IX. LOS PECES DE LOS ARRECIFES DE CORAL

LA VIDA submarina palpita en el maravilloso mundo del arrecife de coral y con su p�lida luz azulada el pol�pero brinda a los peces lugares para ocultarse y un reducto para el acecho.

En los transparentes y tibios mares del coral, lo primero que llama la atenci�n es la gran policrom�a de los habitantes de esos jardines submarinos. De gran inter�s es la poblaci�n pisc�cola de los arrecifes coralinos, que muestra una gran variedad y abundancia en formas y comportamientos.

Puede observarse en el arrecife el alegre y multicolor ir y venir de enjambres de peces como los "ballesta", los "loro", las "gallinetas", los "�ngeles" y las "mariposas", cuyos colores y dise�os parecen salidos de la paleta de un pintor.

La caracter�stica m�s sobresaliente y f�cilmente observable entre los peces de los arrecifes radica en la exhibici�n de refulgentes estructuras que semejan libreas de brillantes colores. Al parecer, la mayor�a de estas singulares coloraciones funcionan como marcas territoriales, es decir, los peces se�alan con su presencia el �rea que les pertenece.

Son como sem�foros vivientes que pretenden se�alar de alguna manera, a sus cong�neres, que ocupan una parcela del arrecife que defender�n encarnizadamente. Para evitar encontronazos cruentos, esos fabulosos art�fices que son las mutaciones, es decir los cambios hereditarios y la selecci�n natural, han ido perfeccionando "los colores de guerra" de los peces territoriales.

No cabe duda de que el comportamiento de la luz sobre las estructuras de los peces coralinos, as� como la densidad de sus poblaciones, son los factores que han venido a determinar la aparici�n de tan fabulosas gamas crom�ticas; porque como a cada pez "le interesa" que lo identifiquen los miembros de su propia especie, debe presentar caracter�sticas perfectamente diferenciables, incluso de las de sus m�s cercanos parientes.

Resulta interesante hacer notar que muchos de los peces son m�s fuertemente territoriales antes de alcanzar la madurez sexual, y es justo en este periodo de su vida cuando se cubren con coloraciones m�s llamativas; tal es el caso del "pez emperador", que de joven presenta su cuerpo con coloraci�n negra recorrido por l�neas conc�ntricas azules, moradas, blancas y amarillas, y de adulto su cuerpo es anaranjado con rayas azules horizontales.

Otro tipo de librea podr�a servir para descomponer la silueta por medio de l�neas horizontales o verticales a lo largo de su cuerpo y hacer dif�cil, para la vista de los depredadores, el reconocimiento de un solo individuo en un banco, como sucede con el pez "tambor".

Cada especie o cada raza explota un nicho ecol�gico determinado y s�lo hace la guerra a los competidores que se alimentan de los mismos productos, a los mismos niveles y de id�ntica manera. Como hemos dicho, la intransigencia territorial se basa en la policrom�a de los peces, que se sirven del sentido �ptico para identificar a los individuos de su misma especie o a sus competidores.





Figura 18. Pez con su "pico" para romper el coral.

Tambi�n existen otras estructuras, como las que lucen los peces armados de espinas venenosas, que se visten de filamentos llamativos, parecidos a plumas, por lo que reciben el nombre de "gallinas de mar", y que no son m�s que una manera de avisar a cualquier competidor de que el inconfundible portador del estandarte plumoso puede matar con el contacto de sus espinas.

Los policromos peces de coral no s�lo encuentran protecci�n en la p�trea estructura coralina, sino que muchos de ellos se alimentan del "p�lipo", arrancando pedazos del arrecife viviente, gracias a sus dientes y mand�bulas especializadas, como los "peces papagayo" y los "peces loro".

Pero entre los muchos comedores de coral no hay dos especies que lo hagan de la misma forma, ni a los mismos niveles, por lo que estos peces que se pueden considerar como par�sitos del arrecife no compiten entre s�. A su lado viven otros especialistas que capturan gran cantidad de invertebrados que prosperan en el microclima coralino, y en torno a todos los habitantes del mar del coral se entretejen complej�simas interacciones ecol�gicas que dan lugar a una de las m�s ricas comunidades marinas, si no en cantidad de biomas, s� en variedad y abundancia de especies, de familias, e incluso de clases de animales diferentes.

Entre los peces del arrecife cabe citar a un grupo que se ha especializado en buscar su alimento entre las numerosas e intrincadas grietas de la pared calc�rea; en estos peces se ha desarrollado un hocico prolongado en forma de pico, transform�ndose las mand�bulas en una especie de pipeta, debido a una paulatina adaptaci�n, por lo que hay parecido entre todos ellos, a pesar de que muchos no est�n emparentados. Esta especializaci�n es tan r�gida que a veces es dif�cil mantener en acuario algunas de estas especies, ya que se niegan a tomar alimento en la forma que se les puede suministrar.

