XIX. PECES DEL NECTON

LAS aguas que cubren la plataforma continental constituyen un ecosistema en donde los peces pueden adoptar dos principales tipos de vida. Unos se encuentran permanentemente nadando en la superficie o entre dos aguas, formando la agrupaci�n de los peces pel�gicos o del necton, y otros, por el contrario, habitan en el fondo o sus profundidades, constituyendo los peces bent�nicos, lo que ha dado como resultado muy diferentes adaptaciones, tanto en su estructura como en sus funciones.

Casi todos los peces, excepto los sedentarios, poseen un cuerpo de forma hidrodin�mica que les permite deslizarse por las aguas con el m�nimo esfuerzo, por esto los constructores de barcos han modelado siempre los cascos copiando formas que ofrecen reducir la resistencia al agua como las del cuerpo esbelto y flexible de los peces.

Las caracter�sticas que separan el medio pel�gico costero del medio pel�gico de mar abierto son poco marcadas, de modo que combinan las especies de ambos dominios, lo que hace m�s dif�cil su delimitaci�n.

El medio pel�gico costero se caracteriza por ser un ecosistema poco maduro, de especies que cuentan con un gran n�mero de individuos de vida corta, crecimiento r�pido y elevada fecundidad. Asimismo, sufre grandes fluctuaciones durante las estaciones del a�o, siendo m�s marcados estos cambios en aguas c�lidas.

Los peces pel�gicos de mar abierto son menos especializados y sus adaptaciones se encaminan a conseguir un mayor rendimiento en la nataci�n; el comportamiento de estos peces es poco elaborado, es decir que se reduce a nadar velozmente para capturar una presa o para escapar de un enemigo.

Seg�n su comportamiento se puede clasificar a los peces pel�gicos en dos grupos: los "gregarios", que viven formando grandes grupos llamados card�menes o bancos, y los "solitarios", que generalmente son potentes depredadores y se alimentan de los gregarios.

Los peces gregarios, representados por muchas de las especies pel�gicas costeras, acostumbran vivir reunidos en grandes grupos que pueden constar de millones de individuos, lo cual ha permitido el desarrollo de pesquer�as y hace que representen una captura costeable.

Las causas por las que estos peces forman bancos permanecen casi totalmente desconocidas. Muchos zo�logos han opinado que los bancos librar�an a los individuos de los ataques de los depredadores; sin embargo, no se ha dado explicaci�n que lo justifique. M�s bien parecer�a que los bancos facilitan la labor a los carn�voros. Adem�s, surge inmediatamente la pregunta de por qu� raz�n algunos de los depredadores forman tambi�n este tipo de agrupaciones, como es el caso de las barracudas.

Se ha opinado igualmente que ayudar�an a la reproducci�n, pero queda tambi�n sin explicarse la formaci�n de agrupaciones unisexuales. Se ha dicho que facilitar�an la b�squeda de alimento, pero la verdad es que se desaprovechan las capacidades exploratorias de los individuos que no viajan en la periferia. Quiz� la �nica raz�n aceptable, pero pendiente de una comprobaci�n experimental, sea que el nadar en banco requiere menor gasto de energ�a que el desplazamiento individual, por consideraciones hidrodin�micas.

Otro interesante problema es el de c�mo se controla el desplazamiento de la agrupaci�n. Al observar un gran banco compuesto por miles de peces que evolucionan como un solo individuo, animados de una voluntad com�n, toda explicaci�n parece insuficiente. Se cree que cada individuo sigue a sus compa�eros gui�ndose principalmente de manera visual y por la percepci�n de los cambios de presi�n y movimiento del agua, mediante la l�nea lateral. Para cada especie parece existir una distancia �ptima interindividual conseguida por un equilibrio de atracci�n y repulsi�n, que coincidir�a con la distancia justa a la cual el gasto de energ�a en el desplazamiento fuera m�nimo.

Cualquiera que sea la forma y la ventaja adaptativa del desplazamiento en grupo, la organizaci�n del banco no es casual, ya que, como se ha demostrado, las tendencias gregarias se desarrollan paulatinamente con el crecimiento del individuo.

Trabajando los bi�logos con cr�as de peces que se desplazan en grupo, han podido comprobar que cuando los alevines o j�venes miden de 5 a 7 mil�metros de longitud, cualquiera que fuera la forma de aproximaci�n de dos individuos, ocasionar�a su huida; cuando alcanza los 8 o 9 mil�metros un individuo se puede acercar a la cola de otro, y cuando se encuentran distanciados unos 3 cent�metros, nadan frecuentemente en paralelo por 1 o 2 segundos; pero si se aproximan de forma que se puedan ver la cabeza, de frente o en �ngulo, la reacci�n de huida persiste.

