Los animales de Suan *[Nota 2]

Como nac� el d�a de san Salom�n a las doce en punto de la noche, cuando la luna entraba en su pleno, poseo el raro don de comprender el lenguaje de los animales. Si alguno no me cree, no tiene m�s que nacer en las mismas condiciones que yo, y al instante se convencer�.

Ten�amos un solar muy grande 3 [Nota 3]donde viv�an mezclados gallos, gallinas, patos, pavos, gansos, cerdos y a donde bajaban tambi�n las palomas para picotear el grano que por las ma�anas les arrojaba Suan, un criado nuestro muy simple pero muy h�bil para ciertas operaciones quir�rgicas por medio de las cuales los animales m�s l�bricos se volv�an castos y engordaban deliciosamente.

Hac�a alg�n tiempo mi padre observaba que las aves enflaquec�an y mor�an no dejando m�s que huesos y plumas, que los huevos escaseaban y eso que ten�amos unas cincuenta gallinas, que as� los capones como los pavos perd�an el brillo met�lico de su plumaje y que pichones en el palomar se hac�an muy raros, los pocos que se encontraban pareciendo sietediasinos. Ni mi padre ni Suan se pod�an explicar este fen�meno; no hab�a enfermedad reinante ni epizootia alguna; el palay y el ma�z que les daban eran de lo mejor; nuestro gato estaba siempre bien alimentado para que vaya a comerse los pichones; no rondaba ning�n alamid 4 [Nota 4]por la vecindad ni se ten�a noticia de que nos visitase alguna iguana, animal reputado de comerse los huevos, y nuestro Suan era de una probidad rayana muchas veces en simpleza.

Aunque yo me cuidaba poco de las cosas de mi casa y no me importaba mucho que las gallinas y capones enflaqueciesen o no, sin embargo, la calamidad me llegaba a interesar bastante porque los pollitos (pollitos que arm�bamos de una espina de naranjo a guisa de espol�n o navaja) que cog�a para jugar al gallo con mis primos perd�an continuamente, hu�an y se dejaban vencer de la manera m�s vergonzosa. Tom� pues la determinaci�n de averiguar lo que pasaba entre nuestros animales y quiza utilizar el don que ten�a de conprender su lenguaje, don que yo hab�a ocultado a todos por temor a ser molestado, y que no cultivaba como otras muchas facultades que Dios me ha concedido al nacer el d�a de san Salom�n a las doce en punto de la noche en el momento del plenilunio.

Una hermosa siesta, pues, de esas que convidan a dormir o a balancearse en una hamaca suspendida de las ramas, mientras todos descansaban, fuime a nuestra huerta, me encaram� a un �rbol de makupa, 5 [Nota 5] me sent� en una rama y me dispuse a escuchar las conversaciones de los animales. A poca distancia, echados sobre el polvo y fango de un lodazal, hab�a algunos cerdos, unos durmiendo, otros medio despiertos; un poco m�s all�, bajo un cafetero y posados sobre un pil�n roto, descansaban dormitando pavos, patos y gansos, mientras que de un lado para otro circulaban en silencio, melanc�licamente, algunas gallinas, pollos y gallos, procurando no acercarse mucho al grupo de los cerdos.

