Al iniciarse el a�o 1898, Ramiro de Maeztu no ten�a m�s que veintitr�s a�os. El d�a 4 de mayo hizo los veinticuatro que naci� en Vitoria. Sin embargo, Maeztu no era ya lo que hoy podr�a considerarse un muchacho de esa edad. Hab�a luchado, hab�a sufrido mucho, llevaba varios a�os de brega period�stica y acababa de publicar un libro su solo libro durante unos lustros, en el que parec�a haber plasmado su ardiente y juvenil ideolog�a.
De sus a�os infantiles, �l mismo har� un resumen pocos a�os m�s tarde, bajo el pesimista t�tulo de "Juventud menguante". Maeztu fue un ni�o altanero y feliz; su padre, que le quer�a con cari�o desp�tico y exclusivo, le someti� en sus primeros a�os a disciplina intelectual, moral y f�sica, reglamentando f�rreamente su vida, sujetando a horario sus estudios, sus ejercicios y sus juegos... Y as� hizo del muchacho el primer premio del bachillerato y el mocete m�s duro y m�s intr�pido entre los de su edad y poblaci�n. Por causas ajenas a la voluntad de nadie hubo de quebrantarse la disciplina educativa, y a la opulencia sucedi� la medianer�a, y a la medianer�a, la pobreza, y a la pobreza, la miseria. Su adolescencia se desarroll� entre los incidentes de la almoneda de su casa. Primero se march� el padre a Am�rica, en defensa del capital, amenazado; luego fueron desapareciendo profesores particulares, sirvientes, coches, caballos, arneses, libreas, casa lujosa..., mientras de diez d�as en diez d�as se aguardaban del correo de Cuba pliegos de valores que no llegaban nunca... Del esplendor de la infancia no quedaron m�s que alg�n l�tigo roto y una vieja criada, con la lealtad de los criados del r�gimen antiguo.
Su educaci�n, altamente utilitaria, le hizo buscar el camino de su porvenir por las sendas comerciales. Con este prop�sito march� a Par�s cuando acababa de cumplir los diecis�is a�os. Pero all� le encontraron demasiado so�ador para estas actividades, y hubo de regresar cabizbajo al hogar arruinado. Crey� que, a la sombra del padre, las cosas le ir�an mejor en La Habana, y all� s�lo encontr� los �ltimos aletazos de la ruina total y sin remedio. El se�orito de Vitoria no se acobard� por ello; fue dependiente de una bodega, pintor de brocha gorda y vendedor de panecillos. Luch� en mil oficios, en los que no paraba sino lo suficiente para no morir de hambre; hasta que un d�a la familia pudo reunir para el pasaje, y en la bodega de un barco regres� a Espa�a.
Sin saber qu� hacer ni d�nde ir, vag� durante algunos meses por las tres provincias vascas, hasta que, cuando finalizaba el a�o 1895, consigui� un puesto humilde en un peri�dico bilba�no por influencia y recomendaci�n de un viejo amigo de la familia.
Hasta aquel momento �l mismo lo confesar� siempre Ramiro de Maeztu no so�� la fama de escritor; es el azar, puro y simple, el que le abrir� su camino de Damasco cuando ya hab�a pasado de los veinti�n a�os. Su primer art�culo escrito con la sincera emoci�n del que dice cosas sentidas, profundamente sentidas que �sta fue siempre la norma de Maeztu, llam� la atenci�n de sus compa�eros. Desde entonces comenz� a ser alguien en el mundillo un tanto ramploncete entonces de nuestra prosa period�stica.
El salto a la capital se hizo inminente. Lat�a en �l un profundo esp�ritu bohemio. Quer�a absorber todos los amaneceres, plenos de ret�rica y nicotina. Pero sobre todas las cosas perdurba en �l su profunda ansia espa�olista. El azar le uni� indisoluble a Azor�n y a Baroja. Form� con ellos ese grupo que Azor�n hoy ha llamado de "los tres". Se lanzaron por primera vez por el sendero de la pol�tica; de un manifiesto que entonces publicaron quedan hoy estas frases: "La juventud intelectual tiene el deber de dedicar sus energ�as, haciendo abstracci�n de todo, a iniciar una acci�n social fecunda, de resultados pr�cticos.".
Cornuty, un pobre franc�s entre poeta y mangante que andaba por aquellos a�os de velador en velador por las tertulias madrile�as, dec�a de Maeztu, en su atrabiliario idioma: "La 'posa' de Maeztu no 'est�' una 'posa' amplia, como corresponde a un gran 'literator'. Maeztu, que 'est�' f�sicamente parecido a Ebels, sin embargo no realiza la figura de hombre 'a las ideas sociales'".
Este mismo franchute quiso un d�a asesinarle con un adoqu�n en la Puerta del Sol porque Maeztu hab�a dado un par de bastonazos a un tontaina, que no s� qu� hab�a dicho de Valle-Incl�n.
El desastre del 98 sorprendi� a Ramiro de Maeztu en Londres, como corresponsal de La Correspondencia de Espa�a y del Nuevo Mundo. Antes de marchar hab�a dejado en las p�ginas de Germinal un cuento, que titul� "Alma cifra", y el soneto "A Venus, pronuba".
Sobre las mesas de todos sus amigos dej� un libro, modestamente editado Hacia otra Espa�a, cuyo resumen har� m�s tarde el propio Maeztu con estas palabras: "Yo tambi�n quer�a entonces que Espa�a fuera, y fuera m�s fuerte, pero pretend�a que fuera otra. No ca� en la cuenta hasta m�s tarde de que el ser y la fuerza del ser son una misma cosa, y que querer ser otro es lo mismo que querer dejar de ser".
Autobiograf�a de Ramiro de Maeztu