I. CONCEPTOS GENERALES

TODOS los seres vivos mantienen con el medio ambiente un desequilibrio que los aleja de la muerte. S�lo al morir se destruyen las barreras que separan unos compartimentos de otros, la estructura de �rganos, tejidos, c�lulas, etc.; y s�lo con la muerte se detiene tambi�n la actividad extraordinaria de las estructuras todas, desde aquellas que podemos ver, hasta las que pertenecen al mundo microsc�pico, o submicrosc�pico inclusive, de las mol�culas que participan en el complejo caminar de los sistemas biol�gicos. �C�mo es que se mantiene este orden que representa la vida? Hay, en primer lugar, una complicad�sima serie de instrucciones y mecanismos gracias a los cuales todos los organismos vivos cuentan con la informaci�n, no s�lo para mantenerla, sino para perpetuarla, transmiti�ndola a su descendencia. Esa informaci�n, a su vez, debe transformarse primero en la realidad de numerosas mol�culas y estructuras que son los ejecutores, o los objetos de tales instrucciones.

Como cualquier proceso natural, el fen�meno de la vida, para mantenerse, requiere una gran cantidad de energ�a; esto es obvio en el caso de algunos de los procesos vitales como el movimiento; sin embargo, el gasto de energ�a no nos parece tan claro cuando pensamos, por ejemplo, en la digesti�n o en el pensamiento mismo. Otro de los asuntos que no es claro para el com�n de las personas, es de d�nde viene la energ�a; c�mo es que los alimentos la contienen y c�mo la aprovechamos; c�mo es que en un principio viene del Sol y nosotros la aprovechamos, y aunque muchos sabemos que son las plantas las encargadas de esto, en general se ignora que hay enormes cantidades de algas, muchas de ellas microsc�picas, y bacterias que tambi�n pueden capturar la energ�a del Sol; menos a�n se conocen los mecanismos mediante los cuales la energ�a es capturada por los seres vivos y todav�a menos, qu� alcances tiene todo esto.

Luego existe el hecho de que los animales, incluyendo al hombre, pueden tomar indirectamente la energ�a del Sol al ingerir ciertas sustancias que las plantas han acumulado, o a las plantas mismas. De nueva cuenta, al parecer son s�lo los especialistas quienes pueden conocer los mecanismos implicados en el aprovechamiento de esta energ�a necesaria para mantenernos vivos y realizar todas nuestras complicadas funciones.

En suma, toda funci�n implica energ�a, pero hay numerosos hechos acerca de ella que desconocemos. El conocimiento de todos los procesos que intervienen en las transformaciones de la energ�a en nuestro organismo, o en general, en los organismos de los seres vivos, es uno de los cap�tulos m�s apasionantes de la biolog�a, sobre todo porque en los �ltimos a�os se ha podido aclarar buena parte de sus mecanismos.

Es frecuente o�r hablar de la necesidad de ingerir alimentos para tener "m�s fuerzas", "mas energ�a" , "potencia", etc. Tambi�n se habla de que una persona es muy "fuerte", o de que tiene mucha "energ�a", pero estos t�rminos habitualmente son vagos, y se les utiliza m�s como sin�nimos de actividad que en su verdadera acepci�n. Si en este peque�o libro hemos de hablar de los procesos que permiten a los seres vivos obtener la energ�a de los alimentos o del Sol, y de los sistemas que luego la utilizan para diferentes fines, es importante que definamos primero algunos t�rminos; de esa forma ser� m�s f�cil entendernos en el curso de las p�ginas de este libro.

La fuerza. Tal vez la definici�n m�s simple que hay es la m�s antigua, la cual nos dice que es aquello capaz de modificar el estado de reposo o de movimiento de un cuerpo. �sta puede ser desde la desarrollada por una mesa que sostiene pasivamente un cuerpo, como una m�quina de escribir o un cuaderno, hasta la representada por el empuje de un tractor, o la de un m�sculo que mueve a la vez un hueso, a manera de palanca, para desplazar o levantar un cuerpo.

