, hasta que el �ltimo que anda abajo alcanza a asir alguna rama del otro �rbol. Y por ella se sube hasta ponerse a nivel en derecho del que est� asido de la otra parte y entonces da voces y manda que suelte. Luego es obedecido y, as�, dan todos del otro cabo y pasan el r�o aprovech�ndose de sus fuerzas y ma�a en sus necesidades, a fuer de soldados pr�cticos.
Y porque se entienden con sus gritos (como tengo para m� que lo hacen todos los animales y aves con los de su especie) dicen los indios que saben hablar y que encubren el habla a los espa�oles para que no les hagan sacar oro y plata. Tambi�n dicen que por remedar a las indias traen sus hijos a cuestas.
Otras muchas burler�as dicen ellos. Pero de micos y monas, baste.