El desmantelamiento del cedillismo provocó que durante un lustro el gobierno del estado quedara en manos de autoridades militares que no tenían ningún consenso interno y que en rigor dependían del poder central. Los campesinos cedillistas, temerosos de las políticas represivas, se replegaron y sin la presencia de su dirigente abandonaron cualquier intención de organizarse políticamente; tuvieron que esperar cerca de 20 años para volver al escenario público. Los obreros que habían cumplido un papel preponderante junto a los maestros en la erosión del poder cedillista, tuvieron que adaptarse a los cambios de la política nacional que abandonaba la lucha de clases y las posturas más radicales de Lombardo Toledano, por los nuevos planteamientos de Unidad Nacional del avilacamachismo. Las palabras de un dirigente obrero de la ASARCO de San Luis Potosí son elocuentes: "Cuando Ávila Camacho dijo que era católico, Gonzalo N. Santos se convirtió en su acólito". Los sectores medios, particularmente los de la capital del estado, no tardarían en surgir. Por lo pronto, durante la década de los cuarenta el poder regional se desplazó de Ciudad del Maíz a la Huasteca potosina. El horizonte de la industrialización sustituyó la reforma agraria. Gonzalo N. Santos, que había participado intensamente en la creación del PNR (ya para esa década PRM, a punto de llamarse PRI), fue el eslabón entre el proceso de centralización del aparato político burocrático y la región potosina, donde había consolidado su fuerza económica y política desde la Huasteca. Era también el tránsito de un gobierno de militares a uno de civiles. Santos expresó ambos rasgos, el rural y el urbano, el militar y el civil, el centralismo y la región; su síntesis fue un ejercicio autoritario en el que la formación de instituciones quedó condicionada a su arbitraje; las consecuencias fueron la aplicación de políticas públicas cargadas de arbitrariedad y, en sus excesos, de violencia, una mezcla de violencia institucional y personal. La estabilidad política, el orden interno, fueron sus cartas fuertes en las negociaciones políticas para renovar, con el centro, cada sexenio, sus intereses.
La década de los cuarenta, de la segunda Guerra Mundial, y los cincuenta, de la utopía de la industrialización, del civilismo y modernización del autoritarismo, como nombraron a sus obras Blanca Torres y Luis Medina, fueron en San Luis Potosí la etapa de formación de un nuevo cacicazgo y de redefinición de los espacios económicos sociales.
Como gobernador (1943-1949), Gonzalo N. Santos aplicó una política pública muy distinta a la del periodo cedillista. Su régimen impulsó obras materiales importantes, algunas iniciadas antes de su gobierno pero que él concluyó, como la nueva estación de ferrocarril, que subrayaba la importancia del gremio ferrocarrilero. Durante su periodo se construyeron la Escuela Normal del estado, la Presa del Peaje y dos mercados importantes en la ciudad de San Luis Potosí, el Hidalgo y el Tangamanga. En 1946 se inauguró en esa ciudad el Hospital Central que prestó grandes servicios y, como hospital escuela, reforzó la calidad de la enseñanza de la medicina en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.
El prestigio social de los médicos se manifestaba en San Luis y en otras regiones del país. Su influencia se extendía mas allá de los límites de su profesión. No pocas universidades del país tenían como rectores a médicos de renombre. Ésta era también otra señal de que los sectores profesionales comenzaban a tener un peso social. En la inauguración del Hospital Central, uno de sus fundadores y quien había sido rector de la Universidad potosina, el doctor Ignacio Morones Prieto, se refirió al gobernador Gonzalo N. Santos como "gobernante comprensivo y humano [...] de él no hemos recibido sino constantes deferencias, sabios consejos y la ayuda material y moral que tanto habíamos menester". Sus palabras, propias de ciertos rituales cívicos, contrastaban con las publicadas tres años antes en un manifiesto estudiantil firmado por dirigentes universitarios en la ciudad de México, entre ellos Jesús Reyes Heroles, Rogelio Álvarez y Raúl Merino Ramos, quienes afirmaban: "La juventud de México se opone a la resurrección del más tenebroso político, Gonzalo N. Santos, conocido como un criminal sanguinario; no debe ser gobernador de San Luis Potosí".
