Corresponde a la sesi�n de GA 3.8 ROMA Y LOS B�RBAROS
Despu�s de haber sido uno de los m�s poderosos imperios, Roma, entr� en decadencia, alrededor de los siglos III y IV.
Las causas de aquella ruina fueron de dos tipos: por una parte, estuvieron los problemas que lo aquejaron desde adentro, es decir, los factores internos. Por otra, los que afectaron a la organizaci�n desde afuera de sus fronteras, es decir, los factores externos. Los primeros son esenciales para la comprensi�n de la ca�da del Imperio romano, destacando uno en especial: la crisis agr�cola.
Uno de los principales elementos de ese desequilibrio fue la baja de la producci�n agr�cola. Al escasear los alimentos b�sicos, sus precios se elevaron enormemente. Con ello, los pocos recursos de los que dispon�a el ciudadano com�n se redujeron de tal manera que, en los primeros a�os de la crisis, apenas le alcanzaban para sobrevivir.
Como el alza de los productos iba en aumento, al igual que la escasez, cada d�a se pod�a comprar menos y por ello, la gran mayor�a de los romanos se vieron, repentinamente, empobrecidos en extremo.
Muchos ciudadanos libres emigraron al campo para ofrecerse como esclavos al servicio de las villas de los propietarios adinerados, acentuando as� el abandono de las ciudades.
Por otro lado, entre la gran variedad de problemas que se manifestaron como parte de una misma crisis, sobresalen tambi�n los relacionados con el ej�rcito.
Los jefes militares fueron, poco a poco, acumulando poder no s�lo en el �mbito que les era propio, sino que adquirieron gran autoridad en el gobierno del imperio. Pero los intereses en la direcci�n entre los jefes m�s influyentes muchas veces eran contrarios y as� se suscitaron conflictos pol�ticos que, al agudizarse, degeneraron en guerras internas. Estas terminaron por debilitar, a�n m�s, el ya de por s� fr�gil equilibrio del imperio.
Por otra parte, en las regiones de Occidente, en lo que hoy es Europa occidental, las consecuencias internas de la crisis se resintieron con mayor fuerza. Ello impuls� al emperador Constantino a trasladar la sede de su gobierno de Roma, en el Occidente, a Bizancio, en el Oriente, lugar que tom� el nombre de Constantinopla.
Oriente se convirti� entonces en el centro pol�tico y econ�mico del imperio y esto provoc� el abandono del Imperio romano de Occidente, que se manifest� en el descuido de sus defensas fronterizas; con ello se abri� el camino para la irrupci�n del factor externo decisivo: las invasiones germ�nicas.
Dichas invasiones desarticularon violentamente la organizaci�n pol�tica y militar del imperio, permaneciendo �nicamente las instituciones religiosas del cristianismo, religi�n adoptada por los gobernantes romanos tiempo atr�s. Pero, adem�s, las invasiones abrieron una nueva etapa en la historia de Europa que tratar�a de llenar el vac�o dejado por el gigante romano que hab�a ca�do para no levantarse jam�s.
As�, fueron los pueblos b�rbaros quienes rescataron y continuaron la herencia romana. La forma que utilizaron para llenar el vac�o dejado por la derrota del imperio, fue la fundaci�n de peque�os Estados conocidos como reinos b�rbaros.
Estos reinos se establecieron en las regiones marcadas anteriormente por la divisi�n provincial del Imperio romano y se conocieron con el nombre del pueblo germano que los fund�; por ejemplo, burgundios, visigodos, francos, etc�tera.
Los pueblos germ�nicos, en tiempos de las invasiones, estaban organizados por tribus y dirigidos por sus m�s destacados jefes militares. Cuando tomaron posesi�n del territorio conquistado, hacia los siglos V y VI, transformaron sus sencillas organizaciones para adaptarlas a la usanza de Roma que, aunque en ruinas, segu�a siendo ejemplo para los nuevos pobladores.
La forma de gobierno adoptada por los germanos fue la monarqu�a que, pretend�an, se asemejara lo m�s posible al sistema pol�tico del imperio.
Sin embargo, los reinos b�rbaros fracasaron en su intento de preservar la estabilidad y la tradici�n pol�tica de Roma; s�lo uno de ellos pudo crecer, hacia los siglos VII y VIII, y organizar grandes territorios bajo las �rdenes de un poderoso gobernante: el reino franco gobernado por Carlomagno.
Carlomagno, con ayuda de la Iglesia, logr� revivir por un tiempo el ideal de la autoridad del Imperio romano y ello dio lugar a que se convirtiera en defensor de la herencia cultural romana y de la religi�n cristiana frente a un temible adversario que merodeaba el Mediterr�neo: el Islam.