VIII. ORGANISMOS SIMBIONTES EN LOS ARRECIFES DE CORAL

LOS arrecifes de coral son comunidades cuyas especies dominantes son las madr�poras, seres delicados que necesitan, para prosperar, aguas muy puras, con corrientes e intensamente iluminadas y, por lo tanto, poco profundas. Estos organismos tienen su esqueleto calc�reo r�gido, de formas muy distintas y en �l se implantan los p�lipos de la colonia. Acompa�ando a las madr�poras se encuentran una gran cantidad de seres vivos tanto vegetales como animales, llamados simbiontes del arrecife coralino, entre los que se establecen diversos tipos de relaciones biol�gicas: unos se ayudan, otros compiten, otros m�s son indiferentes, algunos se persiguen, y as� se sucede una activa vitalidad en el arrecife.

Estas caracter�sticas han hecho que todos los observadores de los jardines sumergidos que son los arrecifes de coral convengan en que lo m�s sorprendente es la riqueza de tonos y matices del arrecife mismo, as� como la de la inmensa y animada poblaci�n que aparece y se oculta entre sus frondas y complicado ramaje, para reaparecer de nuevo con gran actividad, como la de los pececillos que se persiguen y se acechan en un inquietante y animado ir y venir inacabable.

Los tonos del paisaje submarino var�an hasta lo infinito, lo mismo que los de sus habitantes que le dan la vida. Igual variedad existe en la manera en que disponen los organismos sus elementos crom�ticos fundamentales y que los definen y los caracterizan. Con raz�n los investigadores que descienden repetidas veces en estas bellas zonas de los mares expresan que se pintar�an miles de cuadros sin que el artista tuviese que repetir un solo color; la composici�n variable hasta lo infinito siempre es distinta en los diversos lugares explorados; las especies de organismos que animan la escena son ricas en forma y color.

En los arrecifes viven infinidad de algas, especialmente las calc�reas, que contribuyen, en cierto modo, a la consolidaci�n e incremento de la formaci�n coral�gena. Las clorofitas o algas verdes se localizan en las zonas m�s iluminadas del arrecife; son comunes entre ellas las del g�nero Acetabularia, que crece a poca profundidad sobre el sustrato rocoso, acompa�ada de Valonia, que tiene sus frondas formando esferas infladas, como peque�as uvas de color verde amarillento. En la zona arrecifal protegida del oleaje abunda Caulerpa sobre el sustrato arenoso, y tambi�n est� Halimeda cerca de la barrera arrecifal sobre el coral muerto.

Las rodofitas o algas rojas son comunes en las zonas protegidas del arrecife, y entre las principales est�n las algas coralinas que se encuentran sobre el coral muerto formando capas incrustantes y en ocasiones cuerpos voluminosos. De las feofitas o algas pardas est�n Padina y Dictiota, que ocupan la parte inferior de las rocas coralinas, y la representante de las plantas superiores o faner�gamas es la Thalassia, que abunda en las zonas arenosas poco profundas, localizadas entre las formas coralinas.

Las esponjas son animales simbiontes de las comunidades del coral, en extremo abundantes, y que, como todos los seres de estas curiosas formaciones, presentan casi siempre un color intenso y brillante. Las esponjas m�s comunes pertenecen al grupo de las c�rneas y pueden encontrarse constituyendo colonias en la base de las formaciones coralinas o estructurando colonias tubulares que se agrupan dando el aspecto de conjunto de edificios perfectamente ordenados.

A los corales r�gidos e inflexibles acompa�an infinidad de pol�peros, es decir otros celenterados formadores de colonias de variados colores y esqueleto flexible, que oscilan y se balancean con el traj�n de las aguas. Abanicos de mar firmemente reticulados, cuya delicada estructura dibuja un sutil�simo encaje, te�idos por tonos rojizos, amarillos, anaranjados, morados y que en ocasiones llegan a medir hasta un metro cuadrado. Gorgonias airosamente ramificadas, cuyos p�lipos blanqu�simos destacan sobre el variable color de la colonia, y que se retraen en el orificio donde est�n implantados cuando se tocan sus ramas.

Otro tipo de estos corales blandos, los alcionarios, a los que pertenecen el coral rojo y el coral negro, tienen sus ramificaciones formando un conjunto de tubos que se comparan con los de los cactus. A este grupo tambi�n pertenecen las plumas de mar, que airosas, erguidas y esbeltas exhiben las delicadas flores de sus p�lipos.

En los arrecifes viven infinidad de gusanos anillados o an�lidos y otros gusanos que se cobijan entre las madr�poras, y hasta construyen en ellas los tubos en que se alojan, que pueden ser de arena o de sustancias c�rneas que les dan consistencia de cuero; entre estos gusanos tub�colas se encuentra el g�nero Sabella, que tiene sus branquias para respirar como policromados pinceles en forma de penachos que con su hermosa coloraci�n cubren y animan la superficie de los corales, para desaparecer como por encanto, meti�ndose en su tubo en una fracci�n de segundo, cuando cualquier inquietud de las aguas lo alarma hasta que, al recobrar la calma, los penachos branquiales salen lentamente y se extienden semejando las corolas de alg�n vegetal.

