Autobiograf�a de Jacinto Benavente

Nuestras dotes investigadoras han sido poco afortunadas en el intento de encontrar una autobiograf�a juvenil de D. Jacinto Benavente. Sin embargo, por su sinceridad y exactitud, valdr�an en este caso las declaraciones que all�, en los primeros a�os del siglo, hiciese al fino periodista Enrique Gonz�lez Fiol, y que �ste public� en su libro Domadores del �xito.

Para mayor brevedad y s�ntesis entresacamos lo esencial de aquellas amplias declaraciones, transform�ndolas en una fe de vida del Benavente anterior a 1898 que nos interesa:

—Nac� en Madrid, en la calle del Le�n, y me bautizaron en la iglesia de San Sebasti�n.

—�A�o...?

—El de 1866. Mi primer maestro —prosigui�— fue D. Carlos de Miguel, director del colegio de San Jos�, que estaba instalado en la calle de Barrionuevo. Un maestro como hay pocos. Sab�a hacerse querer de sus disc�pulos, y no se limitaba a explicar la lecci�n, sino que refer�a an�cdotas y las aplicaciones del tema de estudio. Los idiomas los aprend� con profesores particulares.

—�Cu�les eran sus juguetes predilectos?

—Los teatritos. Llegu� a reunir no s� cu�ntos. Yo me inventaba las comedias y mov�a los monigotes con alambres, y hac�a diabluras... Y me hac�a �xitos y me pateaba yo mismo mis obras.

—Y las cajas de soldados y los nacimientos, �le gustaban tambi�n?

—S�, por lo que ten�an de teatral; y cuando no lo ten�an, les obligaba a tenerlo. Soldados y figuras de nacimiento, en cuanto ca�an en mi poder, entraban a formar parte de las compa��as de mis teatros... �Ah! Tambi�n me gustaba mucho leer. Le�a cuanto ca�a en mis manos: folletines, compendios de historia, cuentos fant�sticos, peri�dicos...

—Y de aplicaci�n al estudio...

—Durante mi infancia era muy aplicado: un modelito... Luego, en la universidad, ya fui un perfecto desaplicado. De chico era m�s seriecito y metido en m� que alborotador; un poco voluntarioso, como todos los chicos, y, como todos, muy madrugador por fuerza. Como era el menor de los hermanos, influ�a yo en ellos y los dominaba. Era tambi�n un poco burl�n. No me molestaban las bromas, aunque parezca extra�o, siendo amigo de gastarlas. Ya sabe usted que todos los bromistas son los primeros en amoscarse en cuanto se les gasta una broma. M�s reservado que expansivo y algo dado a las meditaciones, me pasaba horas enteras solo, mirando una luz o una pared ba�ada de sol, mientras mi imaginaci�n se echaba a volar. Esta afici�n a la soledad no se me ha quitado a�n . Yo no me he aburrido nunca estando solo. Muchas veces, cuando me cansaron el tr�fago y las insustancialidades de la ciudad, me escap� al pueblo. Y en el pueblo me pas� d�as enteros sin hablar con nadie, hasta el extremo de que durante los que siguieron a mi regreso a Madrid, me extra�� mi poca voz y acab� por quedarme af�nico.

—�Y de su educaci�n?

—Mi padre nos la dio esmerad�sima. En eso y en nuestra instrucci�n interven�a directamente; no nos dejaba a merced de los maestros. Se preocupaba de todo. Jam�s nos peg�. Bien es verdad que al reprendernos lo hac�a con una cara y unas palabras y un tono de tan imponente severidad, que no quedaban ganas de replicar ni de reincidir.

—�Cu�les fueron los primeros libros que m�s impresi�n le dejaron?

—El Gil Blas de Santillana, que me divirti� mucho; el Quijote, que me aburri� soberanamente. Hay que advertir que tard� a�o y medio en leerlo, haciendo su lectura cuesti�n de amor propio. Luego, los Episodios nacionales y Fortunata y Jacinta, de Gald�s, y varios folletines cuyos nombres no recuerdo. Siempre me han gustado las obras de mucha acci�n, con muchos incidentes; cuanto m�s extraordinarios, mejor. Tambi�n me gustaban mucho los dramas de Echegaray. A D. Jos�, que no quer�a creerlo, se lo prob� y le dej� sorprendido cuando su homenaje, recit�ndole escenas enteras de sus obras, que recordaba mejor que �l... Es verdad que yo ten�a una gran facilidad de memoria.

