La era de Cañedo terminó con la primera década del siglo XX
y su conclusión constituye un momento adecuado para observar los cambios operados en la sociedad sinaloense; transformaciones profundas, efectos de un proceso secular que en el noroeste se inició con las reformas borbónicas y culminó con la aplicación de la reforma liberal. Muchas de estas alteraciones no fueron previstas ni queridas por los reformadores liberales, y en estas innovaciones reconocemos ya el rostro de la Sinaloa contemporánea. Sinaloa entró en la modernidad del momento, la que impulsaba el sistema capitalista y consideraba como la única vía posible para que los pueblos no industrializados alcanzaran la prosperidad de que disfrutaban Inglaterra, Francia, Alemania o los Estados Unidos. En Sinaloa avanzó el establecimiento de las relaciones económicas y sociales propias del sistema capitalista, pero no apareció la prometida prosperidad.
El cambio más significativo fue, tal vez, el de la agricultura. En muy poco tiempo se introdujeron las técnicas más avanzadas para cada una de las fases de esta actividad productiva; el principal cultivo fue el de la caña de azúcar para alimentar a los nuevos ingenios, y cuya producción se destinaba a numerosos mercados, dentro y fuera de la nación. La transformación de la agricultura requirió la concentración de grandes extensiones de tierras en las manos de pocas empresas; el gobierno mexicano favoreció la formación de estos latifundios, aunque algunos fueran tierras de las comunidades indígenas desde tiempo inmemorial. Los indígenas despojados y muchos otros sinaloenses desposeídos se transformaron en trabajadores asalariados en los campos y en las fábricas de las empresas azucareras que, por cierto, eran estadunidenses.
También hubo avances en la tecnología minera y de comunicaciones. La mecanización del trabajo en las minas y en las haciendas de beneficio trajo el aumento en la producción de metales preciosos y de los industriales, aunque la demanda de estos productos decayó mucho en el mercado internacional, Más profundas fueron las repercusiones de la innovaciónes en las comunicaciones; al final de la era de Cañedo estaban construidos los ferrocarriles sinaloenses (mapa X. 1), en especial el Southern Pacific, que comunicó las comarcas del estado y las unió con la frontera norte de un modo seguro y rápido que permitía la exportación de productos agrícolas frescos. Los ferrocarriles también se construyeron con capitales estadunidense y para servicios de los inversionistas extranjeros.
La modernización de Sinaloa ocurrió en la planicie donde eran posibles el tendido de vías y la agricultura mecanizada. Las tierras altas quedaron al margen de estos avances, excepto en los puntos donde la minería recibió inversiones extranjeras. Se esbozó entonces la división longitud del estado: la Sinaloa del progreso, es decir, la de la planicie y el litoral, y la Sinaloa atrasada de la zona serrana, configuraciones que en buena medida subsiste hasta el presente. Una Sinaloa tradicional que permanece cercana a la formas de vida de la época colonial, y una Sinaloa renovada y fuertemente ligada a los intereses de la economía estadunidense.
Como se programa en los discursos oficiales de los gobiernos federales y estatales, la transformación de la economía produjo muchos beneficios, mas no para todos los sinaloenses. Los más abundantes fueron para los dueños de los capitales que aquí se invirtieron, y que eran estadunidenses en su gran mayoría. La elite de la sociedad local participó en las innovaciones y también en los beneficios económicos, pero la inmensa mayoría del pueblo no tuvo acceso a los beneficios; para ellos sólo había cabida como trabajadores en las empresas capitalistas. Ciertamente que convenía tener una fuente de trabajo, pero cuando la remuneración era tan raquítica como en los tiempos de Cañedo, resultaba una nueva manera de sujetar a los trabajadores al servicio de los poderosos. La brecha entre los grupos sociales se profundizó; se hicieron más evidentes las diferencias entre las condiciones de vida de los grupos privilegiados y las de la gran masa de trabajadores.
Al final de la era de Cañedo, la reducida elite de Sinaloa gozaba de las ventajas del progreso, pero la gran mayoría del pueblo desposeído sufría la pobreza y la represión del régimen cañadista, y la tensión social se acumulaba. Para saber si los desposeídos eran conscientes de la situación que vivían, disponemos del testimonio de la cultura popular que creó la figura de los "bandidos generosos", que despojaban a los ricos para socorrer a los pobres. En efecto, la tradición sinaloense guarda viva la memoria de dos individuos a los que celebra como héroes: Heraclio Bernal y Jesús Malverde, ambos surgidos de los estratos bajos de la sociedad cañedista y que perdieron la vida a manos de los opresores por el delito de servir a los pobres, según dijeron sus contemporáneos.
Heraclio Bernal, llamado el Rayo de Sinaloa, fue un minero de Guadalupe de los Reyes que se rebeló contra los patrones y contra el gobierno, y operó en la región de Cosalá y en el sur del estado, entre 1879 y 1888. Al frente de un grupo armado, Bernal caía de improviso sobre mineros, comerciantes y hacendados para despojarlos de sus riquezas, que distribuía entre sus seguidores y los pobres; solía también humillar a los ricos y poderosos, para regocijo del pueblo. Iniciaba una rebelión formal contra el gobierno porfiriano cuando fue apresado y muerto por la policía de Cañedo.
Jesús Malverde actuó en la ciudad de Culiacán y sus alrededores, donde robaba a los poderosos señores de la elite cañedista para repartir el botín entre la gente necesitada. La tradición recuerda a Jesús Malverde como a un hombre valiente y arriesgado, que actuaba de modo tan audaz y habilidoso que irritaba a sus perseguidores y divertía al pueblo. Malverde actuó a principios de siglo y murió joven; una versión afirma que sufrió un accidente, por lo que pudo ser apresado y ejecutado por la policía, y otros dicen que murió de enfermedad y que los esbirros de Cañedo fusilaron el cadáver.
La leyenda de los bandidos generosos en Sinaloa apareció en la época de Cañedo y aún se cantan los corridos de Heraclio Bernal y la figura del Rayo de Sínaloa sigue inspirando a dramaturgos y novelistas. En la ciudad de Culiacán está el santuario de Jesús Malverde, donde la gente humilde le rinde culto, como a los santos católicos, y acude a pedir su protección y favores milagrosos. Heraclio Bernal y Jesús Malverde son dos figuras creadas por el pueblo de Sinaloa como una manifestación de sus angustias y de sus anhelos. No es casualidad que ambos correspondan a la era de Cañedo, que expresen el gozo de los pobres por la humillación de los ricos y la restitución de las riquezas injustamente acumuladas.
El general Francisco Cañedo murió en Culiacán el día 2 de junio de 1909 y dejó de Sinaloa la herencia de una economía que empezaba a progresar, excesivamente ligada a los intereses de los estadunidenses, sustentada en la explotación de los trabajadores sinaloenses y en un régimen represivo que anuló los derechos políticos del pueblo. Pronto vendría la violenta reacción de los desposeídos, como ya se manifestaba en otros lugares del país.