Una de las industrias que más floreció en la transición de los siglos XVIII-XIX fue la del curtido de pieles. Desde muy antiguo las había, pero en 1795 fueron establecidos talleres al oriente de Monterrey. Uno de sus barrios es llamado aún de las Tenerías.
La bonanza pastoril influyó mucho en algunos aspectos de la vida cotidiana regional. El uso del cuero y de las pieles, por ejemplo, tuvo aplicaciones muy diversas. En los siglos XVI y XVII se hacían desde la Nueva España grandes envíos de cuero a Europa para el recubrimiento de las naves (por ello se llamaron acorazados). Con cuero eran fabricados también los petos y corazas militares que sustituían a la cota de malla.
En el Nuevo Reino de León el cuero tuvo también usos múltiples. Se hacían cubetas para uso doméstico o para el acarreo de metales en las minas. También se fabricaron los asientos y respaldos claveteados de sillones, bancas y taburetes. Muy común fue el uso del cuero de res y de las zaleas de carnero como tapetes y aun como cama de la gente humilde; aunque para este fin se emplearon también las pieles de cíbolo o bisonte. Para acostarse, las zaleas eran tendidas con la lana hacia arriba, en el invierno, o con ésta hacia abajo, en el verano. Los cueros de res solían tenderse a manera de alfombra, en el piso, o en los carros y carretas a efecto de atenuar la dureza de la madera en los viajes.