XIV. LA VIDA EN LOS FONDOS OCE�NICOS ABISALES

HACE unos cuantos a�os, las profundidades marinas permanec�an casi completamente ignoradas por el hombre, debido a la carencia de medios para explorar la enorme masa acu�tica; tan s�lo la fantas�a, la leyenda y la genial intuici�n reflexionaban sobre las formas vivientes y su distribuci�n en los dominios abisales.

Con el desarrollo de la tecnolog�a, el hombre ha podido asomarse a los fondos marinos y contemplar directamente la faz de la naturaleza en los niveles donde la distancia a la superficie impide la llegada de la luz solar: el reino de la oscuridad y la penumbra.

En la columna de agua que separa el fondo de la superficie marina se establece una gradaci�n de los factores ecol�gicos. La luz, a profundidades superiores a los 400 metros, ha desaparecido por completo.

El ox�geno, por otra parte, decrece con la profundidad y, si bien en las zonas intermedias se encuentra disuelto en el agua en suficiente cantidad para soportar la vida animal, en ciertas fosas abisales puede desaparecer por completo y originar regiones abi�ticas en las que �nicamente es posible la existencia de bacterias anaerobias.

La temperatura tambi�n alcanza en los fondos valores m�nimos: nunca supera los 4°C y, en las zonas m�s profundas, se acerca a los cero grados. Finalmente, la presi�n adquiere un extraordinario aumento al descender en la masa de agua: por cada 10 metros de profundidad se incrementa en una atm�sfera, lo que supone valores cercanos a las 1 100 atm�sferas en los enclaves m�s profundos.

En el siglo pasado nadie se imaginaba que las grandes profundidades oce�nicas tuvieran vida; los hombres de ciencia alegaban que una regi�n tan fr�a, tan oscura y tan est�ril deb�a estar privada de vida. Los primeros trabajos de investigaci�n en estos fondos del mar ten�an como objeto colectar part�culas del sedimento por medio de sondas, y entonces pudieron percatarse de que hab�a vida en aquellas profundidades, a medida que sacaron seres de formas extra�as que parec�an pesadilla.

El rigor de las condiciones ambientales determinar�, por tanto, una comunidad viviente no muy numerosa, pero provista de adaptaciones para prosperar en un medio que presenta condiciones tan adversas para la vida. Desde ese momento, se iniciaron programas para el estudio de tan extraordinaria forma de vida, y han ido dise��ndose equipos especiales para recoger muestras, as� como veh�culos sumergibles en donde audaces investigadores han desafiado la profundidad para penetrar en ese mundo bajando a muchos millares de metros.

En 1934 la marca de esas zambullidas era tan s�lo de 800 metros bajo la superficie del mar, pero un cuarto de siglo despu�s, los exploradores han logrado descender hasta profundidades de 13 000 metros.
Vehículos de investigación
Profundidad metros
Duración máxima

 

Asherah

Nekton gamma

Star II

Franklin

Deep Star 400

Dowb

Cyana

Aluminaut

Archimede

Trieste

196

300

400

600

1 200

1 960

2 980

4 450

11 000

13 000

8 horas

4 horas

8 horas

42 días

12 horas

26 horas

72 horas

30 horas

10 horas

10-12 horas

Despu�s de los 200 metros de profundidad la espesa capa de agua act�a como obst�culo insuperable que no permite que los rayos del Sol lleguen hasta los grandes fondos del mar. La vida en estas zonas del oc�ano est� representada �nicamente por animales, ya que los vegetales, al no contar con luz, no pueden habitarlas.

La vida en lugares poco iluminados, algunos de los cuales alcanzan las tinieblas, determina que los animales se acomoden a estas nuevas circunstancias y que la estructura de su cuerpo se moldee para adaptarse mejor a ellas.

La falta de luz solar en los grandes fondos hace que la vida de los vegetales no sea posible, con excepci�n de las bacterias, por lo cual la elaboraci�n de materia org�nica es m�nima, efectu�ndola s�lo las bacterias a trav�s de la quimios�ntesis; por ello los animales que habitan los fondos oce�nicos no tienen otra posibilidad que depredarse unos a otros o esperar que caigan de la superficie restos de los animales y plantas que viven en las capas superiores.

Por lo tanto, las profundidades de los mares no est�n vac�as: aunque carecen de las inmensas bandadas de peces de las aguas superficiales, tienen una vida propia que apenas se est� empezando a conocer. Hay asombrosas criaturas que se mueven en esas profundidades en las que reina un terrible silencio, donde no se sienten las acciones de los vientos, del Sol, ni oleaje, de modo que el medio se encuentra casi inm�vil, oscuro y enteramente fr�o.