Cuando Santos llegó a la gubernatura del estado no encontró una oposición significativa, sólo manifestaciones aisladas de rechazo por parte de los medios universitarios y, particularmente en San Luis Potosí, de los sinarquistas. Salomón H. Rangel recuerda: "En 1942 hicimos en el barrio de San Miguelito un mitin de protesta contra Gonzalo N. Santos que encabezó Alfonso Trueba [...] el sinarquismo le reprochaba su participación en la política en 1929 contra Vasconcelos".
La segunda Guerra Mundial y la atmósfera política interna del país permitieron que su gobierno transcurriera sin obstáculos serios. La economía local se vio favorecida por la demanda de materias primas en los Estados Unidos; productos del estado como casimires, mezclilla, guantes, fibras duras y hasta ciertas industrias particulares como Canel's, fabricantes de dulces, tuvieron en esos años un crecimiento notable. El mismo acuerdo sobre braceros de 1942 permitió que los trabajadores potosinos, casi todos de origen campesino, emigraran temporalmente a los Estados Unidos.
Para fortalecer su posición política en la capital potosina, Santos siguió dos caminos. Por un lado, fomentó la obra pública en la ciudad, en la que destacó la inversión de cerca de 12 millones de pesos con un sustancial apoyo federal para construir un sistema de agua y drenaje. Por otro, se abrogó, como un derecho que no se compartía y cuya legitimidad estaba en sus ''orígenes revolucionarios'', el derecho de exclusividad sobre los asuntos políticos, que reforzó con el cultivo del culto a su personalidad. Al cumplir su primer año como gobernador se organizaron varios festejos a los que asistieron políticos locales y nacionales. Se creó una comisión organizadora; la banda de música del estado, acompañada de las bandas de sindicatos y escuelas así como de mariachis, le cantó las mañanitas. La XXXVIII Legislatura del estado celebró una "solemnísima" sesión a las 11 horas en la que fue recibido el jefe del ejecutivo por las autoridades municipales, militares y los representantes del comercio y la industria. En la noche se festejó con bailables y juegos pirotécnicos.
Unos días después, la Cámara Nacional de Comercio le ofreció una cena de honor. Asistieron cerca de 200 invitados, entre ellos el cónsul de los Estados Unidos en San Luis y algunos que, años después, participarían políticamente en la oposición a su cacicazgo.
En ese mismo mes de octubre de 1944 promovió que el Congreso del estado emitiera un decreto para honrar la memoria de Pedro Antonio de los Santos, su hermano, maderista que fue asesinado en los primeros años de la revolución de 1910. El decreto declaraba a Pedro Antonio de los Santos hijo ilustre del estado y mártir de la Revolución mexicana; el día de su fallecimiento, 31 de julio, se declaró fecha de duelo en el estado; se ordenaba publicar su biografía para repartirse en todas las escuelas del estado.
Gonzalo N. Santos también convirtió las "celebraciones" de su onomástico en actos políticos. El 16 de enero de 1945, la prensa publicó las fotografías de su cumpleaños. La fiesta se celebró en su hacienda de El Gargaleote en Tamuin, San Luis Potosí; asistieron los gobernadores de Nuevo León, Tamaulipas y Zacatecas, así como algunos generales estadounidenses, representantes del gobernador de Texas y políticos potosinos.
El ejercicio de una política pública y el proceso institucional que vivió el país en esos años quedó sometido así a la identificación de su personalidad; él era la voluntad misma del poder, el jefe máximo en la entidad. La política, el ejercicio de la política, era su propiedad. Un obrero de esos años recuerda que en una ocasión les dijo: "el trabajo tú, la política yo", y lo mismo relataba José I. Hernández, que les decía a los demás "el comercio tú, la política yo", "la religión tú, la política yo". A cambio de aceptar esas reglas, esa "cultura de la imposición", Santos tenía que garantizar ciertos beneficios que hicieran palpable la funcionalidad de su gobierno:
Durante el gobierno de Santos en la Cooperativa Atlas no recibimos presiones [...] aumentaron [...] las prestaciones de los trabajadores en todos los sentidos: se compró un terreno para construir lo que sería la primera sección de casas para los cooperativistas [...] se construyeron 44 casas con todos sus servicios de urbanización [...] ya todo mundo comentaba y sabía que en la Fábrica Atlas existía la plana mayor del Partido Comunista Mexicano [...] Santos dijo en una ocasión a compañeros del Consejo, que los comunistas eran más definidos y más leales que los sinarquistas y de menos peligro los comunistas que los sinarquistas. Nosotros los calificábamos como residuos de los cristeros y ese mismo criterio tenía Santos.
