Corresponde a la sesi�n de GA 3.5 NACE UNA NUEVA CULTURA
Al llegar los espa�oles a tierras americanas se encontraron con civilizaciones muy distintas a la suya. Esto es, se enfrentaron a una nueva organizaci�n pol�tica y econ�mica, a una nueva religi�n y costumbres diferentes a las suyas; es decir, a una nueva cultura.
Este encuentro entre dos culturas distintas dio inicio a un proceso de dominaci�n, por parte de la civilizaci�n militarmente m�s fuerte: los europeos; sin embargo, esta dominaci�n no marc� una separaci�n entre espa�oles e indios; al contrario, al convivir estos dos grupos en un mismo territorio se produjo el contacto f�sico entre ellos, dando como resultado la creaci�n de un nuevo grupo �tnico conocido como mestizo.
El mestizaje no puede definirse �nicamente como el contacto f�sico entre dos etnias diferentes; es, tambi�n, la fusi�n de dos culturas distintas: la de los ind�genas americanos y la de los espa�oles. Al convivir culturas diferentes en un mismo territorio, los elementos pol�ticos, econ�micos, sociales y culturales que las caracterizan se mezclan hasta conformar una sola. Fue de esta manera como se conform� la sociedad novohispana, la cual desarroll� una cultura propia a lo largo de tres siglos.
A continuaci�n se ver� c�mo se conform� la sociedad novohispana y los elementos culturales que la caracterizaron a lo largo de los tres siglos de dominaci�n espa�ola.
La mezcla de ind�genas, espa�oles y otros grupos que se integraron despu�s, como los negros, fueron los elementos que formaron parte del mestizaje americano.
La mezcla de estos tres grupos dio lugar a la creaci�n de las castas; �stas fueron el resultado de una clasificaci�n racial de la poblaci�n. Una casta surg�a de la uni�n de dos distintas etnias, por ejemplo, el hijo de espa�ol e india, era el mestizo; de la uni�n de espa�ola y mestizo, resultaba castizo; el hijo de espa�ol y negra, mulato; y as� en diferentes combinaciones. Cada una de estas castas pod�a mezclarse nuevamente y dar como producto otras castas. Todos estos grupos conformaron la sociedad del siglo XVII.
La fusi�n de ind�genas y espa�oles produjo la cultura novohispana del siglo XVII, destacada en aspectos como: la educaci�n y la literatura.
Durante las primeras d�cadas del siglo XVI, la educaci�n fue paralela a la evangelizaci�n. Posteriormente, adem�s de la doctrina que se les impart�a a los indios, tambi�n se les empez� a ense�ar la lengua castellana; por tal motivo, se fundaron las primeras escuelas cuya direcci�n recay� en las �rdenes religiosas de franciscanos, dominicos y agustinos. As�, en 1523 se fund� el colegio de Texcoco; posteriormente, en 1526, se cre� el colegio de San Jos� de los Naturales y, finalmente, en 1536, el colegio de Santa Cruz de Tlatelolco; estas escuelas estaban destinadas a brindar educaci�n a la nobleza ind�gena.
Para mediados del siglo XVI surgi� una nueva necesidad educativa. La poblaci�n, tanto mestiza como criolla iba aumentando, por lo que fue necesario impartir educaci�n a este sector de la sociedad novohispana. Por tal motivo se emiti� una serie de peticiones a las autoridades virreinales para la creaci�n de colegios de educaci�n superior. Desde ese momento, a los ind�genas se les excluy� de la educaci�n superior y �sta se dedic� principalmente a criollos y mestizos.
Posteriormente, debido al gran avance educativo logrado en la Nueva Espa�a, surgi� la necesidad de crear una universidad que otorgara grados acad�micos. Gracias a las constantes peticiones hechas por los obispos Mendoza y Zum�rraga a los monarcas para la fundaci�n de la universidad, en 1553 qued� definitivamente establecida y, el 3 de junio de 1570, se iniciaron los cursos ante la presencia de las autoridades virreinales. La bula expedida por el papa Clemente VIII el 7 de octubre de 1527, la hizo Universidad Pontificia. Esta universidad tuvo un alto reconocimiento como escuela superior y otorg� t�tulos de maestros en filosof�a y teolog�a, y de licenciado y doctor en leyes y medicina; por tal motivo, la universidad se convirti� en el foco cultural m�s importante en la Nueva Espa�a durante el periodo colonial.
Durante el siglo XVII, se llev� a cabo otro importante acontecimiento, el surgimiento del barroco, estilo art�stico proveniente de Espa�a que perme� el arte novohispano; ejemplo de dicho estilo fue la literatura de este siglo.
Los mayores representantes de la literatura barroca fueron Carlos de Sig�enza y G�ngora y Sor Juana ln�s de la Cruz. Sig�enza y G�ngora (1645-1700), historiador, poeta, matem�tico, astr�nomo y cosm�grafo, fue uno de los mayores representantes de la ciencia en ese periodo. En su producci�n literaria destacan sus poemas religiosos; en prosa, fue uno de los �nicos exponentes de lo que podr�a llamarse la novela.
