Desde los primeros años de la colonización, se hicieron "entradas" o "mariscadas" para capturar piezas. Muchas veces éstas revistieron el carácter de jornadas "para castigar a los indios rebeldes a la real corona", o para recuperar indios que habían escapado del encomendero.
Al principio no había que ir muy lejos. El cronista anota algunas en la Boca de Leones o en la ribera sur del río Bravo. Mediado el siglo XVII, cuando los indios casi se habían extinguido, las incursiones se hicieron a lugares más apartados; trasponiendo el río Bravo, o generalmente hacia las Tamaulipas y la costa del Golfo.
Para realizar la entrada, el gobernador o alcalde mayor otorgaban la autorización requerida. El visitador, licenciado Barbadillo, descubrió que por estas licencias recibían quienes las otorgaban 50 y hasta 100 pesos; dando las incursiones título o tinte de cristiandad. El solicitante se hacía acompañar de 10 o más amigos alquilados "a peso diario", que se le pagarían con indios a 30 ó 40 pesos cada uno. Si la entrada era oficial, iba una compañía de soldados, con igual retribución. Estos grupos iban "tierra adentro" hasta el lugar habitado por los indios. Para ubicarlos "les echaban espías" y cercaban su ranchería. Amedrentados los indígenas "se daba el golpe" o "el albazo" y se hacía la captura. A tal grado llegaba la desesperación de verse acorralados, que las madres "dan muerte a sus hijos antes de ver que se los llevan". Los varones jóvenes y adultos eran puestos en collera o "lazo corredizo en el pescuezo", o amarrados individualmente; las mujeres y los niños, sueltos.
La paga a los participantes en la entrada se hacía con los indios capturados en un segundo asalto. El reparto se verificaba de acuerdo con el convenio previo, de una a dos piezas cada uno. De estos indios les era otorgado el título, definitivo o temporal. En este último caso, encontramos en 1663 que a Francisco González se le da una india
para que le sirva con prisiones en obrajes y panaderías donde la quisieran tomar y la pueda sacar de este reino y transferir su derecho, con cargo de instruirla en las cosas de la fe para que sea cristiana.
De ese segundo asalto eran reservados el indio o india que se estilaba regalar al gobernador o a otras personas, "fuera o dentro del reino". Al muchacho o muchacha recibidos en pago lo vendían fuera de la provincia.
Para el traslado a las haciendas se les conducía a pie, con gran crueldad y a distancia de hasta cien leguas. Era frecuente que en el trayecto algunos indios llegaran a escapar luego de dar muerte a los españoles con las propias armas de éstos.
No siempre se tenía éxito completo. A veces era muy reducido el número de los indios capturados. En muchas ocasiones, sin embargo, la presa fue abundante. Una de las mayores registradas fue la que se obtuvo en 1662 por el capitán Tomás García. De las 62 piezas del botín, 15 eran "gandules de todas edades"; 18, indias horras; 10, "con crías en los pechos" y 12 muchachas y siete muchachos menores. Como esta entrada fue hecha "en seguimiento de enemigos que han hecho tanto crimen", 35 fueron puestos en libertad, por considerarlos inocentes, y los restantes castigados por delincuentes.
Como caudillos de pacificación o de las jornadas más importantes figuran Gonzalo Fernández de Castro, en 1628; Jacinto García Sepúlveda, en 1635; Alonso de León en 1651; Blas de la Garza en 1653; etc. Este último en diversas relaciones de méritos alega como tales, las salidas "a castigos de la gente rebelada". Se habla en estos documentos de "su experiencia en materia de guerra y conocimiento de las costumbres de los naturales". Con sus jornadas se dice haber evitado alzamientos que pudieran haber sido funestos; también se menciona que éstas se realizaron con "crecido gasto de su hacienda", por las armas, caballos y bastimentos de la campaña; así como por pacificar a los grupos alzados "enviándoles sayal, fresadas, pisiete y otras dádivas". Se subraya además el hecho de que "siempre dio el quinto a Su Majesad de lo mejor de las presas, sin escoger para sí más de aquello que de derecho le tocaba". Se expresa también que hizo las jornadas con soldados "pagados a su costa" y con la participación de sus hijos.