—�...?

—Pregunta usted aqu� cu�ndo comenc� a sentir la vocaci�n del teatro. No puedo responderle a punto fijo. Yo me he dedicado al teatro por el teatro mismo, que me atra�a de modo irresistible. En realidad, la vocaci�n de escribir la sent� bastante tarde. Ya le he dicho que de ni�o el teatro era mi juguete y mi diversi�n predilecta. Despu�s lo fue de otro modo. La vida entre bastidores me entusiasmaba... De no haber sido autor, hubiese querido ser actor, o empresario, o tramoyista... La preparaci�n y la organizaci�n del espect�culo me encantaban. Nunca se me ocurri� que llegasen a llamarme el primer autor de Espa�a; ni creo que lo sea, �eh?... �Quiere usted saber algo de mis primeras comedias? Le dir� lo que recuerde, sintiendo que sea poco, porque todas aquellas cosas de la ni�ez las miro hoy con mucho cari�o. Y hablo de mi ni�ez porque entonces, para mis teatritos de jueguete, escrib� las primeras obras. Obras en las que abundaban los episodios de magia y de viaje, con muchas decoraciones y muchos disparates... Yo amaba el teatro por el teatro mismo. No fui a �l por dinero ni por aplausos, sino por divertirme, por andar dentro de �l. M�s por tener pretexto para ello que por verdadera vocaci�n escrib� mis primeras obras, que eran bastante malas. Si entonces me hubieran dicho que no hab�a de estrenarlas, no me habr�a amargado la profec�a. Las escrib�a por placer, y hallaba mayor placer en ir con ellas debajo del brazo por los escenarios... De todas aquellas comedias s�lo he estrenado, rehecha, "El primo Rom�n".

—�Y no recuerda ustred el asunto de la primera que escribi�?

—No... Creo que fue una comedia de enredo, en verso. Su acci�n se desarrollaba entre unos cazadores... No lo recuerdo... Empec�, en realidad, a escribir con esperanza de estrenar cuando muri� mi padre. Entonces dej� la carrera de derecho, que me era muy antip�tica y que empec� porque s�, porque fue la primera que se me ocurri� y porque, en realidad, ninguna me interesaba como profesi�n... Diga usted que he sido el peor de los estudiantes.

—�Cu�ndo public� usted su primera obra?

—A los veinte a�os, fue el "Teatro fant�stico"... Luego los "Versos", que eran muy malos y que, para colmo de desdichas, salieron llenos de erratas. Le dedicar� a usted un ejemplar, siempre que me prometa no ense�arlo a nadie. Luego publiqu� las "Cartas de mujeres"...

—Y en su casa, cuando observaron sus aficiones, �las alentaron o las contrariaron?

—Nadie se cuidaba de ellas. Ni alentarme ni contrariarme...

—Porque yo he le�do que su familia le ten�a por un indolente, y que cuando sus hermanos le reprochaban que escribiese en vez de estudiar, su mam� le defend�a, diciendo: "Dejadle".

—Puede usted decir que es falso, en absoluto.

—Tambi�n se dec�a en la misma informaci�n que Jacinto Octavio Pic�n fue su descubridor.

—Nada de eso es verdad. Mi hermano Mariano fue el primero a quien le� mis comedias y el que me entusiasm�, aunque no mucho, y me aconsej� proseguir escribiendo...

—�Qu� autores han influido en usted?

—Gald�s.

—�De veras cree usted que Gald�s es nuestro primer autor dram�tico?