Sus m�sculos y medios de locomoci�n son d�biles y consecuentemente de escasa eficacia, apenas sirven para su lento y perezoso caminar sobre el fango que tapiza el fondo o para producir, mediante ellos, una lent�sima y torpe nataci�n. S�lo efect�an los movimientos indispensables para la b�squeda y captura de sus presas o la defensa contra enemigos que son tan torpes e ineficaces como ellos.

Estos organismos dan la apariencia de estar mal desarrollados, ineptos para una vida activa y bulliciosa, seres raros pertenecientes a un mundo distinto al que el hombre est� acostumbrado a observar. Cuerpos con estructuras faltas de armon�a y equilibrio, pero largu�simos con un desarrollo descomunal, casi innecesario, ya que realizan torpes y lentos movimientos; quietud y moderaci�n son las notas y caracter�sticas de estas criaturas, de cuyo vivir no se sabe mucho porque las muestras que han llegado a los cient�ficos todav�a resultan escasas.

En el fr�o cieno del fondo se arrastran peque�as criaturas con cuerpos de colores vivos que el ojo humano no puede registrar a menos que se iluminen las profundidades con potentes l�mparas.

Las esponjas representan a los organismos menos evolucionados de la regi�n abisal y como est�n completamente abiertas al agua, debido a que su cuerpo est� recorrido por gran n�mero de canales, no tienen problema de presi�n a cualquier profundidad, ya que siempre est�n llenas de agua a la misma presi�n de la que las rodea. Son organismos resistentes y el�sticos que s�lo sirven de alimento a muy pocos animales, por lo que son menos atacados. El esqueleto de algunas esponjas est� estructurado por una sustancia llamada espongina, que es muy fuerte y flexible; otras tienen esqueleto de carbonato de calcio y son casi tan duras como la piedra, mientras que algunas de las m�s hermosas tienen esqueleto de s�lice formado por agujas y filamentos entrelazados, dando la apariencia de vidrio hilado.





Figura 32. Pez de los abismos presentando caracter�sticas de adaptaci�n en su cuerpo.

Las esponjas silicosas que parecen de vidrio, como la del g�nero Euplectella o regadera de Filipinas, de la que algunos ejemplares llegan a medir medio metro de longitud, se levantan delicadamente del fondo del oc�ano, soportando presiones que convertir�an al instante un autom�vil en l�mina aplastada.

A pesar de la belleza de su esqueleto, las esponjas silicosas, que son las que abundan en las profundidades oce�nicas, encontraron muy pocos admiradores entre el equipo investigador de la expedici�n Galathea, ya que tuvieron que ser muy precavidos al subir las redes de colecta para que los fragmentos de estas esponjas no penetraran como astillas de vidrio en su piel.

A los organismos del g�nero Monurraphis, que se encuentran en el Oc�ano �ndico a lo largo de las costas del �frica, los llaman esponja de una aguja, porque est� sujeta al fondo del mar por una gruesa esp�cula en forma de aguja de vidrio en su extremo inferior. Otras esponjas de las profundidades est�n ancladas por fuertes cuerdas de vidrio, o aun con ap�ndices en forma de garfio que se asemejan a las anclas utilizadas en las embarcaciones, pero en casi todas ellas el cuerpo tiene forma de largos tallos o troncos para que el lodo del fondo no obstruya sus poros.

Entre los celenterados se encuentran algunas an�monas actinias, que viven generalmente aisladas, y son m�s grandes que los habitantes individuales del coral: llegan a una longitud de 30 cent�metros o m�s. Han tomado posesi�n de los declives continentales, de las llanuras de los abismos y del fondo de las trincheras m�s profundas.

Las plumas de mar, que son celenterados coloniales, presentan una parte blanda y prolongada que hunden en el limo, sosteniendo el resto de la colonia que se ve libre de enterrarse. Las colonias de estos organismos toman la forma de largos tallos en los que los individuos se agrupan en manojos parecidos a plumas. Su aspecto es muy semejante al de una pluma de ave antigua y llegan a tener hasta dos metros de longitud. A menudo las plumas de mar que habitan en los abismos son luminiscentes.