A partir de los 9 mil�metros de longitud, la aproximaci�n de cabeza con cola resulta predominante y dos individuos pueden nadar paralelamente por varios segundos. Cuando alcanzan l0 o 10.5 mil�metros, el alev�n se aproxima a la cola de otro y vibran sus cuerpos, actitud que determina que los dos j�venes naden en fila o en paralelo durante 30 o 60 segundos, uni�ndoseles, ocasionalmente, un tercero e incluso un cuarto compa�eros para formar un peque�o grupo. El n�mero de individuos envueltos en este tipo de comportamiento aumenta hasta 10 cuando alcanzan los 11 o 12 mil�metros de longitud.



Figura 41. Cardumen.

Resulta tambi�n interesante que en estas primeras etapas gregarias, la distancia entre los peces pueda variar entre 10 y 35 mil�metros, pero al alcanzar los 14 mil�metros de longitud el espacio entre ellos persiste de forma variable entre 10 y 15 mil�metros.

Estas observaciones demuestran que el proceso de formaci�n de bancos madura con el desarrollo y no es, en absoluto, una actividad casual, sino que parece estar determinada gen�ticamente.

El ejemplo m�s t�pico de peces pel�gicos que viven en bancos lo forman los componentes de la familia de los cupleidos, a la que pertenecen el arenque y la sardina.

Los arenques forman card�menes gigantescos y son propios de los mares fr�os del hemisferio norte, prosperando a temperaturas entre 6 y 15ºC. Los mayores bancos de arenques se forman durante la �poca de desove: millones de ellos abandonan las zonas donde se alimentan; que son las grandes manchas de plancton en alta mar, y van a api�arse en las aguas poco profundas de la plataforma continental.

El sistema reproductor es sencillo, los bancos de ambos sexos se re�nen y expulsan al mismo tiempo sus c�lulas germinales, las que se fecundan en el mar, despu�s de esto abandonan los huevos a su suerte. Al parecer, la sincron�a se consigue mediante movimientos natatorios excitantes; cada hembra de arenque pone hasta 100 000 huevos y su prodigiosa fecundidad ha evitado su extinci�n desde hace tiempo. Su colosal abundancia los convierte en presa principal de depredadores, como los bacalaos y los atunes.

La pesca del arenque representa, en la actualidad, la cuarta parte de todas las capturas pesqueras mundiales. Sin embargo, no todo lo extra�do se destina al consumo del hombre; una parte importante pasa a f�bricas donde es convertida en harina de pescado y abono. De su grasa se extrae aceite para hacer lacas de colores.

Otro pez gregario es la "aguja de mar" que pertenece a la familia de los bel�nidos. Su gr�cil cuerpo de color plateado se prolonga en un largo y puntiagudo hocico provisto de abundantes y aguzados dientes y presenta espinas color verde, de ah� su otro nombre, el de "raspas verdes". Las agujas de mar suelen cazar bajo la superficie, atacando card�menes de peces de menor tama�o.



Figura 42. Barracuda.

Tambi�n son peces gregarios las "barracudas" que suelen vivir agrupadas en grandes bancos, son carn�voras y pueden alcanzar de 2 a 2.5 metros de longitud. El cuerpo de las barracudas, tambi�n conocidas como picudas, es un perfecto huso de potentes m�sculos rematado por una aguzada cabeza provista de fuertes mand�bulas extraordinariamente armadas, de las cuales la inferior sobresale.

Estos depredadores son t�picos de los fondos coralinos donde suelen vagabundear en grupos considerables, y su aparici�n siembra el p�nico entre la poblaci�n pisc�cola.

Son peces valientes y dif�ciles de ahuyentar y una de sus caracter�sticas es la de acorralar a otros peces; describen un c�rculo a su alrededor, logrando que se concentren en apretado grupo; las presas se unen antes de exponerse aisladamente a una persecuci�n fatal y de este modo, el implacable depredador dispone de un alimento del que selecciona uno o varios bocados.

Se conoce poco sobre la biolog�a y el comportamiento de las barracudas, ya que no se sabe de sus h�bitos reproductores, y s�lo se piensa que lo hacen en mar abierto. En relaci�n con su conducta, los informes se reducen a su actitud frente al hombre y parece que son m�s peligrosos los individuos aislados que los que viajan en grupo.

Entre los peces solitarios, que no forman agrupaciones sino que viajan solos, se encuentran representantes de los peces cartilaginosos, como los tiburones.

En las aguas c�lidas destacan los extra�os "tiburones martillo" que con frecuencia se introducen en los mares templados. Estos grandes tiburones son formidables depredadores que alcanzan 6 metros de longitud y 800 kilos de peso.

Se pueden encontrar solitarios o constituyendo peque�os grupos de 6 individuos, aunque posiblemente formen bancos mayores. Muy variadas son sus presas, y casi ning�n pez de superficie o de fondo escapa a su ocasional depredaci�n; sin embargo, una de las presas m�s frecuentes parecen ser las caballas.