A diferencia de Cedillo, su relación con los sectores urbanos fue continua, aunque no descuidó sus bases locales en la Huasteca, donde también aplicó una considerable inversión pública en caminos, servicios y escuelas. A fines del segundo año de su gobierno declaró al poblado de Tampamolón capital del estado durante los días en que los tres poderes permanecieron en dicho lugar, mientras se exhumaban los restos de su hermano Pedro Antonio para trasladarlos al cementerio de El Saucito en la ciudad de San Luis Potosí. Santos, al igual que lo hizo Cedillo con Palomas, convirtió prácticamente su propiedad rural de El Gargaleote en la casa de gobierno. La sociedad de la capital durante los años de su régimen no expresó animadversión a su persona, como lo hizo con Cedillo, a quien llamaba "el general huarache"; Santos era un criollo que podía compartir la misma mesa. Su presencia en las celebraciones de La Lonja, el club social de la élite de la capital lo confirmaba. "El 23 de enero de 1945, dando cumplimiento al acuerdo de 1889, la Directiva (de La Lonja) extendió al gobernador del estado, don Gonzalo N. Santos, su nombramiento como socio honorario".
Pero en abril de ese mismo año otros sectores sociales mostraban ya signos de inconformidad: "Dos mil potosinos, campesinos en su mayor parte, pero sin faltar los jóvenes [...] saldrán en doliente caravana hacia la ciudad de Querétaro para pedir un contrato, ya que en Aguascalientes se ha fracasado, por la descarada venta de oportunidades para ser tomado siquiera como candidato a bracero", anunciaba El Heraldo, un periódico local. Los trabajadores potosinos que querían ir a laborar a los Estados Unidos organizaron los primeros mítines de descontento por la forma en que las autoridades potosinas atendían sus demandas. El mismo diario publicó que "uno de los dirigentes del grupo [...] nos dijo que el motivo del movimiento se debía a que el señor Gobernador Gonzalo N. Santos les dijo que de la capital del estado no saldrá ningún bracero o trabajador contratado por compañías norteamericanas, porque aquí hay mucho que hacer. En la junta que tuvieron con el señor Gobernador, éste les prometió trabajo a todos, pero los sueldos no sirven ni para un matrimonio carente de hijos". Santos les había ofrecido a los aspirantes a braceros emplearlos en el ingenio Agua Buena, en los caminos carreteros que se construían en diferentes regiones y en las obras de drenaje que se llevaban a cabo en la ciudad.
En esa ocasión, los manifestantes leyeron una carta que le escribieron al gobernador de Querétaro, esperando que éste si los ayudara para que los contrataran como braceros, merced a "la benevolencia y ayuda" que no encontraban en su propio estado.
Hacia el final de su gobierno y a pesar del control que había ejercido sobre el sector obrero a través de la CTM, se comenzaron a expresar signos de malestar; Manuel de Lira cuenta que "[participamos] en el desfile del l° de mayo de 1948 [...] nuestra columna independiente con organizaciones como [las fábricas] Atlas, España Industrial, San Felipe, Ambos Mundos, Textiles de Soledad, ferrocarrileros, mineros, electricistas, maestros y otras, registrando un mayor contingente que la CTM que contrastaba sus consignas de apoyo a la industrialización y de la colaboración de clases en contra de las nuestras de condena al gobierno". Lo que comenzaba a vislumbrarse en San Luis Potosí era la formación de una nueva red social que tendría su centro de gravedad en el municipio de la capital donde se concentraban las principales plantas industriales y donde se había consolidado una clase media que no respondía a la tradición autoritaria que representaba Santos. En la década de los cincuenta, esta clase cuestionó profundamente el papel que ejercía en el estado Gonzalo N. Santos, quien ya había dejado de ser gobernador. Al término de su periodo, en 1949, Santos no se retiró del poder; promovió la elección del nuevo gobernador, Ismael Salas (1949-1955), y no dejó de controlar los hilos de la política en el estado. Se presentaba en los actos públicos al lado del nuevo gobernador, como el gran benefactor de la población potosina. No eran las instituciones de gobierno ni el mismo PRI, sino él quien representaba al Estado mexicano en San Luis Potosí. Así, la institucionalidad política en el estado se vio frustrada por el ejercicio de su cacicazgo. Desde El Gargaleote siguió tomando decisiones que de hecho correspondían a las autoridades gubernamentales o municipales.
