"Cosas que ha tiempo estáis palpando"


El régimen centralista de Santa Anna afectó al gobierno de San Luis Potosí, encabezado por Ignacio Sepúlveda. Este gobernador tuvo que abandonar su cargo por oponerse, con el Ayuntamiento, a la cesión de los fondos que sustentaban el Hospital de San Juan de Dios, mismos que Santa Anna solicitaba y consiguió para sus gastos de gobierno y guerra. Desde 1842 hasta el inicio de la guerra con los Estados Unidos, se sucedieron en el gobierno de San Luis el general Ignacio Gutiérrez, el general José María Rincón Gallardo, el general Manuel Romero, el general Francisco González Pavón, el general Juan V. Amador, José María Flores y José María Otahegui. Todos gobernaron en un periodo de apenas cuatro años y fueron promovidos o removidos de acuerdo, sobre todo, con la voluntad de Santa Anna. Así se despidió de los potosinos, en marzo de 1843, el gobernador José Ignacio Gutiérrez:

la rápida decadencia del comercio y de todos los giros, el abatimiento consiguiente de las artes y oficios, el poco lisonjero estado de la minería, la disminución de brazos, o más bien, la falta de objetos en que emplearlos; todas estas son cosas que ha tiempo estáis palpando y cuyas causas, independientes de vuestras inmediatas autoridades, es imposible tampoco que se os oculten. ¿Quién no ve nacer de tan funestos como seguros principios, la ruina de la agricultura, la paralización del tráfico interior por la escasez de consumidores, el aumento del contrabando, el desarreglo de las rentas públicas, y por último, la nulidad absoluta del erario? [...] Si no hubiera que atender caso al mismo número de empleados que en tiempos bonancibles, si entre otros poderosos motivos no obligase la guerra de Texas al gobierno de la República a sostener en esta capital una guarnición mayor que en otros muchos puntos.

Gutiérrez, que no era oriundo de San Luis, sostenía una opinión general en la que la atmósfera de incertidumbre política permeaba toda la capacidad del ejercicio gubernamental; su diagnóstico, ciertamente irrefutable, parece contrastar con la imagen más pragmática de algunas autoridades locales que, concentradas en los asuntos de su región, se inclinaban a la ejecución de planes de gobierno a la manera de los establecidos, aunque muy pobremente llevados a la práctica por los proyectos republicanos originales. Por ejemplo, el prefecto de Tancanhuitz, José María Díaz, rindió en enero de 1842 un informe general de la región huasteca. En él recomendaba una limpia general de los ríos, promover el comercio con Tampico, la producción agrícola, la extracción del piloncillo, la siembra del frijol, maíz, arroz, la recolección de zarzaparrilla, la venta de cueros, la elaboración de aguardiente de caña, la cría de cerdos, la producción de almidón a partir de la yuca, la explotación de las maderas finas y la exportación del palo del moral. Mencionaba la pesca en Axtla que se enviaba a México y a otros puntos, tales como el robalo, la curbina, el bobo, la lisa y otros pescados de agua dulce. Declaraba que se habían repartido cafetos a los indígenas, procedentes de los almácigos de Tancanhuitz y de San Antonio. Se sembraba algodón, vainilla, había cera blanca en los colmenares y otros productos aparte de la ganadería. Todo ello indicaba el potencial productivo y comercial de la región.

Estas expresiones se consideraban, se sostenían y volvían a perderse en la creciente maraña de la principal encrucijada del país: la inminente guerra con los Estados Unidos, que sobrepasaba cualquier proyecto material de gobierno. Los numerosos pronunciamientos que repercutían en los relevos, los traspasos de poderes y la agitación constante tanto en la escena nacional como local, parecerían indicarnos que sus protagonistas desatendían el problema más relevante; sin embargo, no era así. Parte de la disputa giraba en torno a la actitud más adecuada para enfrentar la guerra: la posición centralista o federalista. La caída de los generales Canalizo y Santa Anna, el ascenso y descenso de José Joaquín Herrera, el triunfo fugaz del general Paredes que, para lograrlo, regresó desde San Luis Potosí acompañado de las tropas que en realidad debían ir a la campaña del norte, el arribo del general Mariano Salas que despojó a Paredes del poder para entregarlo finalmente y de nueva cuenta al general Santa Anna y a Valentín Gómez Farías, son hechos que influyeron en la incapacidad de las élites gobernantes para elegir una estrategia acertada de política militar ante la invasión estadounidense.


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