—De veras. Otros autores que tambi�n han influido en m� han sido Shakespeare, Alfredo de Musset y, algo, Moli�re. La primera obra que estren� fue "El nido ajeno", gracias a D. Miguel Ramos Carri�n, que la ley� y que, hall�ndola de su gusto, la apadrin� y se la llev� a Emilio Mario, el cual era amigo de mi padre... Le dije a usted que la primera obra que estren� fue "El nido ajeno"... �Pobre obra m�a!... Sin consideraci�n a que era de un principiante, me la trat� bastante mal la cr�tica... Por cierto que con la cr�tica me han ocurrido dos cosas muy dignas de contarse. Hace poco se reestren�, como decimos ahora, "El nido ajeno". Un ilustre y ya viejo cr�tico vino despu�s de la funci�n a verme y me dijo entusiasmado:

"—�Qu� obra tan preciosa! Yo no la conoc�a... �Qui�n hizo la cr�tica en mi peri�dico el d�a de su estreno?

"—No s� —le contest�."

—Y le dije que no sab�a por no ponerle colorado. Porque �l hab�a sido uno de los que m�s imp�amente me hab�an tratado "El nido ajeno" cuando se estren�...

—�Y la otra cosa curiosa que usted iba a contarme a prop�sito de la cr�tica?

—�Ah, s�! Despu�s de "El nido ajeno" estren� "Gente conocida". La cr�tica me trat� muy bien.

Una de las cosas que dijo fue que se notaba en mi �ltima producci�n un considerable adelanto en el dominio de la t�cnica... �Y yo hab�a escrito "Gente conocida" antes que "El nido ajeno"!...

—Es gracioso eso.

—Yo conservo en un libro encuadernado todas las cr�ticas que se han hecho acerca de mis obras. Es mi libro predilecto... Lo conservo como una reliquia. Despu�s estren� "El marido de la T�llez", y �sta fue la primera obra que yo no ofrec�, sino que me la pidieron para el Lara.

—�Qui�n?

—Flores Garc�a.

—�Flores Garc�a? Hombre, me alegro, porque es un merit�simo escritor a quien aborrec�a yo hasta personalmente por haber o�do decir que mientras dirigi� el teatro de Lara no dejaba estrenar a los j�venes. Usted habr� o�do decir que a los Quintero no quer�a estrenarles nada.

—Es que a Flores Garc�a le toc� padecer la �poca en que los Quintero s�lo escrib�an obras malas. Como a Mario le toc� padecerme a m�. Y, naturalmente, no pod�a estren�rselas. Y aun pienso que les hizo un favor con ello. Hoy tal vez se arrepentir�an. Y la prueba es que no han aprovechado luego ninguno de aquellos engendros.

—�No ha sentido usted nunca afici�n al periodismo?

—Nunca. Y, sin embargo, he sido periodista incidentalmente...

—Es verdad.

—Dirig� La Vida Literaria durante la publicaci�n de dos o tres n�meros nada m�s; cuando "Clar�n" dej� de dirigirla.

—Cuando le hicieron dejar la direcci�n, querr� usted decir...

—All� pasaba que el director s�lo ten�a la revista para su fin particular: para colocar en Catalu�a y Am�rica los libros que editaba. Con objeto de conseguir reclamos para sus publicaciones, admit�a originales de gentes que... Con decirle que hasta corredores de libros firmaron en la revista art�culos y poes�as estupendas... Naturalmente, a "Clar�n" le molestaba que en un peri�dico en que �l figuraba como director se publicasen aquellas puerilidades. Un d�a, tanto por decoro como por ataques que le dirigieron desde no s� qu� peri�dico, escribi� una posdata en un art�culo suyo, diciendo: "Muchos corresponsales y amigos m�os me preguntan si apruebo yo todos los originales que aparecen en La Vida Literaria. Yo no respondo m�s que de lo que lleva mi firma":

—A lo cual —dije yo—, con una "delicadeza" exquisita, a�adi� el editor esta coletilla: "Para evitar a �Clar�n� la molestia de esas preguntas, deja desde este n�mero la direcci�n de La Vida Literaria, para seguir honr�ndonos con su colaboraci�n como hasta ahora".

—Entonces me obligaron a hacerme cargo de la direcci�n.

—�Y no estuvo usted a gusto?

—Me cans� en seguida. En La Vida Literaria se dieron a conocer, entre otros que no recuerdo ahora, Mart�nez Sierra, Sancha, "Karikato", Ricardo Mar�n, Santa Ana, Bonilla y Leal da C�mara...

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