Geografía económica


La economía de San Luis Potosí se ha regido toda su historia por la explotación de los recursos agrícolas y, de manera muy prominente en el Altiplano, por la minería. En los últimos tiempos, algunos centros urbanos del estado se han convertido en núcleos de actividad industrial y comercial.

La Huasteca y buena parte de la región Media son, sobre todo, zonas agrícolas; por lo tanto, sus actividades industriales se encuentran orientadas también al ramo alimenticio. Los cultivos principales de frutales y hortalizas son los vinculados a los cítricos, principalmente a la naranja. En lo que respecta a las hortalizas, hay sitios de producción significativa a lo largo y ancho de estas regiones.

En casi todo el norte del estado se cosechan maíz y frijol mediante sistemas rudimentarios, y por lo regular se trata de zonas de monocultivo y producción de subsistencia; hacia Rioverde y la Huasteca estos cultivos se trabajan con mediano y alto desarrollo tecnológico para consumo nacional. También se produce una buena variedad de forrajes, en especial alfalfa.

Entre los cultivos industrializados y de alto rendimiento cabe destacar la producción de caña de azúcar, café, ajonjolí y girasol en la región Huasteca. Esta misma región manifiesta un importante desarrollo en la actividad ganadera, principalmente en la crianza y explotación de bovinos y ovinos cuya producción llega a los mercados nacionales y extranjeros.

Cerca de la capital potosina, en las colindancias con el estado de Guanajuato, se encuentra una región rica en mantos acuíferos que ha permitido el desarrollo de una cuenca lechera en su mayor parte tecnificada. Por lo que respecta al resto del Altiplano, la principal actividad ganadera se orienta a la crianza de caprinos, por lo regular con el método tradicional del pastoreo.

Otro importante ramo productivo es la explotación de los recursos forestales. En la zona alta de la región Huasteca se producen y explotan numerosas maderas y aglomerados para el consumo nacional e incluso para su exportación. Los llamados recursos forestales de zonas áridas: mezquite, maguey, nopal, candelilla y palma, aunque de explotación y comercialización más moderada, han sido un recurso económico fundamental para la economía de vastas zonas del estado debido a sus múltiples usos (alimentario, combustible, forrajero y maderable).

En la región del Altiplano, gran parte de su historia, como veremos más adelante, parece ligada al descubrimiento y explotación de los recursos del subsuelo. Desde los tiempos de la Colonia se establecieron y fundaron poblaciones enteras, entre ellas la propia capital del estado, con el objeto de extraer metales preciosos. Aunque en la actualidad la actividad minera ha perdido la relevancia que tuvo en otros tiempos, sigue siendo uno de los ramos más importantes de la economía estatal, ya que, como la producción alimenticia de otras regiones, genera una intrincada red de comunicaciones, transporte, comercialización e industrias paralelas y derivadas.

Además de minerales preciosos como el oro y la plata, cuya extracción y yacimientos han disminuido notablemente en este siglo, San Luis Potosí cuenta con otros yacimientos valiosos: cobre, manganeso, fluorita, uranio, fosforita, caliza, azufre, plomo, zinc y estaño. Aunque por su sistema de extracción y beneficio, así como por su origen geológico, el petróleo no se ha considerado parte de la actividad minera y constituye un apartado de los ramos productivos del país, es importante señalar que el primer pozo petrolero de México se excavó en la planicie costera, en El Ébano, y originó estructuras sociales, económicas y políticas que sobreviven en la actualidad.

No podríamos cerrar este capítulo sin señalar siquiera una cadena inquietante de acontecimientos actuales estrechamente ligados a la geografía física y humana del estado y que se suman al cúmulo de contradicciones que se requiere enfrentar para acometer alguna reflexión histórica. Como señalamos párrafos atrás, y por referir un caso característico, las inmediaciones de la Sierra Madre Oriental han sido durante mucho tiempo una fuente importante de actividad y producción maderera de distintos tipos; sin embargo, el uso indiscriminado de los recursos forestales, así como la quema y la tala de bosques para la explotación agrícola y ganadera, han generado en toda la entidad un grave deterioro del hábitat. Grandes extensiones, sobre todo en la región Media, han quedado a merced de la erosión, y de las consecuentes alzas de temperatura, que día a día se convierten en uno de los problemas más patentes del estado. Por otra parte, los centros urbanos han avanzado sobre las zonas de cultivo que los rodeaban y agotan aceleradamente los mantos acuíferos que cada vez es necesario buscar a mayores profundidades. Son precisamente las zonas con mayores recursos naturales, comerciales o de comunicaciones las que se han visto más afectadas por la explotación irracional y la falta de estrategias económicas, políticas y productivas adecuados a mediano y largo plazo. El crecimiento demográfico —en ningún caso alarmante en el estado—, el empobrecimiento de los recursos aparejado con factores sociopolíticos y económicos, como el acaparamiento de los medios de producción y el uso y tenencia de las tierras, han provocado con el tiempo un cambio radical en las oportunidades de trabajo y el bienestar de la población. Al reducirse las fuentes de empleo en el campo, mucha gente ha emigrado a las ciudades, con la consecuente pérdida o desvanecimiento de sus costumbres. El éxodo no ha parado ahí: San Luis Potosí es uno de los estados de la república con más alto índice de emigración. La mano de obra que no encuentra empleo en el estado se ha vuelto indispensable para el trabajo agrícola e industrial itinerante de todo el país e incluso traspasa nuestras fronteras y llega hasta Illinois, Texas y California, donde habitan comunidades importantes de origen potosino.

Cabría, entonces, agregar una reflexión en torno al equilibrio. La naturaleza lo encuentra a fuerza de cambios graduales y ajustes cuyo dinamismo muchas veces no advierte el ser humano; he aquí, pues, el verdadero asunto: la percepción de estos cambios y la relación con los mismos es una cuestión cultural que cada vez se aleja más del ejercicio y las costumbres del hombre contemporáneo. Cuando los fenómenos físicos y el desgaste de los ciclos naturales se vuelven irreversibles, particularmente por la influencia desestabilizadora del ser humano, el estudio de las experiencias históricas se convierte en instrumento irrenunciable para la construcción de nuevas y más adecuadas perspectivas políticas, económicas, sociales y culturales.


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