El famoso et�logo Konrad Lorenz, al estudiar el comportamiento de estos peces, choc� con este impedimento al intentar mantener en cautiverio a una de esas especies comedoras en los resquicios del coral; despu�s de varios intentos fallidos, logr�, por fin, obtener �xito colocando carne de almeja entre piedras, �nica situaci�n en la que el especializado pez se adapt� a comer.

M�s sorprendente a�n resulta la extra�a manera de conseguir alimento del llamado "pez trompeta"o de "boca de flauta", que se coloca encima de otros peces mientras �stos comen p�lipos del arrecife. Las actividades del pez que sirve de apoyo, que puede ser un pez loro, atraen enjambres de peque�os pececillos que se aprovechan de los restos de comida; en tal situaci�n el pez trompeta que, por su extrema delgadez y la proximidad al lomo del otro pez, resulta indistinguible, se lanza contra las menudas presas y las captura con facilidad.

En los arrecifes coralinos existe un peque�o pez que ha elegido un sorprendente m�todo para alimentarse; se trata del llamado "pez limpiador", muy apreciado por los grandes depredadores, ya que los limpia de los par�sitos y las excrecencias de piel que les podr�an ocasionar molestias e infecciones.

Este activo pececillo parece anunciar su ben�fica visita tanto por su especial coloraci�n azulada clara con una conspicua banda negra transversal, como por una especie de danza de recepci�n de movimientos caracter�sticos.

Al notar su presencia los grandes peces, que hubieran devorado a cualquier otro animal de este tama�o, permanecen inm�viles dejando al aplicado desparasitador recorrer todo su cuerpo, e incluso entrar y operar en sus cavidades branquiales y bucales. Es �sta una asociaci�n de beneficio mutuo en la que el peque�o pez obtiene alimento y el gran depredador es liberado de sus par�sitos y residuos.

Otro especializado pez del tama�o del limpiador ha adquirido, por un fen�meno de mimetismo, una coloraci�n id�ntica a la del servicial desparasitador; aun m�s, se acerca con total impunidad a los grandes peces desplegando movimientos id�nticos a los de aqu�l. Confiado, el depredador se queda inm�vil, esperando una nueva sesi�n de aseo, momento que aprovecha el falso limpiador para comerse tranquilamente los bordes de sus aletas y trozos de su piel, que es de lo que se alimenta.

Tambi�n resulta una curiosa asociaci�n en el mundo del coral la de los peque�os peces conocidos como "peces an�mona" o "peces payaso", que presentan un esquema crom�tico inconfundible, formado por cuatro anchas bandas transversales de un brillante tono naranja, la primera cubriendo la cabeza y la �ltima la cola, separadas por tres bandas blancas m�s estrechas.

Estos peces se refugian entre los tent�culos de las peligrosas an�monas que, plagados de c�lulas urticantes, matar�an a cualquier animal de este tama�o; sin embargo, el coloreado pez an�mona, al verse amenazado por cualquier peligro, se introduce impunemente entre la corona de tent�culos, fort�n donde ning�n perseguidor se atreve a seguirle.

Se han emitido varias teor�as para explicar la inmunidad del osado pez; la m�s aceptada se basa en el hecho de que la piel del pez segrega una sustancia protectora que inhibe la descarga de las c�lulas urticantes de la an�mona, y as� logra su protecci�n.

Otro peque�o pececillo, llamado cardenal, busca refugio de forma semejante entre las agudas, largu�simas y peligrosas espinas del erizo Diadema; al parecer, el pez cardenal devuelve el favor de la protecci�n recibida del peligroso erizo proporcion�ndole un cuidadoso aseo, al igual que lo hace el pez an�mona con su terrible protectora.

En los arrecifes coralinos son muy abundantes los peces percoideos, como la "perca roja", pez viv�paro, que da a luz varios cientos de miles de larvas que, al principio, viven en las aguas superficiales formando parte del plancton. Las larvas que sobreviven crecen muy de prisa y, cuando alcanzan la longitud de cinco cent�metros, emigran a las profundidades, donde se alimentan de crust�ceos, moluscos y otros animales del fondo.

El mero, muy estimado por su carne, es un pez de color rojo gris�ceo, con radios espinosos en su aleta dorsal y vive a m�s de 10 brazas (16 metros) de profundidad.

Los peces del arrecife se mueven dentro de la multiforme poblaci�n de organismos, donde un gran n�mero de animales ha adquirido adaptaciones de defensa activa que, accidentalmente, pueden representar un peligro para el hombre. Por ejemplo, entre los corales est�n los del g�nero Millepora o "coral de fuego", que son fuertemente urticantes y ocasionan, a veces, grandes reacciones t�xicas. Los erizos de mar del g�nero Diadema crecen en colonias y pueden provocar muchas molestias al clavarse profundamente sus espinas, siendo dif�ciles de extraer. Los m�s temibles invertebrados son los caracoles del g�nero Conus, por poseer una lengua provista de un diente capaz de inyectar veneno para capturar a sus presas; este veneno parece estar qu�micamente emparentado con el curare.