La otra gran representante de este periodo fue Sor Juana In�s de la Cruz (1651-1695) quien, aunque naci� en la �poca en la cual era muy dif�cil que una mujer destacara en alg�n �mbito de la vida social, fue reconocida como una gran literata. Dentro de su producci�n, destaca su poes�a, en la cual abord� temas como el amor entre hombres y mujeres y sus sentimientos religiosos hac�a Dios, adem�s de asuntos filos�ficos. En cuanto a su producci�n en prosa, destacan sus obras: Crisis de un serm�n y Respuesta a Sor Filotea de la Cruz.
Sor Juana In�s de la Cruz, extraordinaria mujer de letras cuyas obras son representativas del barroco novohispano, una sociedad en donde, ir�nicamente, la participaci�n de la mujer estaba limitada.
Estos dos literatos mexicanos fueron el producto del movimiento barroco del siglo XVII; sus obras reflejan esa necesidad por crear una literatura propia y �nica, representativa de una nueva sociedad.
Durante el siglo XVIII un nuevo elemento se integra y enriquece la cultura novohispana: las ideas de la Ilustraci�n.
Los Borbones se encargaron de difundir los conocimientos cient�ficos y la producci�n art�stica, tanto en Espa�a como en la Nueva Espa�a. El conocimiento y difusi�n de las ideas ilustradas tuvieron gran aceptaci�n entre los criollos de la Nueva Espa�a. La lectura de los autores europeos, especialmente espa�oles, influy� en el desarrollo filos�fico y cient�fico de la sociedad novohispana.
La m�s importante influencia de la Ilustraci�n en los criollos fue el uso de la raz�n como la principal herramienta para comprender el mundo. Esto les permiti� pensar en la posibilidad de transformar las condiciones del mundo que habitaban; lo que a su vez, despert� en los sabios de la colonia sentimientos de amor a su pa�s de origen, al igual que muchos otros de sus compatriotas. Algunos de esos sentimientos tuvieron su ra�z en la educaci�n colonial, principalmente en la impartida por los jesuitas, quienes dedicaron mucho esfuerzo a la educaci�n superior.
Los jesuitas ense�aban a sus alumnos las diversas corrientes filos�ficas y los descubrimientos cient�ficos de la �poca, como la gravitaci�n universal, adem�s de que ellos mismos hicieron observaciones astron�micas, bot�nicas y antropol�gicas. Uno de sus principales representantes fue Francisco Javier Clavijero, autor de importantes obras como Historia de la California e Historia antigua de M�xico. Francisco Javier Alegre, otro autor tambi�n jesuita, escribi� Memorias para la historia de la providencia que tuvo la Compa��a de Jes�s en Nueva Espa�a.
Por otra parte, tambi�n se produjeron avances cient�ficos entre los criollos que no pertenec�an al clero. Estas aportaciones se reflejaron en investigaciones sobre ciencias naturales, astronom�a, bot�nica, mineralog�a, qu�mica, medicina, filosof�a, historia y geograf�a, publicadas en un semanario titulado Gazeta de Literatura, a cargo de Jos� Antonio de Alzate y Ram�rez.
Todo este gran avance cient�fico de la Nueva Espa�a fue apoyado por las reformas de la dinast�a borb�nica, mediante la creaci�n de importantes instituciones de educaci�n e investigaci�n como son: la Real Escuela de Cirug�a y el Real Seminario de Miner�a. las manifestaciones cient�ficas y art�sticas que se desarrollaron durante el siglo XVIII definen el llamado siglo de la Ilustraci�n en la Nueva Espa�a.
Otro de los elementos que caracterizaron al siglo XVIII fue el surgimiento de un sentimiento de nacionalismo por parte de los criollos. Este sentimiento expresaba la necesidad de la creaci�n de una naci�n independiente. En la historia y en la religi�n, los criollos encontraron los elementos que los ayudaron a confirmar y a defender su autonom�a.
Muchos estudiosos criollos iniciaron una campa�a de reconocimiento de la antig�edad ind�gena, como parte de la historia de M�xico. Por ejemplo, Antonio de Le�n y Gama (1735-1802), famoso en la Nueva Espa�a por sus investigaciones astron�micas y de otras ciencias, fue el primero en dar a conocer el elevado nivel de conocimientos astron�micos de los antiguos mexicas al hacer una descripci�n hist�rica y cronol�gica de la famosa Piedra del Sol -el calendario azteca -, y de la llamada Piedra de Tizoc.
Por su parte, el clero mexicano encontr� un elemento a�n m�s poderoso para confirmar su identidad, frente a la de los cl�rigos y creyentes provenientes de la pen�nsula ib�rica: el culto a la virgen de Guadalupe, fechado desde 1532. Este culto consiste en la adoraci�n a una virgen morena, diferente a las blancas v�rgenes espa�olas. Con esto, el clero mexicano afirmaba que la religiosidad del pueblo no s�lo ten�a su origen en la labor evangelizadora de los frailes durante la Conquista, sino tambi�n en la aparici�n de la virgen de Guadalupe, que hab�a elegido a un indio para enviar su mensaje divino.
La virgen fue adorada por toda la sociedad colonial, y su culto se convirti� en un elemento propio que pas� a formar parte de la identidad novohispana.
As� pues, los criollos fueron el grupo que tom� mayor conciencia de la necesidad de apreciar un pasado propio independiente al espa�ol; por lo que rescataron la historia antigua ind�gena y reivindicaron sus propios valores culturales, en especial religiosos, motivados por la discriminaci�n sufrida a manos de los peninsulares, en un proceso en el que fueron adquiriendo una mayor conciencia de s� mismos.