Al arribar a la gubernatura, Leobardo Reynoso se propuso convertir a la producción agropecuaria en el motor del crecimiento económico. Sin embargo, las enormes carencias de infraestructura impidieron que este objetivo se cumpliera.
En efecto, durante el periodo del gobernador Reynoso la agricultura resintió con toda su fuerza las variaciones climatológicas. La producción en la zona que recibió el beneficio de las obras de pequeña y gran irrigación contribuyó de manera importante a reducir los problemas de abasto del mercado zacatecano. Empero, el campo era incapaz de producir los ingresos suficientes para el sostenimiento de la población rural.
La emigración se convirtió entonces en una válvula de escape al desempleo y el subempleo. La política del gobierno reynosista fue apoyar la emigración temporal a los Estados Unidos, la cual no era sólo un paliativo, sino que, a su juicio, reportaba beneficios a la economía en su conjunto, dado el monto de los envíos realizados por los trabajadores.
Una decisión del gobierno federal definió el destino de la agricultura en la entidad. Cuando José Minero Roque fue informado por el presidente Miguel Alemán del papel que Zacatecas desempeñaría dentro de la estrategia de desarrollo de la producción agrícola en el país, la especialización en granos básicos parecía natural.
En los años de crecimiento acelerado de la economía nacional, que a partir de 1949 comenzó a superar todos los niveles que en términos de producción, ocupación e ingresos monetarios se habían registrado en la historia del país, la demanda de granos básicos había crecido de manera acelerada, no sólo por el aumento de la población, sino por los crecientes requerimientos de la industria. Era necesario por lo tanto apoyar su producción, y para ello se pretendía poner en marcha un programa de estímulos.
La situación empero fue bastante distinta. Las necesidades de divisas para apoyar el proceso de industrialización del país, en el momento en que una nueva crisis internacional, la guerra de Corea, creaba un estímulo a la exportación, orientó en otro sentido la política agrícola.
La suerte de las zonas temporaleras productoras de granos básicos para el abastecimiento del mercado interno se evidenció dramáticamente en Zacatecas, que quedó al margen de los programas de crédito y las inversiones federales destinadas al campo. En muy poco tiempo pudieron palparse los costos sociales de este abandono.
En el último tercio de los años cincuenta, Zacatecas vivió una profunda crisis económica. La escasez de lluvias y las heladas menguaban los de por sí reducidos rendimientos de la agricultura, lo que hizo pensar al gobierno y a buena parte de los zacatecanos, que la agricultura no podría ser una base firme del crecimiento económico.
Años más tarde, el ingeniero Pedro Ruiz González, gobernador durante el periodo 1968-1974, basado en su experiencia profesional, buscó definir las limitaciones y perspectivas de la agricultura zacatecana e intentar soluciones a largo plazo. Desde su perspectiva, el problema principal era el agua. El aprovechamiento eficiente y racional de los escasos recursos acuíferos de la entidad fue una preocupación respecto a la cual el gobernador buscó sensibilizar a los productores del campo. Se continuó la perforación de pozos profundos y se experimentó con el sistema de riego por goteo. Mediante el empleo de estas técnicas pudo desarrollarse el cultivo de frutas y hortalizas, productos que tenían mayor valor en el mercado que cultivos tradicionales como el maíz y el frijol. La diversificación de cultivos lograda en estos años puso de manifiesto que a pesar de la aridez, Zacatecas puede aspirar a un mejor futuro agrícola.
Las ventajas de apoyar el crecimiento de la agricultura e iniciar la industrialización de los productos del campo fueron tempranamente reconocidas por el siguiente gobernador, el general Pámanes. Pero es la presión política ejercida por los campesinos organizados en el FPZ
el elemento que explica la notable ampliación de la superficie dedicada a la agricultura y el apoyo técnico brindado a los campesinos zacatecanos para mejorar el nivel productivo. Bajo la coordinación del Centro de Investigaciones Agrícolas del Norte-Centro (que comprendía los estados de Durango, Zacatecas, Aguascalientes y San Luis Potosí), se creó la región productora de frijol más importante del país. Si bien los rendimientos por hectárea en Zacatecas seguían estando muy por debajo de los obtenidos en los otros tres estados, el número de hectáreas dedicadas al cultivo daba un gran peso a la producción
zacatecana.
Cuando el gobierno federal intentó imprimir una dirección más racional a su acción por medio de la planeación, el estado de Zacatecas fue uno de los primeros en poner en marcha su plan de desarrollo, el Plan Zacatecas, adoptado durante la gestión del gobernador José Guadalupe Cervantes Corona.
La posibilidad de aprovechar nuevas fuentes de inversión en la agricultura fue una de las mayores aportaciones del ejercicio de planeación en la entidad. Con la canalización de parte de los envíos de los trabajadores migratorios a sus familias se logró la compra de maquinaria e insumos agrícolas, se adquirieron tierras y se ensayaron nuevos cultivos, principalmente de frutales.
La sociedad zacatecana enfrentaba el reto de aprovechar la coyuntura para encontrar el dinamismo que le permitiera atenuar los efectos de la crisis que vivía el país. Más aun, en condiciones sumamente adversas, los zacatecanos deberían acelerar el paso para cerrar la brecha que los separaba de un buen número de las entidades federativas. Remontar esta situación exigía mantener la perspectiva del mediano y largo plazo.
Para lograrlo, desde el inicio de su gestión el gobernador Genaro Borrego estableció los lineamientos del Plan Zacatecas para el periodo 1986-1992. En el nuevo documento se asentó la voluntad de que el estado se sumara a los cambios que se imprimían al modelo de desarrollo económico del país, concretamente a la búsqueda de una mayor vinculación con el mercado externo, por el cual Zacatecas podría colocar en el mercado exterior parte de su producción de frutales, hortalizas y flores; aumentar sus exportaciones de productos pecuarios y favorecer el establecimiento de empresas maquiladoras.
El gobierno estatal intentaría sumar a Zacatecas al cambio estructural de la economía mexicana por medio del apoyo decidido a la tecnificación de la agricultura. La agricultura de temporal recibiría atención inmediata con el fin de aumentar el uso de semillas mejoradas, fertilizantes y, en donde fuera posible, la mecanización. Se buscó impulsar el crecimiento del sector agropecuario; y esto se hizo con base en referencias concretas: Zacatecas aspiraba a ampliar su contribución a la producción de alimentos básicos, pero simultáneamente se perseguiría la diversificación de la producción agrícola, que ya había dado muestras de sus potencialidades con los avances en la producción de frutales en áreas temporaleras. Por ello la acción se orientó a apoyar un mejor aprovechamiento de las tierras por medio de la combinación de cultivos.
La economía zacatecana creció a lo largo de la década de los ochenta, y lo hizo a un ritmo mayor que el de la economía nacional, que sufría los efectos de la crisis financiera e industrial. El comportamiento del sector agropecuario y de la minería explican que la economía zacatecana haya crecido ininterrumpidamente durante el periodo más agudo de la crisis (1982-1987). Zacatecas no fue una excepción, ya que otros estados también registraron tasas positivas de crecimiento económico durante ese periodo; pero sí fue un caso ejemplar porque pudo sostener el ritmo de crecimiento a lo largo de los ochenta y los dos primeros años de la siguiente década.