Entre los m�s curiosos an�lidos de los arrecifes est�n los llamados palolos en las islas de Samoa del Oc�ano Pacifíco, pertenecientes a la especie Eunice viridis, y que a pesar de su aspecto poco apetecible sirven de alimento a los ind�genas de Samoa y Fidji.

El palolo vive a poca profundidad entre las intrincadas ramificaciones de las madr�poras y entre sus grietas, donde no es f�cil encontrarle y menos recogerle en la abundancia necesaria para que pueda ser utilizado comercialmente como alimento; pero en la �poca de su reproducci�n, el an�lido abandona su retiro y nada en la superficie en cantidades asombrosas, al tiempo que expulsa sus productos sexuales d�ndole al mar un aspecto lechoso y agitado, para que se lleve a cabo la fecundaci�n. Es tal el n�mero de estos seres, que los ind�genas realizan, en corto tiempo y con escaso esfuerzo, una copiosa pesca.

Los habitantes de Samoa y Fidji consideran de gran importancia a la �poca en que abundan los palolos, y por ella regulan sus actos y determinan la fecha en que colectan los frutos de ciertas plantas que tambi�n les sirven como alimento. Los palolos son �vidamente devorados por los isle�os, unas veces crudos, cocidos simplemente o los guisan despu�s de envolverlos en hojas arom�ticas. Infinidad de ritos propiciatorios est�n relacionados con la pesca del palolo, y las mejores capturas se celebran con grandes fiestas.

Otros gusanos anillados que se encuentran entre los corales son los del grupo de los nereis, que se mueven apoyados en prolongaciones que salen de su cuerpo y en donde se implantan cerdas o quetas, por lo que se les llama poliquetos, las cuales producen sustancias t�xicas que al encajarse en la piel de alg�n buzo le producen fuertes quemaduras o irritaciones; estos gusanos se defienden con dichas cerdas de sus depredadores.

Los moluscos del arrecife son los m�s hermosos que se pudieran imaginar, ya que presentan formas bellas y coloraciones brillantes en sus cuerpos y en sus conchas. Estos moluscos de arrecife tienen una espl�ndida ornamentaci�n, como lo demuestran los "estrombos" y los "conos" con conchas de abigarradas coloraciones y estructuras. Las bellas "cipreas" y "olivas" muestran sus conchas completamente lisas y brillantes debido a que las pulen con su manto.

Muchos otros moluscos que no presentan concha son tambi�n pobladores de los jardines de coral y se deslizan entre sus animadas flores; �stos son los nudibranquios o babosas de mar, a los que pertenece Doris, que tiene una coloraci�n verde con rayas blancas por lo que f�cilmente se confunde con los vegetales del fondo, o la Aplysia, a la que por su aspecto se le ha llamado liebre de mar y que cuando se ve en peligro produce un l�quido de color morado que arroja para distraer a sus atacantes, de modo que puede escapar con movimientos r�tmicos.

Entre los crust�ceos se encuentran los cangrejos, langostas y camarones con formas y colores de gran diversidad. En la mara�a de las madr�poras se refugian infinidad de cangrejitos que, no obstante ser posibles presas de los p�lipos, no dudan en vivir entre ellos, ya que si logran sortear sus peligrosos y urticantes tent�culos, tienen poco que temer de otros adversarios que no se aventuran a penetrar en estos parajes, atemorizados, sin duda, por los emponzo�ados dardos que se ocultan en los blandos tejidos de las madr�poras. Algunos de estos peque�os organismos llegan a adquirir inmunidad contra las toxinas de los p�lipos.

Ninguno tan curioso como el "cangrejito ara�a" de las madr�poras, que parece ser gran amigo de ellas, con las que vive en la mayor armon�a. Es tal el grado de interacci�n entre estos organismos que algunas de las ramas en las madr�poras se modifican y alteran hasta convertirse en una especie de habitaci�n en la que el cangrejo vive, no muy holgado, pero si lo suficientemente tranquilo, ya que los inquietos tent�culos de los p�lipos le protegen y defienden.

Asimismo la presencia del cangrejo provoca en la madr�pora un fen�meno especial, consistente en una singular irritaci�n que obliga a sus ramas a crecer de un modo extraordinario y no habitual, hasta formar una verdadera c�rcel en las que existen tan s�lo algunas aberturas por las que penetra el agua, que as� llega hasta el cangrejo y con ella las part�culas nutritivas y los peque�os animales con los que se alimenta, resolvi�ndose de este modo el problema del voluntario prisionero, que logra alimentarse y respirar aun dentro de su celda.

En los arrecifes madrep�ricos de algunos archipi�lagos del Oc�ano �ndico o del Pac�fico habita un cangrejito denominado Melia por los naturalistas, que tiene curiosas relaciones de simbiosis con ciertas an�monas o flores de mar. Cuando se contempla este peque�o cangrejo entre el complicado ramaje de las madr�poras, sorprende que, al parecer, sus pinzas est�n sustituidas por dos flores de mar que tienen sus tent�culos extendidos casi constantemente; al realizar una observaci�n m�s detallada se demuestra que las an�monas est�n sujetas por las pinzas del cangrejo, que transporta a sus "entra�ables amigos" a cualquier lugar donde �l se desplaza.

