Normalmente, el relato de la salida de M�xico de Henr�quez Ure�a es el de quien se convirti� en su antagonista. Dicho relato es el que ofrece Vasconcelos en las p�ginas de El desastre. Ah� se conoce que, por causa de la huelga de la Escuela Nacional Preparatoria, hubo una diferencia entre Lombardo y Vasconcelos, quien se dio el nombramiento de director, tras la renuncia de Lombardo.15 M�s all� de ese relato, aunque sin prescindir de �l como fuente, est� la sombra de Luis N. Morones. Claro est�, en una istancia lejana.
Jos� Vasconcelos no se hab�a inclinado en 1923 por ning�n precandidato a la presidencia de la Rep�blica. Si bien pudiera haber simpatizado con Adolfo de la Huerta, como muchos de sus colaboradores cercanos, nunca lo hizo. Tampoco se manifest� callista y es presumible que no fuera tan anticallista como se autorretrata en sus memorias, porque quiso permanecer neutral en la campa�a, siendo �nicamente obregonista. El caso es que mantuvo al �mbito educacional ajeno a la campa�a y esto no era bien visto por el Partido Laborista, con el cual Lombardo ten�a ligas muy fuertes. La movilizaci�n del estudiantado en favor de Calles era necesaria y eso explica la efervescencia preparatoriana y la ruptura entre los "caudillos culturales". Cuando sale Lombardo de la Preparatoria, se dan renuncias del rector de la Universidad, Antonio Caso, y el director de la Escuela de Verano y jefe de Intercambio Universitario, Pedro Henr�quez Ure�a, entre otros universitarios.16 Suceden a los renunciantes, Ezequiel A. Ch�vez en la rector�a y, paradoja del destino, Mois�s S�enz a Henr�quez Ure�a, en los dos cargos que dej�.
Tanto S�enz como Ch�vez se duelen de la salida de Henr�quez Ure�a, ocurrida por renuncia presentada el 18 de agosto, para ser efectiva el 1� de septiembre de 1923. S�enz sugiri� a Ch�vez que se nombrara consejero del Departamento a don Pedro. M�s tarde, se le otorga el nombramiento de profesor de literatura comparada, el 2 de enero de 1924, en Altos Estudios. Sin embargo, solicita licencia y propone a Torri para que lo sustituyera. El motivo era que iba a Puebla a colaborar con Lombardo, quien fue nombrado gobernador del estado, al caer Froyl�n Manjarrez, delahuertista. Ello ocurr�a en marzo de 1924, cuando la rebeli�n estaba en la fase final, ya definida a favor del gobierno.
Henr�quez Ure�a no fue sustituido por Torri sino por Julio Jim�nez Rueda. La licencia de tres meses sin sueldo le fue concedida. Por tal motivo, Vasconcelos neg� la autorizaci�n de que volviera a ocupar la c�tedra, cuando se frustr� el proyecto poblano. Don Ezequiel A. Ch�vez no quer�a que Henr�quez Ure�a se fuera de la universidad y se program� un curso especial, libre, sobre "Filosof�a y est�tica del pensador hispano-ingl�s Santayana", en el mes de abril.
