VI. A LA BÚSQUEDA DE LA SOBERANÍA


AL PLANTEARSE EN NIVEL NACIONAL la necesidad de aplicar una reforma de las estructuras y, por ende, de una nueva constitución, la diputación del territorio de Colima se pronunció el 20 de enero de 1847 en favor de que se consignase la existencia de los territorios, entre ellos Colima, ya que estaba geográficamente aislado de los estados vecinos, con clima y costumbres distintas de éstos, con riqueza propia y eficientemente poblado como para formar por sí mismo un estado. En el caso hipotético de que fuera anexado a Michoacán o a Jalisco, el estado beneficiado adquiriría mucho más poder y riqueza, rompiendo el equilibrio de fuerzas en el interior de la federación. El éxito de aquellas gestiones resultó. Restablecida la República Federal y puesta en vigor de nuevo la Constitución de 1824, Colima recuperó su situación de territorio, fue segregada de Michoacán, expidió su nuevo Estatuto Orgánico y se restableció el servicio de cabotaje en Manzanillo de inmediato. Dos años después, este puerto fue considerado apto para el comercio nacional y extranjero.

Pero debido a informes recibidos en México, el secretario de Hacienda Manuel Payno presentó en julio de 1850 una propuesta al Congreso General para clausurar el puerto de Manzanillo debido, entre otros motivos, a la inseguridad de los caminos, su adverso clima y los altos índices de contrabando, favorecido éste ciertamente por el hecho de que la Aduana estaba en Colima. Para oponerse a tal dictamen, los colimenses solicitaron apoyo de Manuel Aliphat, extranjero que conocía perfectamente las condiciones reales del puerto y que supo destacar la prosperidad de aquellas tierras, pocos años antes desérticas, al mismo tiempo que subrayaba la fidelidad de los habitantes del territorio al gobierno, que jamás habían levantado la voz faltando a las leyes, mientras que otro cantar era lo que acontecía en Mazatlán y otros puertos, donde se alteraba con frecuencia el orden público.

La situación general, no obstante que se logró detener la moción del ministro Payno, seguía siendo adversa, porque el puerto de Mazatlán, donde se habían establecido diversas casas comerciales alemanas y francesas, desde los cuarenta había tenido gran auge opacando a San Blas, Guaymas y Manzanillo. En realidad también Mazatlán era campo propicio del contrabando y de la corrupción aduanal en la costa del Pacífico, al mismo tiempo que tenía bajo su campo de influencia regiones muy extensas.

Apenas se salió de aquella difícil coyuntura, estalló una airada lucha por el control político interno contra don Ramón R. de la Vega, el gran promotor del desarrollo colimense. Los sucesos tomaron forma cuando éste decidió viajar a los Estados Unidos para traer la maquinaria de la fábrica textil de San Cayetano, en donde fungía como director. En su lugar quedó al frente en la jefatura política el zamorano José María Gutiérrez. Tan pronto como De la Vega se ausentó, se procedió a cubrir varias vacantes en la diputación con personas contrarias a don Ramón que, a su vez, tenían también su propio proyecto para Colima. Ellos eran Manuel Álvarez, Jacinto Grageda, Ignacio Bravo, Antonio Ferrer y Francisco Brizuela. Detrás de las bambalinas se movían dos jueces: Ignacio de la Madrid y Gaspar Antonio Rocha. De inmediato procedieron a suspender al ayuntamiento de Colima sin permitir por el momento nuevas elecciones. Quienes protestaron fueron conducidos a la cárcel, por instrucciones de José María Gutiérrez, mientras que otros se ocultaron o prefirieron huir de la capital temiendo algún atentado.

En mayo de 1851 echaba anclas en Manzanillo el buque americano Sylvina, en el que regresaba Ramón R. de la Vega, quien reasumió la jefatura política y procuró apaciguar los ánimos, intentando paliar los inevitables efectos que el caso produciría sobre la clase política y los habitantes del territorio. Al no lograr su objetivo, solicitó licencia para retirarse del cargo, permiso que se le negó. Tiempo después y de improviso, el presidente de la República Mariano Arista lo destituyó con el pesar del grueso de la población y de los vecinos más caracterizados, quienes abrieron campañas para rehabilitar al ilustre caído.

Pero todo fue inútil. Desprestigiado, enfermo y empobrecido, Ramón de la Vega quedó marginado de la política local durante años. Las dos figuras emergentes eran, a la sazón, José María Gutiérrez y Manuel Álvarez.

Estado libre y soberano
Manuel Álvarez, primer gobernador



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