11. Trabajan más y más

11. Trabajan más y más


La falta de transporte obstaculizó el crecimiento de la producción, pero sin llegar a paralizarlo. Los terrenos de las grandes haciendas de la costa producían tabaco y algodón, otros terrenos de la zona templada producían un café que fue calificado en varias exposiciones como de clase superior; el alto precio de dichos productos hacía ventajoso su transporte fuera del territorio y del país; pero el maíz, el frijol y la cebada, que se producían en abundancia, no eran buen negocio debido al precio medio que siempre tenían y a su alto costo de transporte, mientras no llegaba el ferrocarril. Se producían solamente para el consumo local y seguían el crecimiento de la población.

Los rendimientos del maíz eran de 50 a 125 por uno, pero unos terrenos privilegiados como los de Jala, fertilizados por las cenizas del volcán Ceboruco (todavía en erupción en los años setenta del siglo XIX) producían hasta 350 por uno.

Los agricultores esperaban milagros del ferrocarril: "cuando haya vías fáciles y prontas de transporte, se sentirán los agricultores impulsados a aumentar y mejorar sus siembras y los rendimientos serán suficientes para abastecer con abundancia a este territorio y para auxiliar a los Estados vecinos, en donde la producción agrícola no es tan fecunda como aquí".

En 1904 se produjeron: 726 000 hectolitros de maíz, 47 000 hectolitros de frijol, 196 000 toneladas de azúcar. Y cantidades importantes de arroz, café, algodón, tabaco y coco de aceite.

La minería repuntó. Se contaba con 27 minas en la Yesca, Jala, Compostela, Santiago Izcuintla, Acaponeta, Huajicori, Santa María del Oro y San Pedro Lagunillas, donde se empleaban miles de hombres en los campamentos mineros. Así las minas de oro y plata de la Compañía Buenavista y anexas ocupaban como 1 000 trabajadores en la Yesca. La mina del Zopilote (en Santiago) empleaba 400 mineros. En la minería, también gran parte de la riqueza permanecía sin explotación por la falta de ferrocarril. Un factor favorable fue la introducción de la fuerza eléctrica, novedad revolucionaria que permitió bombear el agua que inundaba muchas minas.

Las principales fábricas continuaron siendo las de la ciudad de Tepic, que conservó sus manufacturas de tejidos y de jabón, todas provistas de buenos edificios y equipadas con maquinaria moderna. La ciudad tenía también una gran destilería de mezcal, fábricas de azúcar y de aguardiente. Los obreros de la fábrica textil de Jauja fundaron en 1893 una sociedad mutualista y sus colegas de Bellavista realizaron, en 1894, la primera huelga en la historia de Tepic. La segunda ocurrió en Jauja en 1896, y la tercera, en Jauja también, en 1905, año de mucho descontento obrero en todo el país. La cuarta ocurrió en Jauja en septiembre de 1910, en plena agitación política antiporfirista. Faltaban pocos días para la Revolución que buscaba terminar con el orden porfirista y manifestar lo limitado de su indiscutible progreso.

En 1900-1910 el progreso parecía a la vuelta de la esquina en la ciudad de Tepic. La nueva iluminación pública resplandecía desde 1906, se instalaban 24 líneas de teléfonos, agua potable y drenaje; los parques eran ampliados, las plazas lucían quioscos y bancas. Los ricos levantaban mansiones de estilo europeo y los gustos de París estaban en boga entre las élites. Pero el progreso mismo venía subrayando las desigualdades sociales y económicas, con lo que se ahondaba la diferencia entre ciudades y campo, entre ricos y pobres.

Gran parte de la riqueza y del poder estaban en manos de unas cuantas familias de hacendados, banqueros, comerciantes e industriales; en Tepic reinaban unas cuantas familias, en realidad dos casas de negocios, la Aguirre, principalmente, y lejos después la Delius, alemana la segunda, española la primera. Siete familias y dos casas controlaban las 72 haciendas que cubrían 75% del territorio, las minas, las industrias, los negocios. La casa Aguirre controlaba el 60% de toda esta riqueza, y siguió controlándola hasta 1931-1933.

El progreso técnico que se dio entre 1870 y 1910 obedeció a un movimiento mundial, el de la llamada revolución industrial que vendría a modernizar totalmente a México hasta después de 1940. El régimen político porfirista no puede vanagloriarse de sus méritos que en justicia corresponden a la máquina de vapor, a la electricidad y a la ciencia en general. Tampoco tiene la culpa de todos los inconvenientes, a veces mayores, de dicho progreso. A veces éste no acerca a los hombres, sino que los separa, levantando barreras muy altas según se ve en la narración del viajero danés Lumholtz (1896):


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