Entre los peces, un gran n�mero de ellos puede ser peligrosos, desde los temibles tiburones, barracudas, morenas, hasta los venenosos representantes de la familia de los escorp�nidos, de los que son muy frecuentes en los arrecifes coralinos las brillantemente coloreadas especies del g�nero Pterois o "pez escorpi�n", provistos de radios espinosos en las aletas, relativamente largos y puntiagudos, y relacionados con gl�ndulas venenosas.

Este pez ataca activamente pinchando con los radios de su aleta dorsal; su cuerpo est� totalmente cubierto por un complicado y laber�ntico dise�o de bandas blancas y rojizas de espesor variable, que unido al soberbio aspecto de las aletas, da una gran belleza a la especie.





Figura 19. Pez escorpi�n.

A esta familia pertenece el "pez piedra", que apenas si parece un pez, y muy peligroso ya que, adem�s de poseer el m�s fuerte veneno de toda la familia, es mim�tico con el medio y semeja, en su posici�n de reposo, una peque�a roca; por ello resulta muy f�cil pisarlo inadvertidamente, caus�ndole graves molestias al hombre. Habita en los fondos del Pac�fico Occidental y del Oc�ano �ndico. Sus aletas tienen 18 radios punzantes cubiertos de piel y relacionados con gl�ndulas de veneno muy activo que ataca a los m�sculos y al coraz�n de diversos depredadores.

El "pez fuego" no espera a que lo toquen para hacer uso de su ponzo�osa arma. Tan pronto se mueve algo sospechoso en los alrededores, se lanza al ataque con sus p�as venenosas.

Se ha encontrado un ant�doto contra la picadura del pez piedra, que tambi�n sirve contra el veneno del pez fuego. La zona afectada ha de mantenerse sumergida en agua, lo m�s caliente posible, con lo cual la acci�n t�xica cede enseguida, debido a que las prote�nas del veneno, inyectadas en la herida y que atacan el sistema nervioso, se coagulan a temperaturas superiores a los 42°C, por lo que cesa su efecto t�xico.

Con respecto a sonidos emitidos por los animales marinos, durante mucho tiempo se consider� que los peces no los produc�an, por lo que el medio acuoso fue calificado de "mundo del silencio"; pero durante la segunda Guerra Mundial, con el uso del sonar, se pudo comprobar que dentro del agua se escuchaban sonidos y, en algunos momentos, hasta cierta algarab�a.

El descubrimiento fue casual y coincidi� con el primer empleo de micr�fonos para detectar el ruido de los submarinos enemigos; esto trajo como consecuencia que los cient�ficos tuvieran que aprender a distinguir los m�ltiples y dispares sonidos que se registraban entre algunos peces que habitan los arrecifes de coral, como el rechinamiento de los peces papagayo cuando muelen en su boca trozos de coral, o el atractivo tamborileo de los peces esci�nidos prontos a desovar.

La mayor�a de los peces producen ruidos con la ayuda de la vejiga natatoria; �sta vibra por acci�n muscular, igual que las cuerdas de un viol�n hacen vibrar por resonancia la caja del instrumento. Las gallinetas, peces del grupo de los escorpeniformes que viven en los arrecifes coralinos, emiten un sonoro gru�ido producido por su vejiga natatoria, que sirve para atraer o estimular al sexo opuesto, o como se�al de alarma ante el enemigo.

Pero toda esta policroma poblaci�n de peces se aleja muy escasamente de su zona de protecci�n que es el arrecife coralino, porque sus llamativas libreas atraer�an inexorablemente a los veloces depredadores en el mar abierto.

Los habitantes del coral no presentan grandes talles, generalmente son compactos, a veces de formas rechonchas, bien equipados muscular y morfol�gicamente para moverse con rapidez entre las grietas y callejones de su complejo mundo, pero a merced de sus enemigos en las aguas abiertas.

En el mundo del coral, las criaturas que no son lo suficientemente r�pidas como para escapar a la depredaci�n, presentan los casos m�s asombrosos de mimetismo, semej�ndose a rocas, algas o fondos arenosos, como es el caso de los peces del g�nero Caracantus que han desarrollado estructuras y colores que los hacen indistinguibles del entorno.

La competencia de individuos de la misma especie y la lucha feroz entre depredadores y presas ocasiona una serie de adaptaciones de coloraci�n y forma de los organismos que han transformado el mundo terrible de los peligros, los venenos, las mand�bulas y las espinas en un jard�n policromo que no encuentra paralelo en ninguna otra parte del mundo, siendo adem�s los lugares ideales para el estudio del comportamiento animal. La selecci�n natural m�s intensa ha tallado y decorado el fascinante mundo del coral.

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