Seg�n lo que puede observar y colegir de algunos cuchicheos y picotazos de las aves, nuestros animales viv�an entre s� como viven los buenos cristianos y los hombres de buena voluntad en la tierra, con su polic�a, desconfianzas, delaciones, vejaciones, expedienteos, calumnias, violencias, murmuraciones, quejas, amenazas, c�rceles, horcas, ca�ones, leyes, confesionarios, p�lpitos, guardias civiles, carabineros, etc., etc., reinaba el orden m�s completo y la m�s afectuosa fraternidad quitando tal o cual gru�ido de un cerdo, tal o cual pelea, picotazo, etc. Entre ellos figuraban en primera l�nea, como seres dignos de toda clase de respeto, los cerdos, 1) porque eran muy gordos y la gordura ha sido siempre un distintivo de la buena posici�n; 2) porque dorm�an mucho y el mucho dormir significa tranquilidad de conciencia e independencia de la situaci�n; 3) porque eran muy gru�ones y gritones, y ya se sabe, en el patio de nuestra casa como en nuestro mundo, el que m�s habla y chilla es el que m�s consigue y se pinta. Pero lo que m�s los hac�a respetables a los ojos de la comunidad era, seg�n entend� de una chismograf�a de dos viejas gallinas, la repugnante suciedad en que viv�an: entre los animales la suciedad y la cochiner�a se reputaban por virtud y as� les ten�an por santos los gansos y publicaban por todas partes rasgos famosos de su santidad tales como el no ba�arse nunca, el entrar y permanecer en sitios excusados de nombrar, el olor repugnante, etc�tera.

Yo cre� que mis observaciones no iban a pasar de ah�, y ya me dispon�a a bajar cuando apareci� Suan disponi�ndose a hacer la comida de los cerdos. Despert�ronse �stos, levantaron sus hocicos dieron dos o tres gru�idos que significaba una profunda salutaci�n, sacudieron las anchas orejas, y uno de ellos, un cerdo flaco muy feo, grit�:

—�Acerc�os todos y escuchad! �El gran cerdo ha de hablar!

Con gran sorpresa m�a, vi que se acercaron obedientemente los animales; primero eran los pavos, haciendo rueda y caminando lentamente; despu�s segu�an los gansos y los patos; detr�s de estos ven�an los gallos, gallinas y pollos, y al final las palomas, que manifestaban mucho miedo y desconfianza.

—�Escuchad! �El gran cerdo ha de hablar! —repiti� con gru�ido imperioso el que hac�a las veces de pregonero.

Busqu� con la mirada al gran cerdo y not� que ten�an por tal a B�tiok, uno que Suan hab�a bautizado as� por ser el m�s gordo de todos. Hac�a dos a�os que estaba castrado y mi padre lo iba ya a encerrar para sacrificarlo dentro de un a�o. Era un animal respetable; su vientre arrastraba, sus mejillas se ca�an y los ojos los ten�a ya tan undidos que estoy seguro ya no le serv�an. Estaba echado y roncaba.

—�Est� meditando el serm�n! —dij�ronse en voz baja los patos y los gansos.

—�Est� en �xtasis! —a�adieron las gallinas. Entretanto le murmuraba al o�do el cerdo pregonero;

—Gran B�tiok, lev�ntate es menester que gru�as porque se acerca la hora de comer.

B�tiok abri� los ojos y respondi� con un gru�ido.

—Es menester que gru�as —repiti� el pregonero en gru�ido bajo— hemos notado cierto descontento con los pollitos y muchos gallos empiezan a murmurar; se acerca la hora de comer; lev�ntate y gru�e.

—Y �qu� les he de decir? —pregunt� B�tiok bostezando.

—Pues cualquier cosa, recomendarles la humildad, la sumisi�n, la obediencia...

Yo me interesaba tanto en los que pasaba que era todo ojos y o�dos.

B�tiok, aunque algo malhumorado, trat� de levantarse, agit� su rabito y despu�s de abrir varias veces la boca y sacudir las orejas, gru�� en medio de la expectaci�n general:

—�Hermanos m�os en Suan! Los cerdos somos la raza superior, vosotros sois la raza inferior. �Qui�n lo ha de negar? Ninguno de nosotros tiene el hocico largo y movible como el nuestro... —�Ticaticatoccatoc! —interrumpi� un pavo. (Esto en lenguaje pavesco quiere decir: nosotros tambi�n tenemos un moco largo, colgante y rojo. Como ustedes ven, el lenguaje pavesco es conciso y en�rgico.)

—Si, hermanos pavos —replic� B�tiok— ten�is un moco largo y rojo, es verdad, pero no ten�is nuestras orejas anchas.

—Pero tenemos barba —replic� otro pavo que ten�a un mech�n de pelos en el pecho.

