En la capitulación firmada en Aranjuez el 31 de mayo de 1579, además de convenir
en que "procuraréis que vengan de paz al conocimiento de nuestra santa fe católica
y nuestra obediencia los indios naturales de aquellas provincias" y de hacerle
merced de "señalar para vos hasta dos repartimientos de indios y que gocéis
dellos conforme a la Ley de sucesión; le hace también merced
de os dar provisión nuestra, con poder y facultad bastante para poder encomendar los indios de la dicha provincia que descubriéredes y pacificáredes, entre las personas que me hubieren servido en el dicho descubrimiento y entre los pobladores beneméritos para que gocen los frutos y tributos de los dichos indios conforme a la dicha ley de sucesión, con que habéis de estar advertido de que los pueblos principales, fuertes y cabeceras y puertos de mar han de quedar incorporados a nuestra real corona.
La concesión real, noble en el fondo, degeneró en abuso. El cronista Alonso de León relata que "Carvajal y los suyos, desde la ciudad de León (Cerralvo) hacían entradas, sacaban gente que se vendía bien; sebo con que acudían más soldados que llovidos aventureros". Su sucesor, Diego de Montemayor, fundador de Monterrey, otorgó mercedes de rancherías de indios. Al gobernador Martín de Zavala le fue concedida la misma facultad que a Carvajal, al ser firmada en Madrid la capitulación por Felipe II el 27 de mayo de 1625.