El proceso industrializador de los años ochenta obligó a una nueva estructuración del espacio de la ciudad para adecuar el equipamiento urbano a las nuevas necesidades del desarrollo. Fue en este periodo cuando surgieron elementos de comunicación acordes con la nueva situación: se creó el aeropuerto internacional; se diseñaron la prolongación de las avenidas Héroe de Nacozari que comunica a Aguascalientes con la ciudad industrial ; Independencia y el segundo Anillo de Circunvalación. Por otra parte, pronto se reveló obsoleto el haber construido la ciudad industrial en los límites de la capital, ya que en no más de 10 años se encontró prácticamente dentro de la mancha urbana.
Una parte importante del crecimiento urbano se ha desplazado hacia la zona oriente de la ciudad, sobre tierras no aptas para el cultivo, y respetando como límites urbanos el río San Pedro al poniente, y el arroyo de San Francisco al sur, aunque también se han ocupado tierras propias para el cultivo, sobre todo en las zonas norte, sur y poniente de la capital. Con todo, el crecimiento urbano no ha dejado de ser caótico, ya que pese a la actual extensión de la capital, todavía subsisten dentro de ella importantes zonas baldías. Además, se ha propiciado la conurbación con el municipio de Jesús María, separado de la capital por unos cuantos kilómetros.
A propósito de este fenómeno, es necesario señalar que en la actualidad la capital del estado se encuentra inmersa en un proceso de suburbanización, por el cual se han incorporado a la ciudad localidades como Trojes de Alonso y la colonia Talamantes Ponce al norte, la Presa de los Gringos y el Ejido Las Cumbres al oriente, San Francisco del Arenal y Vicente Guerrero al sur, y Loma Bonita y Canteras de San Javier al poniente.
Entre los elementos de la nueva organización territorial hay que destacar los siguientes: Hasta 1980 el desarrollo urbano correspondió al crecimiento natural de la población, y se caracterizó por su gradualismo, pero a partir de entonces se produjo un crecimiento explosivo, fundamentado en gran medida en la necesidad de responder al fenómeno de industrialización del estado, pero también a la ausencia de un verdadero programa de vivienda popular, que hasta entonces se había atacado esporádicamente y en cantidades más bien simbólicas, muy inferiores a las necesidades del crecimiento.
Un dato que ayuda a ilustrar lo anterior sería el siguiente: en 1955 la capital tenía una extensión de 865.4 hectáreas, que para 1986 se habían convertido en 4 361 (Sifuentes aporta los siguientes datos: en 1750 la superficie de la ciudad era de 18.2 hectáreas, que para 1850 se convirtieron en 111.1), y luego, entre ese año y 1992 la capital aumentó su superficie en casi 2000 hectáreas, de tal manera que en el lapso de cinco años la ciudad creció aproximadamente en la misma superficie que en los 400 años anteriores. En gran medida esto ha ocurrido así por la concentración de las nuevas industrias en la capital del estado.
Por otra parte, en el lapso que va de 1950 a 1984 el periodo de duplicación de la población disminuyó de 40 a 20 años, y la tendencia apunta a que disminuya a 15 años, aun cuando la tasa de crecimiento disminuyó de 51.29 nacimientos por cada 1 000 habitantes a 39. Sin embargo, este fenómeno es contrarrestado por el hecho de que la esperanza de vida aumentó de 49.6 años a 67.5. Además, deben considerarse los indudables avances en materia de salud, que han permitido abatir la mortalidad de 18 a cinco muertes por cada 1 000 habitantes, así como las defunciones de niños, que disminuyeron de 152 a 48.
Hasta antes de este periodo, la vida de la ciudad giraba en torno a un centro y una serie de barrios ubicados a su alrededor, de acuerdo con la traza original de la ciudad, que además resultaba suficiente para el desarrollo del comercio, la industria y los servicios. En la actualidad la tendencia general responde a una dinámica en la que la zona centro de la capital ha quedado como tal en cuanto a ubicación geográfica, pero ya no como centro de actividad de la población. A ello ha contribuido la dispersión de las actividades industriales, comerciales y de servicios por diversas zonas.
Por otra parte, los barrios fueron durante muchos años los entornos en donde la población vivía, trabajaba y desarrollaba actividades recreativas. Al establecerse las zonas industriales y comerciales y los grandes desarrollos habitacionales, ese esquema se ha roto y en general la tendencia apunta hacia una absorción de los barrios, principalmente a causa de grandes obras de equipamiento urbano que modificaron las estructuras originales. Además, la misma noción de barrio significaba que no existía el fenómeno de segregación entre la población, tan común hoy en día, a partir del surgimiento de zonas claramente identificadas en cuanto a posición social y económica.
El proceso de industrialización que experimenta el estado desde 1981 propició un importante fenómeno de inmigración, no sólo de las zonas rurales del estado, sino de otras entidades, de la capital de la república y, en menor medida, de otros países, provocando una sensible agudización de la demanda de toda clase de servicios urbanos y vivienda. En esta perspectiva debe considerarse de manera muy particular la instalación en Aguascalientes del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) con motivo de los terremotos que en septiembre de 1985 asolaron una vasta zona del centro del país y a la ciudad de México.
Para enfrentar el problema de la migración, el gobierno del estado se lanzó a la ejecución de un ambicioso programa de construcción de vivienda, no sólo para satisfacer la demanda de los migrantes, sino para abatir el rezago existente en este campo hasta 1980. Precisamente una prueba de la explosividad de dicho problema se dio en 1978, cuando militantes del Partido Socialista de los Trabajadores invadieron, con mucho éxito, el ejido La Huerta, en demanda de vivienda.
Además de lo realizado en el terreno en cuestión, y gracias al impulso gubernamental, en estos años se realizan importantes obras de equipamiento urbano y de regeneración de los principales barrios de la capital. Por ello surgieron en esta etapa, además de los grandes desarrollos habitacionales, obras como el Parián, el mercado Terán, los pasos a desnivel en la Plaza de la Patria y en la avenida López Mateos, el teatro de Aguascalientes, la remodelación de la plaza de toros Monumental y de las instalaciones de la Feria Nacional de San Marcos. La intención de estas obras fue darle al Aguascalientes urbano la característica de modernidad que impregnaba a su industria y comercio.
Evidentemente, el desarrollo económico y urbano de los últimos años ha repercutido
de manera significativa en la sociedad aguascalentense, que está pasando de
una marcada homogeneidad cultural a la heterogeneidad propia de una sociedad
que vive un proceso de apertura. Esta situación ha provocado algunos de los
problemas característicos de la modernización, tales como el caos vial, el incremento
de los índices de delincuencia, el deterioro ambiental y el hacinamiento urbano.
Por otra parte, también se observan mayores niveles educativos, más participación
en la vida política, nuevas exigencias a la administración gubernamental, y
una mayor preocupación por asuntos vitales como la protección ecológica y el
respeto de los derechos humanos.