A una profundidad de 6000 metros en el Oc�ano �ndico, el Galathea encontr� la gran pluma de mar del g�nero Umbellula, cuya colonia est� reunida en forma de flor en la parte superior del tallo. En esta expedici�n, las plumas en ocasiones se recog�an todav�a vivas y los exploradores daneses pod�an contemplar su delicada luz azulada, antes de que murieran, como la especie Penatula, que se ilumina cuando se le toca; el fulgor comienza en el punto de contacto y se extiende de rama en rama hasta que brilla toda la colonia.

En las profundidades del oc�ano se han encontrado animales vivos que han existido desde hace millones de a�os, como es el caso de Neopilina, que se ha colocado dentro del grupo de los moluscos, aunque hubo problemas en su identificaci�n, ya que posee caracter�sticas de gusano, de molusco y de artr�podo. El bi�logo ingl�s Yonge llam� al descubrimiento de Neopilina "un acontecimiento zool�gico de primer orden" que por s� solo justificaba el viaje del Galathea alrededor del mundo, por la luz que proporcion� a uno de los objetivos fundamentales de la biolog�a, que es el proceso de la evoluci�n.

En 1957 su descubridor, el doctor dan�s Henning Lemche, le encontr� parecido a un f�sil llamado Pilina, extinguido hac�a m�s de 560 millones de a�os, por lo que le llam� "nuevo Pilina" o Neopilina. El f�sil Pilina parece que es un gusano en proceso de convertirse en molusco, pero cuenta tambi�n con caracter�sticas de artr�podo. Un autor los ha llamado "gusanos-caracoles", para indicar que son eslabones de uni�n entre dos grupos animales muy distintos.

En 1958 el barco de investigaci�n Vema encontr� una variedad de neopilinas a m�s de 5 700 metros de profundidad a lo largo de la costa del norte de Per�. El an�lisis de la historia evolutiva de esas antiguas criaturas mantendr� ocupado a los hombres de ciencia en los a�os venideros.

Otros moluscos son poco comunes en las profundidades; los que se encuentran presentan como caracter�sticas mayor tama�o y el que sus conchas tienden a ser m�s delgadas a medida que aumenta la profundidad, como en el caso de los grandes bivalvos localizados a 3 800 metros en la fosa submarina Nankai del Mar de Jap�n, cercanos a los manantiales calientes de donde obtienen el metano que utilizan para producir su energ�a.

Es posible considerar que los animales m�s numerosos en los abismos son los crust�ceos, los cuales se caracterizan por tener las patas articuladas y su cuerpo protegido por una cubierta quitinosa.

La capa de fango blanda y tenue que tapiza el fondo de los oc�anos hace que los cangrejos de cuerpo pesado se hundan en ella, quedando as� resguardados y protegidos, en tanto que otros tienen delgad�simas y largas patas, a modo de zancos, para sortear el peligro de verse cubiertos por el fango.

Entre estos animales son notables los individuos del g�nero Colosendis, que presenta sus patas inmensas y su cuerpo reducido a su m�nima expresi�n, por esto se les coloca en el grupo de los pant�podos, nombre muy descriptivo que traducido fielmente quiere decir "todo patas", aludiendo a que son las extremidades las partes m�s evidentes del cuerpo, constituyendo el resto un insignificante y rid�culo esbozo.

La vida en perpetua tiniebla tiene como consecuencia que los �rganos del tacto alcancen dimensiones extraordinarias. Los crust�ceos, como los camarones, quisquillas y langostas, tienen los �rganos de los sentidos llamados antenas, de dos o tres veces la longitud de su cuerpo. Sus patas son tambi�n desmesuradamente largas.

Aunque generalmente las langostas prefieren vivir en aguas poco profundas, algunos ejemplares de esos grandes e importantes crust�ceos se han localizado en las profundidades. La expedici�n Galathea encontr� una langosta blanca a una profundidad de 5 200 metros a lo largo de las costas de Indonesia. A 3 000 metros en las costas del Pac�fico, en Am�rica Central, recogi� una langosta ciega con grandes pinzas delanteras y fr�gil aspecto.

Los camarones se encuentran frecuentemente a grandes profundidades. Los que viven de 4 500 a 6 000 metros abajo de la superficie del mar no son de aspecto muy diferente a los que llegan a nuestras mesas, a excepci�n de que son m�s grandes, hasta de 30 cent�metros de largo, y a veces de color m�s vivo.

