III. LA VIDA BENTÓNICA EN LAS FACIES ROCOSAS

LA ZONA costera o zona de mareas presenta rocas que ofrecen residencia a numerosas especies. Las playas rocosas están expuestas a la acción directa de las olas y al ser batidas las rocas por el agua y por los sedimentos que ésta arroja contra ellas, hasta las de mayor dureza se van desgastando lentamente, y el mar forma una plataforma de erosión, es decir una franja de rocas desgastadas se convierte en grutas o en una especie de es tanque donde puede vivir una notable variedad de animales y vegetales marinos.

La abundancia de luz y el sustrato sólido y rico en minerales favorecen el desarrollo de una frondosa vida vegetal. Las formas sésiles tienen una superficie donde fijarse y las móviles encuentran protección contra los depredadores entre las propias algas y en las fisuras de las rocas.

Para lograr sobrevivir a los rápidos cambios del clima y de las condiciones fisicoquímicas ocasionadas por la subida y la bajada de la marea, los organismos que habitan en las costas rocosas tienen que poseer unas dotes excepcionales de adaptación, ya sean morfológicas, es decir de su estructura, o puramente fisiológicas, principalmente en su respiración.

Por una parte, deben resistir al empuje de las olas cuando la marea está alta; por otra, a la desecación motivada por el Sol y el viento cuando se retira el mar. Deben, además, soportar los diferentes grados de luz, calor y salinidad a que se someten según estén sumergidos bajo el agua o expuestos a la intemperie. Para adaptarse a estas circunstancias emplean su resistencia física, además de su instinto de conservación que, en caso de haberse retirado la marea, los lleva a trasladarse a las grietas húmedas, oscuras y de temperatura fresca.

Un animal que pasa su vida diaria contando con diversos niveles del agua, debe sentir la imperiosa necesidad de evitar la desecación; por ejemplo, un animal de playa puede vivir de 5 a 6 horas al día en agua fría y, en sólo pocos minutos, quedar expuesto al rigor del Sol, totalmente a la intemperie, y protegido sólo por una capa fina de agua. A estos factores adversos hay que añadir las variaciones que se producen en el grado de salinidad del agua, lo cual depende de la evaporación o de la aportación de agua dulce procedente de los ríos y la lluvia.

Éstas son las condiciones de vida que se presentan en las rocas litorales, influenciadas por tres factores principales: la temperatura, la acción mecánica de las olas y la humectación.

Con respecto a la temperatura, las variaciones locales son de importancia en la región litoral, ya que en ocasiones los organismos se encuentran descubiertos y expuestos al aire, en el cual las oscilaciones térmicas son más amplias que en el agua. Existen límites letales de temperatura tanto alta como baja para determinados organismos, más allá de los cuales se pueden producir mortandades catastróficas como la mencionada por el estadounidense Moore en 1958, donde al alcanzarse temperaturas de 33-38°C se produjo la muerte masiva del erizo del género Diadema, de pulpos y varios gasterópodos.

En cuanto a las temperaturas bajas, éstas producen iguales efectos que las altas, provocando grandes mortandades, aunque el punto de congelación de los fluidos orgánicos en ciertos invertebrados puede llegar a valores iguales al característico del agua del mar, es decir de -1.5 a -l.6°C. En relación con el efecto del hielo que se forma sobre los organismos sésiles, se ha determinado que los crustáceos del género Balanus, llamados también escaramojos, pueden resistir temperaturas de -10°C durante varios días.

Acerca de la acción mecánica de las olas, se ha observado que el impacto de ellas afecta desde el punto donde toca la superficie hasta otro punto cuya altitud depende de la velocidad y altura de la ola; por encima de este segundo punto, el agua pierde fuerza y barre la superficie de la roca. Si la violencia del choque es suficiente, se forman pequeñas partículas de agua que humedecen la porción superior de la roca.

Las adaptaciones de los organismos a la vida en la región costera dependen, en gran parte, de su situación en algunas de estas diferentes zonas de la costa rocosa.

