9. La sierra por todos lados

9. La sierra por todos lados


Para el turista extranjero la tentación mayor es la de olvidar el progreso para treparse a la sierra de coras y huicholes y emprender la peregrinación del peyote. Gracias a la lejanía de sus montañas, los huicholes lograron mantenerse muchos años aislados para conservar sus costumbres. Ahora las avionetas llevan turistas, comerciantes y fotógrafos; las brechas se multiplican, las carreteras se acercan.

Hoy es bien conocido el arte colorido de los huicholes; los "ojos de dios" y las figuras de estambre sobre cera han invadido las tiendas de artesanía y se venden en el mundo entero. Esto no significa una mejor comprensión entre su mundo y el nuestro.

Sin la sierra no habría huicholes ni coras. La "Sierra Madre", ¿qué mejor nombre?, es su patria, su muralla, su escondite. No hay caminos, sino veredas que tratan de encontrarle el hilo a este laberinto. Suben y el aire se refresca y las nubes se acercan. Bajan al fondo de vertiginosas barrancas casi al nivel del mar y el aire se vuelve sofocante. Infierno, quemazón, alacranes y serpientes. Cuando el río está creciendo, no se puede pasar. Hay que esperar días, semanas. Durante la temporada de aguas, la sierra es impenetrable. Solamente las avionetas pueden bajar sobre una de las tantas mesas: mesa del Nayar, mesa de Santa Teresa, mesa de San Andrés.

La roca forma la sierra entera y hay muy poca tierra para sembrar. Al lado de los ríos se puede tener alguna huerta, alguna hortaliza, pero ¡cuidado con la creciente!, y allá abajo es imposible vivir. Por eso el serrano se pasa la vida caminando, subiendo y bajando; se vive arriba, sobre las mesas, pero el agua y la poca tierra están abajo. A caminar, a trepar, pues.

De pronto, la sierra se abre y deja ver a lo lejos el Pacífico brillando. Los ojos cuentan un infinito de planos en la lejanía; los oídos no pueden creer tanto silencio: el viento en los pinos, las barrancas, son lo más espectacular, y uno se siente anonadado por tal inmensidad, que se prolonga hacia el norte a lo largo de más de 1 000 kilómetros.

Huajicori, Jesús María y la Yesca son los tres únicos pueblos de la sierra que cubren todo el oriente del estado; ésta toma infinidad de nombres: sierras de Huajicori y San Francisco, Ixcatán, Berberia, el Nayar, Pajaritos, Pinabete, Álica y la Yesca. Alojan tepehuanes, coras, huicholes y mexicaneros. Los coras viven en Jesús María, Mesa del Nayar, Santa Teresa, San Francisco, Dolores, San Pedro Ixcatán, San Juan Corapan, San Blasito, Santa Cruz y Saicota.

Los huicholes se han diseminado entre Nayarit y Jalisco, pero son los más apegados a sus tradiciones.

De los 35 000 habitantes que viven sobre los 10 000 kmē de los tres municipios, la mitad pertenece a los grupos indígenas mencionados. Sobre lo que es la tercera parte de la superficie del estado (27 500 kmē) vive menos de 5% de la población total. La sierra es muy pobre y no puede mantener más gente. En alguna época Huajicori y la Yesca fueron pueblos mineros. Huajicori tiene algo de agricultura; Jesús María y la Yesca viven principalmente de la ganadería. El ganado muy flaco no da leche; está adaptado, como el hombre, a una naturaleza muy dura.


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