I. INTRODUCCIÓN

... frente al pelotón de fusilamiento, [...] había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.
G. GARCÍA MARQUEZ

PODEMOS imaginar la sorpresa de Aureliano Buendía, el de García Márquez, el de Cien aņos de soledad, cuando su padre lo llevó a conocer el hielo: sentir el aliento glacial, ver la claridad del crepúsculo despedazada en estrellas de colores por las infinitas agujas del hielo, pagar para tocarlo, oír a su padre afirmar que se trata del invento más grande del mundo, para luego retirarse con un recuerdo atesorado para siempre en la memoria. Con la mente encantada por la fuerza de la magia de un bloque de hielo que aparece por primera vez en tórridas latitudes, camina Aureliano mientras la mano que vivió la tersura y el frío del raro objeto es acunada en su otra mano. Tiene que ser un recuerdo único para aflorar frente al pelotón de fusilamiento.

Preguntémonos por la última vez en que nuestra mente fue hechizada de manera siquiera comparable a como lo fueron las de Aureliano y su padre José Arcadio. Si bien es cierto que en algún momento apareció en nuestras vidas la sorpresa que produce ver por primera vez un bloque de hielo, también lo es que éste no es tan insólito en nuestra actualidad y que pronto dejamos de verlo con la necesaria curiosidad. O al menos, dejamos de hacerlo hasta que García Márquez nos revive el hechizo de esa primera y lejana ocasión cuya historia duerme en alguna parte con otros recuerdos. Entonces podemos pensar en la superficie del hielo, en el intercambio de calor entre ella y la mano de Aureliano, en la magnífica sensación de tersura, en los efectos de la luz al cambiar los dominios de la atmósfera por los del hielo y los que se producen cuando vuelve del gélido sólido al aire, y en la continua fusión del bloque en un clima tropical. Decir que es un recuerdo que engloba experiencias que no son sino fenómenos de superficie pudiera parecer como saltar de los jardines de Semíramis a un albaņal. Pero, ¿cuántas de nuestras experiencias dejan de incluir algo que pudiera llamarse fenómeno de superficie? Localicemos en el cajón de los recuerdos aquéllos que obviamente fueron un fenómeno de superficie: una caricia; la aspereza de una prenda; los brillos de una gema; la pesada gota de lluvia que rueda lentamente por la mejilla de Jaromir Hladik...

No tardaremos en darnos cuenta de que casi todo conlleva un fenómeno de superficie. Por lo menos nuestro contacto con el mundo, sobre todo si es amable, empieza siempre en alguna superficie.

Aun en el interior de nuestro cuerpo tales fenómenos superficiales resultan muy importantes. Nos dicen los fisiólogos que nuestra sangre y el aire que respiramos se encuentran con una tenuísima membrana de por medio, en unos pulmones que tratan de aumentar lo más posible el área en que ese encuentro suele suceder. Nuestra imagen del cerebro trae consigo las circunvoluciones que tratan de aumentar la región donde realmente ocurre nuestra vida y nos hace ser lo que somos.

En el exterior, fuera de nuestros cuerpos, los fenómenos de superficie se multiplican: la fotografía que congela nuestros recuerdos; el recubrimiento de cromo de los filos de una navaja; el plateado círculo donde brilla un arcoiris y donde se esconden, codificados, los ordenados sonidos de la música que arrancamos a destellos de un disco compacto; la imagen en los espejos, esencial para quienes los frecuentan; la luz robándose los colores del rostro de una Madonna de Rafael, proceso terrible que acarrea la prohibición, difícil de entender por los turistas, de no utilizar flash; estas letras sobre esta página; el suave contacto de la piel sobre la piel; etc., etcétera.

Nuestro primer problema es, ya que no queremos producir una enciclopedia necesariamente incompleta sino tan sólo un libro introductorio (incompleto aun como introducción), delimitar el tipo de superficies sobre las que discurrirán nuestros comentarios y el sentido en que nos referiremos a ellas.

La palabra superficie está preņada de significado y no siempre quiere decir lo mismo. Antes que nada debemos acordar lo que entenderemos por ella en este libro. El capítulo II tiene la misión de concretar el significado de la palabra superficie y la clase de problemas que queremos tratar. Nuestro interés se centrará principalmente en los materiales sólidos. Esta restricción la hacemos con gran pesar, ya que nos quita muchos de los fenómenos de superficies que hemos mencionado; comentamos sólo casos muy particulares de superficies líquidas. Mas los que quedan en nuestro corral no son menos interesantes.

Un problema que se inferirá a estas páginas será tratar de comunicar al lector qué tanto se puede decir de la forma en que se acomodan los átomos en la superficie de los materiales sólidos. Porque, si bien las superficies aparecen por doquier, su estructura no es fácil de conocer. Y no es sólo la curiosidad lo que nos impele a estudiar la estructura de una superficie. Hay muchísimas razones prácticas y económicas detrás. Para ilustrar la importancia que tiene el conocer bien las superficies y los fenómenos sobre los que influye la exactitud de ese conocimiento, los capítulos III al VIII presentan una discusión somera de algunos problemas de interés tecnológico.

Uno podría pensar que el estudio sistemático de los materiales sólidos se inició en sus superficies. Pero no. A pesar de que muchos de los fenómenos que percibimos de manera inmediata se dan donde termina el sólido, primero se estudiaron las propiedades del interior o bulto. Resulta que estudiar la superficie es más difícil en general. Sólo hasta que ciertas técnicas evolucionaron en los últimos aņos se empezaron a develar las propiedades y a aparecer una enorme riqueza de fenómenos interesantes propios de las superficies. La descripción de algunas de las técnicas para estudiar esos fenómenos de superficies es la principal finalidad de este libro. Sin pretender ser exhaustivos, los capítulos IX al XIII presentan las técnicas más usuales para estudiar las superficies de los materiales sólidos. Presentamos, en el capítulo XIV, una mirada retrospectiva, y colectamos una serie de afirmaciones acerca de la fisicoquímica de superficies a manera de conclusiones.

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