E hizo la rueda y se paseo majestuosamente.

—S�, todo eso es verdad, hermano pavo —continu� B�tiok, que al parecer no quer�a re�ir con la orgullosa corporaci�n de los pavos— es verded que ten�is moco y barba y nosotros no, pero no goz�is del alto honor de haber sido tocados por la mano de Suan, nuestro Dios y se�or; no est�is consagrados, esto es, no est�is capados como nosotros, en esto nos sois inferiores.

—�Tambi�n hay gallos capones! —se atrevi� a piar una gallina con bastante mal humor.

—�S�! —dijo con desprecio B�tiok.

***


Nuestro criado Siloy pasaba por Dios: en efecto, era el que les daba de comer, los castraba, les hablaba y acariciaba de cuando en cuando. Dec�a yo que los cerdos por ser capados se daban mucho tono y aunque es verdad que hab�a tambi�n gallos capones, a �stos les hac�a poco caso y los procuraban desprestigiar por pertenecer a otra raza, y a lo m�s les consent�an desempe�ar el papel de criados o ayudantes. Consider�banse como los m�s sabios; nada se pod�a creer ni decir en el patio sin que antes se le consultase; lo que el cerdo no sab�a, no lo pod�a saber nadie; pretend�an explicarlo todo con gru�idos misteriosos que yo mismo muchas veces por m�s atenci�n que quise poner, no pude comprender el significado. Se mov�an poco, y cuando andaban lo hac�an con tal gravedad que m�s de una vez me dieron ganas de hacer una genuflexi�n.

Lo �nico que mov�a y agitaba era el rabito retorcido, sobre todo cuando Siloy le rascaba la piel con una ca�a, cosa que aumentaba mucho su prestigio y le hac�a pasar por representante de Siloy en el patio.

—No com�is todo el grano que os arroja Siloy por las ma�anas —dec�a a las aves de corral— dejan la mitad para los cerdos y as� les ser�is m�s agradables.

Y nuestros gallos y gallinas hac�an lo que �l les mandaba, y se iban a otra parte a buscar alimento.

—�V�is esa casa grande, elevada y llena de pinturas azules y blancas? —dec�a una tarde a algunos animales que le escuchaban—. Pues all� vive Siloy, el que hizo este patio, el palay, el ma�z, el excusado y el salvado que comemos los cerdos, el lodozal, las cortezas de pl�tanos y el hugas bigas: 6 [Nota 6]Siloy, de quien soy el representante, vive all�, reina.

—Si sois sumisos y obedientes a mis mandatos, yo que soy el elegido de Siloy, har� que os lleve arriba donde vivir�is en medio de granos de palay eternamente y en donde ser�is felices con compa��a de los grandes cerdos que ya fueron all� en recompensa de su gordura y suciedad. All� hay inmensos lodazales, cortezas de todas clases de frutas, inmensos labanganes... 7 [Nota 7]

—�Piok! —interrumpi� un pollito que yo hab�a cogido el d�a antes para jugar al gallo con mis primos— pues yo estuve all� ayer cuando me llev� Dimas y no he visto nada de eso.

—�Nguuuuu! —gru�� el cerdo—: Dimas es el esp�ritu malo y en vez de llevarte a casa te llev� para enga�arte a otra parte.

As� como Siloy pasaba por ser el Ahuramazda del patio, ya Dimas era el Ahriman, era el esp�ritu del mal. Por ser muy travieso y casi siempre con mis perros, que son los enemigos natos de los cerdos, era muy natural que gozase de mala fama entre estos animales.

—Lo que que yo vi eran seres mejores que Siloy y con mejores plumas.

—�Falso! �Idolatr�a, herej�a, excomuni�n! —gritaron varios cerdos a la vez—, �Haz penitencia, arrepi�ntete de tu error, de lo contario Siloy te condenar� a vivir en el estanque!

Como los pollos tienen mucho miedo al agua, mi pollito se call�.

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