La última carta de don Porfirio


José Vicente Villada murió el 6 de mayo de 1904. A los 12 días, por instrucciones de don Porfirio, el Congreso del Estado se apresuró a nombrar gobernador interino en la persona de Fernando González, quien pronto fue titular. González brilló por una serie de ausencias. En realidad, durante los primeros años de González, el estado siguió siendo manejado en cierta medida por la gente de Villada, pero sin su vigilancia ni su espíritu emprendedor. Fernando González no pudo soportar los continuos recuerdos laudatorios para su predecesor; y como le gustaba la cacería, prefería irse a su hacienda de Chapingo, donde correteaba animales feroces especialmente importados.

Las injusticias en el campo iban en aumento. Los indultos se fueron acabando. Ahora, el mismo gobernador se ufanaba de lograr "el castigo seguro y eficaz de todos los delincuentes". La policía rural se pertrechó más y más, poniéndose no tanto al servicio de la autoridad cuanto de los hacendados, quienes pudieron con mayor impunidad explotar a los peones e imponer castigos a su antojo. La falta de humanidad no era rara en algunos hacendados o administradores, como el caso de un peón que fue colgado de los pulgares por robar.

Por otra parte, la producción de maíz en 1910 y 1911 no se encontraba en términos halagüeños. Comparándola con los años 1899, 1900 y 1902, en lugar de aumentar había disminuido frente a una población en crecimiento. La tendencia a la disminución en la producción se veía venir desde los primeros años del siglo, misma que se precipitó tremendamente en 1909 al caer una helada que destruyó las cosechas. A esto se añadía el persistente atraso técnico de los cultivos y el desgano de los peones a trabajar en las haciendas, a las cuales se veían generalmente atados por la servidumbre de los préstamos.


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