El camar�n rojo de las profundidades, llamado Acantephira, lanza una sustancia bioluminiscente a trav�s de sus gl�ndulas situadas a los lados de la boca, con la que atrae a sus presas para capturarlas. Otro notable camar�n de los abismos, el Sergestes de color escarlata, lleva una larga antena gruesa, flexible como l�tigo, en la punta semejando una ca�a de pescar. De esta antena salen muchos ganchos curvos hacia adelante, capturan a sus presas y las jalan luego hasta que quedan al alcance de sus terribles pinzas.

Entre los equinodermos, las holoturias o pepinos de mar de los grandes fondos son muy distintas y extra�as unas de otras; presentan muchos ap�ndices y prolongaciones que hacen que apenas se reconozcan, pero todas ellas, dentro de esta gran diversidad, tienen como rasgo com�n la existencia de una superficie ventral plana que les permite deslizarse suavemente por el fondo sin hundirse.

La expedici�n del Galathea encontr� una gran cantidad de extra�as especies de holoturias recogidas a 7 000 metros en la trinchera Kermadec, del sur del Pac�fico. Ten�an aproximadamente 7.5 cent�metros de largo y extra�as protuberancias.

Las estrellas de mar se han visto a profundidades de 4 000 metros, conoci�ndose unas 2 000 especies; los individuos com�nmente tienen cinco brazos, sin embargo, tambi�n los hay con 6, 12 y aun 50 brazos; var�an de tama�o desde 2.5 cent�metros de di�metro hasta varios metros.

Los ofi�ridos o bailarinas de mar abundan en los fondos oce�nicos y las c�maras fotogr�ficas han revelado grandes masas de ellas en las profundidades, con sus brazos semejantes a culebras entrelazadas, de tal modo que forman una sola y gruesa masa. Se han encontrado hasta 500 de ellas por metro cuadrado y son tan fr�giles que es muy dif�cil atraparlas con redes, ya que muchos centenares se rompen y desaparecen por las mallas de las redes antes de llegar a la superficie.

Los erizos de mar de las profundidades presentan gl�ndulas cuya picadura puede ser mortal. Otro tipo de equinodermo es el lirio de mar o crinoideo, criaturas de largo tallo con una corona de cinco "hojas" semejantes a plumas en su extremo. Son los primeros f�siles vivientes dragados del mar; actualmente sus esqueletos fosilizados forman una masa de piedra caliza de 60 a 150 metros de espesor.

Se cre�a que estos lirios de mar se hab�an extinguido hasta que en 1850 el pastor noruego Michael Sars sorprendi� al mundo cient�fico con algunos ejemplares vivos. Se han encontrado a profundidades hasta de 8 200 metros y actualmente se conocen unas 800 especies.

La sabidur�a de la naturaleza al dise�ar a las criaturas de las profundidades es a�n m�s impresionante al estudiar a los peces de los abismos. Los cuerpos de los peces de las grandes profundidades son el�sticos y blandos, sus huesos son flexibles y su carne se asemeja a la de una medusa.

No es necesario que se adapten especialmente a la presi�n, porque es la misma dentro y fuera de ellos; el agua penetra en sus tejidos a una compresi�n de 7 u 8 toneladas por cada 10 cent�metros cuadrados de su cuerpo, por lo que proporciona toda la protecci�n que necesitan estos peces.

Como en el abismo no hay olas ni tempestades, sino tan s�lo d�biles corrientes, los peces no requieren s�lidos esqueletos que les ayuden a resistir la turbulencia del mar. Adem�s, el calcio, la sustancia principal para la formaci�n de los huesos, es muy escaso en las aguas profundas, y la vitamina D, indispensable en la composici�n de los huesos, no puede producirse en una regi�n sin luz solar, por lo que los habitantes de las profundidades son raqu�ticos.

Causa asombro que estos peces de las tinieblas tengan ojos inmensos, pero tambi�n, por la falta de luz, algunos seres abisales carecen por completo de ojos o los tienen tan reducidos que no pueden serles muy �tiles. Sin embargo, peces con ojos muy peque�os logran ver bien; carecen de las c�lulas visuales llamadas conos que controlan la apreciaci�n de los colores y la agudeza visual, pero tienen bastones extraordinariamente bien desarrollados, c�lulas que reaccionan a la luz y dan im�genes en blanco y negro.

Los peces abisales, adem�s, poseen detr�s de la retina del ojo una capa de refuerzo llamada tapetum. En esta capa se refleja la luz que ha entrado en el ojo, y por lo tanto, pasa dos veces por la retina; de este modo, su gran sensibilidad luminosa les permite percibir una presa en la oscuridad casi completa. Adem�s, esos extra�os ojos est�n adaptados para reaccionar al m�s d�bil destello de luminiscencia, por lo que los colores m�s vivos quedan desperdiciados en los peces de profundidad, la mayor�a son de color negro o pardo.