A principios de los cincuenta fueron otra vez los sinarquistas quienes se movilizaron para repudiar su presencia en la vida política de la localidad. David Lomelí escribió: "Para combatir el cacicazgo santista en San Luis, que tuvo como divisa la 'ley de los tres ierros' [encierro, entierro o destierro], el Comité Nacional Sinarquista destacó a Ignacio González Gollaz [quien lucharía junto a] Francisco Ramírez Vázquez, Otilio González, Salomón Rangel, Mario García Ramos y Jesús González".
En 1952, la dirección sinarquista se entrevistó con Santos, quien "empezó amenazando diciendo que a él todavía no se le quitaba el olor a pólvora y que la vida de los dirigentes sinarquistas podía correr peligro". Era del conocimiento público que contó con gatilleros (el más conocido era "el Mano Negra") en su carrera política, y se decía que con ellos ahuyentaba a quienes se le enfrentaban en la arena política; algunos notables panistas y aun algunos miembros del PRI habían preferido dejar San Luis Potosí y dirigirse a la ciudad de México. Si bien los sinarquistas y Santos no llegaron a acuerdo alguno, se acabó la campaña política contra el cacicazgo santista.
El señor obispo de San Luis hizo unas declaraciones contra la lucha que el sinarquismo había emprendido contra Santos e Ismael Salas. Declaraciones donde decía que la Iglesia no había recibido represalias ni de Santos ni del gobernador, que el clero estaba agradecido [...] que les había devuelto el edificio donde [...] está la Asociación Católica Mexicana y que por lo tanto el clero condenaba la lucha sinarquista contra esas dos personas y eso nos hacía parecer, si no acatábamos las recomendaciones del obispo, como si estuviéramos en contra de la jerarquía eclesiástica [...] y se dio la orden de que se suspendiera la campaña contra Gonzalo.
En realidad, el sinarquismo en San Luis, que tenía alguna presencia en los barrios tradicionales de la capital y en varias poblaciones, no era una fuerza social capaz de enfrentar el poder político de Santos.
INEGI
, 1994,
p. 23. INEGI
, 1994,
p. 37 INEGI
, 1994,
p. 355-356. INEGI
, 1994,
p. 215. FUENTE. Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, Estadísticas
históricas de México, I, México, INEGI
, 1994, p. 377-378.
INEGI
, 1994,
p. 125-126. Para esas fechas, la ciudad de San Luis Potosí y sus zonas aledañas alcanzaban los 162 000 habitantes y el estado contaba con una población de 856 000. El establecimiento de embotelladoras de refrescos como Coca Cola, Pepsi Cola y Aga respondía a un crecimiento urbano cuyo equivalente en el campo eran los ingenios de la Huasteca Potosina. La inauguración, en 1951, de una tienda de la cadena Sears Roebuck, la construcción de dos grandes cines, El Alameda en 1941 y El Avenida en 1947, el inicio de operaciones de la compañía Distribuidora Potosina de Gas, en 1944, así como de distribuidoras de diferentes marcas de automóviles y otras empresas comerciales, comenzaron a trazar los rasgos de una sociedad urbana más compleja, los perfiles de la modernidad que se expresaban ya en las demandas y expectativas de una cultura civil que iba a definir las nuevas reglas de convivencia y trato con los poderes políticos.