La carga de las an�monas no es pesada ni enojosa para el cangrejo, que raramente se desprende de ellas; sus pinzas son tan d�biles y delicadas que no sirven ni para defensa, y mucho menos para atacar a los peque�os seres de que se alimenta. Entonces el cangrejo recurre a este tipo de asociaci�n y los �rganos urticantes de las flores de mar no s�lo mantienen a raya a los posibles depredadores, sino ayudan a capturar el alimento. Durante sus paseos submarinos las an�monas encuentran m�s f�cilmente su propio alimento, y el que les sobra es aprovechado por los cangrejos y los p�lipos de las madr�poras en donde �stos viven.

Los erizos y las estrellas de mar de los arrecifes son notables por todos conceptos. Los erizos est�n armados con enormes espinas, a veces de m�s de un dedo de grosor, como en el g�nero Eucidaris; otros se encuentran vistosamente adornados de fajas multicolores, provistos de elegantes expansiones o defendidos por grandes y sutil�simos aguijones de m�s de varios cent�metros de largo, a los que no se acerca ning�n poblador del arrecife, ya que cada una de estas p�as est� impregnada de una sustancia altamente ponzo�osa que hace que las heridas que produce, insignificantes en s�, sean en extremo dolorosas; tal es el caso del g�nero Diadema.

 

Figura 17. Peces de los arrecifes de coral.

Las estrellas de mar compiten en elegancia y colorido con las madr�poras entre las que viven. Son especialmente bellos los ofi�ridos o bailarinas de mar que viven abajo de las grandes piedras coralinas, moviendo sus delgados brazos r�timicamente. Otras estrellas tienen su cuerpo y sus brazos, en n�mero, forma y coloraciones muy variadas. Cuando aumenta su cantidad, estas estrellas pueden constituir una plaga para el propio coral, causando destrozos en el arrecife. En Australia las estrellas del g�nero Acanthaster causaron grandes p�rdidas en la famosa barrera arrecifal.

Entre los diversos planos que en el panorama submarino del arrecife forman los corales blandos, peque�os grupos de pececillos salen un instante para escabullirse en seguida, escondi�ndose entre las madr�poras. Peces rojos, azules, amarillos, con caprichosos dibujos, arm�nicos en su listada variedad y trazos irregulares, fajas o zonas de vivos contrastes, cuerpos aplanados de donde salen aletas amplias y elegantes curvas. Peces multicolores que compiten y superan a las aves o a las mariposas de m�s brillante colorido de las selvas terrestres.

Estos pececillos forman grupos �giles donde se persiguen unos a otros en juguetona competencia, para luego resguardarse en sus m�s seguros escondrijos cuando un poderoso enemigo se presenta. Las mil cuevas, grietas y hendiduras que las madr�poras presentan son excelentes refugios en los que estas �giles criaturas vivientes saben buscar segura protecci�n. La mayor�a de estos peces son herb�voros y nadan a sus anchas dentro del arrecife, ya que a los carn�voros que pudieran hacer presa de ellos les intimida lo intrincado de la selva de coral, y si acaso alguno de ellos llega a entrar al laberinto del arrecife, �ste ofrece f�cil modo de burlar el asedio del adversario.

Algunas veces las relaciones de los peces simbiontes del arrecife son cordiales; entre ellos existe curiosa asociaci�n de ayuda mutua y colaboraci�n. Esto se observa en el caso del "loro", pez de gran voracidad, que vive en las hendiduras de los corales. Este pez de dientes poderosos tiene la facultad de poder triturar con su fuerte dentadura las ramas tiernas del coral para aprovechar sus tejidos blandos vivientes. Entre sus robustas armas trituradoras quedan part�culas que le incomodan y molestan y de las que se deshace de un modo curioso. El pez "loro", a pesar de su aspecto imponente, se encuentra asociado a peque�os pececillos multicolores que acuden sol�citos a picotear, sin temor alguno, en la robusta dentadura del pez, a la que limpian cuidadosamente de toda part�cula extra�a, fuente de alimento para ellos.

Como se puede observar, no existe paraje en el mundo en donde se re�na mayor cantidad de especies que exhiban m�s brillantes y hermosos colores: rojos, p�rpuras, azules, verdes, amarillentos, anaranjados; las m�s diversas gamas o tonalidades se combinan arm�nicamente con un conjunto de formas de los distintos corales y de sus organismos simbiontes tanto vegetales como animales.

Estos ambientes representan lugares en donde la naturaleza ha conjuntado toda la belleza de su obra, por lo que para la humanidad son lugar de esparcimiento, que deber�a ser mejor aprovechado por los escolares; visit�ndolos, aprender�an a valorar la belleza que se les ha legado y el comportamiento de los seres vivos, que es de colaboraci�n y no de destrucci�n in�til; esto ser�a una motivaci�n para conservar todo este mundo natural en nuestro beneficio.

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