La fijación al sustrato es un requerimiento de todos los seres vivos, pero los que viven en la zona de impacto precisan una mayor capacidad de adhesión a la roca y adoptan una forma casi plana; tal es el caso de unos moluscos como los "quitones". En la zona de barrido de la ola, el agua arrastra abundante alimento en suspensión; los crustáceos del grupo de los percebes sacan sus apéndices, sobre los que se desliza el agua, para luego retraerlos dentro de su concha con el alimento que han colectado.

La zona donde el agua se pulveriza en forma de finas gotas es ocupada por gasterópodos como Littorina, capaces de utilizar dicha humedad; en estos animales los elementos de fijación no son tan fuertes como los de los organismos de las zonas anteriores.

El tercer factor es la humectación o cantidad de humedad que reciben los organismos en los lugares donde viven, determinada por los movimientos del mar en el litoral, como son: olas, mareas y cambios estacionales en el nivel medio del mar. Al bajar la marea, los animales que habitan en las playas rocosas tienen que enfrentarse al problema de la desecación, para lo que se aislan del aire en sus gruesas conchas cerrándolas con una tapita llamada opérculo, manteniendo así su humedad; viven en charcos o se esconden en grietas. La población animal que habita en una grieta varía según la parte del mundo en que se encuentre la playa.

Las lapas, moluscos característicos de estas zonas, se protegen de la desecación mediante una concha resistente, pero se desplazan por la superficie de la roca cuando llega la marea. Antes de que baje la marea, la lapa regresa a lo que se puede considerar como su "base casera" permanente, que se ha construido en la roca haciendo un movimiento cortante, el cual erosiona a la vez la roca y la concha para que ambas se ajusten estrechamente. De este modo, cuando la marea baja, el animal retiene entre la concha y el cuerpo la humedad esencial para realizar sus funciones; al perder la humedad, la lapa muere por desecación.

Los biólogos han descubierto que en la zona litoral rocosa se da una disposición de los organismos en bandas o zonas horizontales. La causa de esta zonación es la existencia de un límite entre el aire y el agua que se mueve verticalmente con las olas y mareas. Los organismos se disponen en el gradiente vertical de condiciones ambientales con su capacidad para subsistir a la desecación, la disminución de oxígeno disuelto, la insolación y los cambios de temperatura. Estos organismos presentan una forma capaz de resistir el embate del agua, lo que desempeña también un importante papel.

Se puede observar que en casi todas las costas del mundo, generalmente los seres vivos se disponen de la región superior a la mayor profundidad formando las zonas de litorinas, balanus, franja sublitoral y la zona sublitoral.

La zona de litorina es relativamente árida, sujeta a condiciones de transición entre la tierra y el agua; los organismos que la habitan dependen de la pulverización del agua, aunque ocasionalmente, con tiempo fuerte o mareas vivas, la zona puede inundarse. El número de especies es muy limitado, dominando los gasterópodos del género Littorina y otros géneros de moluscos con conchas de coloraciones llamativas. La superficie de la roca se encuentra cubierta por algas azules o cianofíceas incrustantes y líquenes formados por la asociación de algas microscópicas y hongos, que representan a los primeros vegetales que empiezan a poblar un territorio marino.

La zona de balanus es la típicamente intermareal, ya que, al menos en parte, es recubierta y descubierta cada día por el agua. La mayor parte de las especies que en ella se encuentran son crustáceos cirrípedos sésiles como los del género Balanus, que dominan en esta área y que buscan, de preferencia, los sitios de las rocas en los que es más fuerte la acción de las olas y las corrientes. De esta forma, su crecimiento se ve favorecido por las aguas ricas en materia nutritiva en suspensión.





Figura 6. Balanus.

Los Balanus son animales realmente marinos que se fijan en las rocas desde el límite superior de la pleamar, incluso desde la zona de salpicaduras, hasta el de la bajamar, formando una franja de color claro que marca los niveles de marea.

Otros habitantes asiduos de las rocas y acantilados costeros son los erizos y las estrellas de mar, hasta el punto que será raro el sitio donde no se encuentren estos animales, cobijados entre los escondrijos y resquebrajaduras de los peñascos en donde el mar rompe con mayor brío. Estos organismos consiguen su alimento de las pequeñas plantas que recubren la superficie de las rocas en que viven.