En carta a Vasconcelos, el rector Ch�vez manifiesta:
Han llegado noticias a esta rector�a de que el doctor don Pedro Henr�quez Ure�a, que no tiene m�s recursos de vida que los que le proporciona su trabajo, al encontrarse como se encuentra imposibilitado por ahora para reanudarlo en la Facultad de Altos Estudios, est� a punto de salir de la ciudad de M�xico para ir a desempe�ar funciones como profesor en alguna universidad de la Rep�blica Argentina. Si as� pasare, la Universidad Nacional de M�xico no podr� contar ya en lo sucesivo con el referido profesor, cuyos m�ritos, por sus conocimientos y por la exactitud con que cumple sus obligaciones, as� como por sus buenos m�todos de ense�anza de que se sirve, son excepcionales. Al alejarse en los t�rminos de que de esta manera se alejar�a de la ciudad de M�xico, ser�a natural, por otra parte, pues se determinar� en el �nimo de cierto n�mero de sus compa�eros de profesorado y de sus disc�pulos un sentimiento contra las autoridades universitarias que no hubieren hecho un esfuerzo para impedir que se fuera, sentimiento que se extender�a tambi�n contra las dem�s autoridades escolares y ese sentimiento se agravar�a con la consideraci�n de que por muy valiosos que puedan ser los servicios del Sr. profesor Henr�quez Ure�a, es natural que lo sean menos que en M�xico, porque M�xico ha contribuido m�s que ning�n otro pa�s para la formaci�n intelectual de Henr�quez Ure�a, y por ning�n otro pa�s tiene inter�s Henr�quez Ure�a, como por M�xico.17
Concluye su carta Ch�vez solicitando anuencia a Vasconcelos para invitar a
don Pedro a reconsiderar su decisi�n y ofrecerle reanundar sus labores en Altos
Estudios. La decisi�n ya estaba tomada. El �xodo era impostergable. El 24 de
mayo, el rector le dirige una carta en la que alude a la solicitud de reconsideraci�n
y de la cual se reproducen las l�neas que siguen:
...he tenido que aceptar como un hecho ineludible la separaci�n
de usted de esta Universidad; pero expresamente le manifiesto por medio
de esta nota que, como tambi�n se lo dije verbalmente, s�lo puedo considerarla
temporal; usted, en efecto, ha vivido su vida intelectual constantemente
pensando en M�xico y de M�xico ha recibido, tambi�n sin cesar, sugestiones
y puntos de vista que han hecho que su alma sea en gran parte mexicana;
la vida intelectual de usted y la vida intelectual de M�xico est�n ya
�ntima e indisolublemente unidas. Por otra parte, su trabajo en la Facultad
de Altos Estudios no s�lo ha sido �til por la ciencia con que usted lo
ha hecho y de la que han sido copart�cipes, gracias a usted, los estudiantes
que a sus clases han concurrido, sino que usted tambi�n ha venido a ser
para dichos estudiantes jefe de escuela, lo que no es dado sino
a los profesores que de veras merecen este t�tulo y que no s�lo lo deben
a alg�n incidente fortuito de la vida.
Al alejarse usted por tanto de esta Universidad, deseo que quede
la constancia de que lo sentimos a usted siempre de ella y de que los
viejos universitarios mexicanos esperamos su regreso, que habr� de producirse,
sin duda, en alg�n tiempo, un poco m�s tarde. Ser� usted bienvenido a
la Universidad Nacional en cualquier tiempo en que a ella retorne. As�
me complazco en dec�rselo, d�ndole las gracias por sus excelentes servicios.
Para terminar, invoco los dos lemas que han guiado la labor de usted como
las de la Facultad de Altos Estudios y las de la Universidad misma, el de
la primera:
y el de la segunda:
Por mi raza hablar� el esp�ritu.18
La labor universitaria de Pedro Henr�quez Ure�a concluy� para M�xico en 1924. Prosigui� en la Argentina, en su tierra natal Santo Domingo, donde tambi�n se frustraron sus proyectos, y de manera eventual en Harvard. Unos d�as despu�s de la fecha de la carta de despedida de Ch�vez a Henr�quez Ure�a, tambi�n Vasconcelos dejar�a el despacho de Educaci�n P�blica. Los vientos callistas soplaban muy fuerte. La victoria temporal de Vasconcelos sobre los lombardistas fue a la postre borrada por el ascenso de Calles, Morones y en menor medida de Lombardo al poder. El saldo en t�rminos de universidad y educaci�n fue desfavorable: M�xico perdi� con Henr�quez Ure�a un estilo de ense�anza que se alejar�a de las aulas para no retornar sino hasta la llegada de los transterrados en 1939; con Vasconcelos aunque ello no es el tema de este art�culo, la continuidad del primer y �nico proyecto educativo original, congruente y ambicioso que se ha elaborado en M�xico.