Tambi�n el comportamiento del pez martillo frente al hombre es muy variable, atac�ndolo en algunas zonas y evit�ndolo en otras. El nombre vulgar del tibur�n martillo alude al ins�lito aspecto de su cabeza, debido a dos prolongaciones laterales en las que se encuentran los ojos. Mucho se ha especulado sobre la funci�n que podr�a tener esta extraordinaria estructura; para unos zo�logos el principal efecto ser�a el de separar grandemente las dos mitades del aparato olfatorio, lo que dar�a al animal una gran precisi�n en la localizaci�n de presas por su olor.

Son varios los mecanismos y �rganos que se ponen en acci�n cuando un pez se desplaza en el agua, y en algunos casos se pueden considerar verdaderas m�quinas.

Los m�s r�pidos nadadores capaces de recorrer grandes distancias en tiempos relativamente cortos se encuentran entre los peces que presentan esqueleto �seo, que constituyen el 95% de las 25 000 especies que se conocen actualmente. Y de �stos, posiblemente no hay ninguno que pueda compararse en velocidad con los t�nidos.

Su cuerpo liso e hidrodin�mico les confiere gran rapidez. Cuando ven o huelen comida, aceleran y alcanzan altas velocidades en menos de un segundo. De este grupo los atunes son los que viajan con mayor frecuencia por mar abierto. Estos y sus parientes de menor tama�o como las "caballas", "listados" y "albacoras", al ser m�s pesados que el agua que desalojan, tienen que nadar sin pausas para permanecer a flote y no reposan nunca. Si se detienen se van de cola al fondo. Este esfuerzo exige que pase suficiente agua oxigenada por sus branquias, lo que les obliga a nadar r�pidamente. Sus duras aletas caudales, que tienen forma de profunda horquilla, los impulsan con vigorosos movimientos.

Adem�s, estos peces mantienen la temperatura del cuerpo a 25-30°C, en aguas que se encuentran entre l0-30°C. Esta adaptaci�n acelera su metabolismo y contribuye a su gran velocidad y fuerza. Sus impulsos nerviosos recorren r�pidamente su cuerpo y sus potentes m�sculos nadadores se contraen y relajan con una rapidez casi triple a la de cualquier pez. Se han visto algunos, como el rabil, nadar a m�s de 75 kil�metros por hora, y al peto a casi 80, considerado esto como r�cord entre los peces.

Los atunes y caballas nadan a veces tan cerca de la superficie del agua que �sta parece hervir, aunque se ha observado que tambi�n lo hacen a mayores profundidades; los japoneses pescan el at�n con l�neas que colocan a m�s de 100 metros de profundidad.

En Nueva Jersey los bi�logos marinos han detectado grandes bancos de atunes a 2 500 metros y han supuesto que estos animales se re�nen ah� al comenzar el invierno para marchar hacia zonas m�s c�lidas.

Los atunes cazan sus presas de dos maneras: engullen directamente los peces peque�os, como las sardinas, nadando velozmente con la boca abierta a trav�s del banco de su presa, y a los peces mayores, tales como arenques y caballas, los paralizan primero mediante salvajes coletazos.

La caballa hiberna a grandes profundidades en el Mar del Norte y durante este periodo no se alimenta; al llegar la primavera, retorna a sus actividades alimenticias, consumiendo casi exclusivamente zooplancton. En este momento ascienden a profundidades menores, llegando a las aguas costeras de temperatura entre 11 y 14°C para su reproducci�n.

Las caballas ocupan un eslab�n clave en las cadenas de alimentaci�n de los peces del necton, ya que al consumir zooplancton y peque�os peces transforman este diminuto alimento en un c�mulo de prote�nas de tama�o �ptimo para los grandes depredadores, tales como atunes y tiburones.

Entre los parientes cercanos de los atunes se encuentran los "peces espada" y los "marlines", muy codiciados para la pesca deportiva. La configuraci�n del cuerpo de estos peces les permite nadar con tanta rapidez como a los atunes. Su aleta dorsal sobresale a menudo del agua cuando nadan, a modo de vela, y su rasgo m�s caracter�stico es el largu�simo hocico que se prolonga rectil�neamente y al que deben su nombre.

No est� bien conocida la utilidad que proporciona al pez esta estructura en espada, quiz� le permite un deslizamiento m�s veloz, como la proa aguzada de las embarcaciones, aunque es m�s probable que les sirva para procurarse alimento. De los marlines se sabe que atacan los bancos de peces, blandiendo la espada como si fuera un garrote.

Seg�n numerosos relatos, los peces espada atacan las embarcaciones sacudiendo intencionadamente contra ellas sus largos ap�ndices. Se considera que estos ataques son choques casuales producidos cuando el pez espada se dedica a perseguir a sus presas.

Los peces espada llegan a alcanzar hasta 5 metros de longitud y un peso de 450 kilos. Hace tiempo se calcul� en Inglaterra la fuerza que puede desarrollar un pez espada que nada a gran velocidad, y se lleg� a la conclusi�n de que un ejemplar de 270 kilos de peso, que nade a 16 kil�metros por hora y se lance contra un objetivo, aplica a su espada un empuje de 4.5 toneladas.

Son tan variadas las adaptaciones de los peces del necton que se pueden escribir varios tratados al respecto.

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