Algo más abajo de este nivel de los balanos se encuentra otra zona, la franja sublitoral, que delimita la zona intermareal de la región sublitoral. Esta franja, sumergida durante mareas medias y mareas muertas, sólo queda descubierta en las mareas vivas, y somete a sus pobladores a ocasionales periodos de desecación.

En esta franja se localizan otras especies de Balanus que nunca forman una comunidad compacta en la zona de balanos, acompañadas por las lapas o anatifas, crustáceos cirrípedos, que parecen un mejillón montado sobre un pie; el percebes, crustáceo comestible, es afín a la anatifa, pero vive sobre las rocas que no descubre la marea. También se encuentra una fauna abundante de moluscos, algunos de ellos móviles como los Murex y las Littorina; otros viven pegados a las rocas a las que se adhieren fuertemente por medio de un pie musculoso que funciona como ventosa, sin embargo, pueden cambiar de sitio; como ejemplo están las patelas, lapas o sombreros-chinos.

Otros moluscos bien conocidos que habitan en este nivel son los mejillones, importantes por su papel en la alimentación humana, base de una verdadera industria marina, la llamada miticultura, y el ostión de roca, que también es importante como fuente de proteínas y fósforo y cuyo cultivo recibe el nombre de ostricultura.

La zona sublitoral se extiende desde la línea de las bajamares vivas hasta el borde de la plataforma continental, aproximadamente a 200 metros de profundidad, o sea que nunca queda descubierta. Es la zona de mayor importancia económica del océano, ya que cuenta con poblaciones de organismos que permiten establecer las principales pesquerías del mundo y además constituye una fuente potencial de minerales útiles al hombre.

Los organismos dominantes en estas rocas sublitorales son algas macroscópicas y los invertebrados sésiles como poliquetos tubícolas, esponjas, celenterados y ascidias, entre otros. Un caso curioso es el que se refiere a los poliquetos tubícolas que viven entre las rocas de esta zona, formando sus tubos con conchas pequeñas de foraminíferos, que se adhieren por medio de un cemento secretado por el animal.

Las algas constituyen un elemento importante en los niveles superiores del mar, y la luz es un factor ambiental que determina su presencia; presentan una distribución vertical en la que las clorofitas o algas verdes son las más superficiales, luego les siguen las rodofitas o algas rojas, y a mayor profundidad se encuentran las feofitas o algas pardas.

Junto a las grandes superficies rocosas y siempre en la zona de las mareas se localizan áreas en que se constituyen asociaciones de notable diversidad entre la fauna fija y la móvil; esto es en grietas profundas, grutas, cubetas, en las que el agua del mar persiste aun en mareas muy bajas, y en los campos de rocas de diverso tamaño.

Las formas orgánicas que predominan en las grutas y constituyen la mayor parte de su revestimiento son: esponjas, hidrozoarios, ascidias, briozoarios y actinias o anémonas de mar, organismos sedentarios a los cuales pueden añadirse algunos otros errantes, como ciertos anélidos a los que por tener muchas cerdas o quetas se les denomina poliquetos y por ser urticantes se les llama además gusanos de banderilla.

El sustrato sólido desaparece progresivamente con la profundidad, cambiando a fondos arenosos y fangosos, con lo que también se modifica la vegetación y los animales que ahí se encuentran.

La distribución de los organismos vivos en los fondos de la plataforma continental depende de la mayor o menor riqueza en elementos nutritivos, o sea en materia orgánica más o menos desintegrada que es la base para que el fitoplancton inicie la cadena de alimentación. La fauna bentónica dominante de la plataforma continental la forman los moluscos, equinodermos y anélidos, es decir ya no animales fijos, pero sí poco móviles. Se encuentra también una fauna que se mueve ampliamente, compuesta en su mayoría por crustáceos, como los cangrejos y camarones, y peces que viven sobre estos fondos de rica alimentación.

Así se observa que la zona costera rocosa que sufre el azote del oleaje y rompe en ellas su blanquísima espuma, está densamente poblada por infinidad de seres que soportan la violencia del mar, para lo que presentan cambios en su estructura y función de acuerdo con las condiciones de vida que les impone el medio.

El interesado por la naturaleza encuentra entre esta multitud de seres vivos motivo de estudio, ya que muchas de estas criaturas presentan formas curiosas y comportamientos plenos de enseñanzas.

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