La bioluminiscencia, el proceso de la producci�n de la luz, es una propiedad muy com�n en la oscuridad de los abismos. Los seres luminosos emiten destellos que se ven constantemente en las profundidades donde nunca llega la luz del Sol. Se trata de una energ�a lum�nica sin p�rdida de calor�as, emitida en unos �rganos llamados fot�foros en los que se realiza un proceso qu�mico, mediante un fermento, la luciferasa, que reacciona con la luciferina, con desprendimiento de luz.

La mayor parte de los peces abisales se encuentran provistos de fot�foros, y las transformaciones distintas que adquiere su cuerpo en orden a los diferentes tipos de caza son innumerables. Sin embargo, tal vez el m�todo m�s extendido es el de situar el �rgano luminoso en el extremo de un ap�ndice que, a manera de ca�a de pescar, atrae a los incautos pececillos y crustaceos.

Otros peces abisales est�n provistos de aletas desflecadas cuyos radios se transforman en eficaces �rganos t�ctiles y aparentan ser los ciegos de los mares, vali�ndose de sus largos ap�ndices como si �stos fueran su bast�n, en cuyo extremo se localiza la sensibilidad de sus fibras nerviosas.

El abismo est� poblado de criaturas que comen carne; los habitantes de las profundidades presentan adaptaciones especiales, como enormes quijadas desarticuladoras provistas de feroces y afilados dientes como dragas que se hunden en su enemigo de cualquier tama�o, y un est�mago inmenso, dilatable, capaz de engullir presas de descomunal tama�o, si se las compara con las dimensiones propias de estos animales.

En los encuentros al azar que ocurren en la oscuridad, los peque�os pueden devorar a los grandes. Hay algunos peces que s�lo parecen cabeza y quijadas; hay otros con dientes enormes que no pueden caber dentro de la boca y quedan fuera de ella cuando las quijadas se cierran.

Si se pregunta la raz�n de esas formas extra�as, la explicaci�n reside en la continua falta de alimento, que obliga a cada especie a aprovechar cuanto cae de las capas de aguas superiores. Cuentan siempre con que la siguiente comida se har� esperar mucho.

As�, al ser el alimento demasiado escaso en la regi�n abisal, no pueden crecer los organismos en proporciones considerables, teniendo sus habitantes unos cuantos cent�metros de largo. Un pez, el pescador, que pertenece a los ceratoideos, presenta conductas extra�as: el macho pasa su juventud buscando una hembra y cuando la encuentra se sujeta con sus quijadas a cualquier parte de su cuerpo y no la suelta, aliment�ndose a trav�s de la corriente sangu�nea de ella. Cada hembra lleva dos o tres machos adheridos, cuyos tama�os apenas pasan de unos cent�metros.

Muchos peces engullen grandes cantidades de limo o fango que tapizan uniformemente el fondo. En medio de esta sustancia, que puede resultar indigesta y no nutritiva, se esconden part�culas alimenticias, trozos de sustancias org�nicas, microorganismos, etc�tera, que son aprovechados. Como este alimento tiene escas�simo poder nutritivo, el animal compensa tan pobre dieta ingiriendo grandes vol�menes.

Entre los peces m�s comunes en profundidades superiores a 1 000 metros se encuentran los macr�ridos o "colas de rata", que tienen un aspecto sumamente raro: sus cabezas son muy gruesas y fuertemente blindadas, pero sus cuerpos se adelgazan r�pidamente hasta convertirse en largas y delgadas colas. Sus ojos son muy grandes, de 3 cent�metros de di�metro, y presentan una cola de rata de 30 cent�metros de longitud. Algunas especies viven a 900 metros, pero otras llegan hasta los 3 900 metros de profundidad.

Las expediciones cient�ficas emprendidas para explorar los grandes abismos del oc�ano han proporcionado datos muy interesantes acerca de la manera en que los organismos est�n distribuidos en los grandes fondos. Parecer�a lo natural que estuvieran uniformemente repartidos, dada la estabilidad de las condiciones del ambiente; sin embargo, un hecho curioso es la extensa dispersi�n que presentan.

Apenas se est� penetrando en los misterios del abismo, pero todav�a falta recorrer un largo camino para llegar a comprender y estructurar perfectamente la vida en los dominios abisales, los m�s rec�nditos e ignorados enclaves de todo el planeta azul.

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