El trabajo y la energ�a. �stos son dos t�rminos equivalentes. El trabajo resulta de aplicar una fuerza sobre un cuerpo y de producir su movimiento a lo largo de un espacio cualquiera, se cuantifica tomando en cuenta la magnitud de la fuerza y el espacio recorrido. La energ�a es la capacidad, aunque no se haya ejercido, de hacer trabajo; por ejemplo, un coche en movimiento lleva una cantidad de energ�a que le permite, si se encuentra con alg�n objeto, moverlo en cierta forma, seg�n la velocidad y la masa o peso que tenga. Ese mismo coche, si yendo a cierta velocidad se topa con un objeto en su camino, realiza trabajo, el cual se puede cuantificar de manera precisa. Hay tambi�n energ�a en un litro de gasolina que al quemarse puede producir el movimiento de un motor, el cual, conectado a las ruedas de un coche, es capaz de desplazar una carga. La energ�a el�ctrica es tambi�n del conocimiento com�n, y resulta a�n m�s clara. Todos sabemos que llega por los cables de la corriente, y que cuando se la utiliza puede realizar trabajo, como el del motor de una lavadora, de una sierra, etc. A lo largo de este peque�o libro veremos que hay muchas otras formas de energ�a, algunas de las cuales probablemente resulten novedosas para el lector.

La potencia. La potencia de una m�quina, por ejemplo, es la capacidad que tiene �sta de realizar cierto trabajo, pero en relaci�n con otra dimensi�n: el tiempo. As�, un coche que es capaz de subir una cuesta en cinco minutos es mucho m�s potente que otro que tarda 10 o 15 minutos. Si suponemos que ambos pueden b�sicamente pesar lo mismo (tienen la misma masa), el trabajo para llevarlos a la parte m�s elevada de una cuesta es el mismo; sin embargo, la potencia de aquel que tard� cinco minutos es tres veces mayor que la del que tard� 15.

Finalmente, si los conceptos fuerza, trabajo-energ�a y potencia son diferentes, hay tambi�n diferencias en las unidades en que se expresan. Nosotros utilizaremos las unidades de energ�a-trabajo, las cuales, aunque pueden ser muy diversas, se expresan m�s com�nmente en el Joule y la calor�a. La �ltima representa la cantidad de calor que se requiere para elevar en un grado la temperatura de un gramo de agua. La primera es igual a poco m�s de cuatro calor�as, y fue as� denominada en honor al gran cient�fico James Joule, quien realiz� un trabajo extraordinario en el campo de la energ�a. Est� adem�s la kilocalor�a, calor�a grande, o Calor�a (con C may�scula), que es igual a 1 000 calor�as peque�as. Es necesario aclarar, asimismo, que �sta es la unidad que se utiliza sin conocimiento al hablar del valor cal�rico de los alimentos en la vida diaria.

EN QU� SE "UTILIZA" LA ENERG�A

Existe a�n cierta confusi�n en cuanto a la energ�a, y tiene que ver precisamente con los t�rminos que se emplean para expresar que en tal o cual proceso "interviene" la energ�a, se "utiliza", o "se gasta". Es de gran importancia se�alar que hay una ley (la cual corresponde a una realidad) que establece que la energ�a de un sistema no se crea ni se destruye, sino que se transforma. Tal vez con un ejemplo se pueda exponer con mayor claridad el asunto: si un coche gasta tal o cual cantidad de gasolina para subir con un determinado n�mero de pasajeros a una monta�a, lo que sucede es lo siguiente:

1. La gasolina, que es un compuesto formado por carbono e hidr�geno, contiene energ�a qu�mica en su mol�cula, que hace millones de a�os result� de la transformaci�n de la energ�a luminosa del Sol en la energ�a de los enlaces qu�micos de este compuesto.

2. Al quemarse esta sustancia, lo que realmente sucede es la combinaci�n de sus elementos con el ox�geno del aire, para dar como resultado la siguiente reacci�n:

C10H24 + 16 O2 10 CO2 + 12 H2O.

Pero esta ecuaci�n s�lo muestra la transformaci�n de los materiales; sabemos, por otra parte, que tiene un componente muy grande de energ�a. Si la reacci�n se produce quemando la gasolina en un espacio abierto, esa energ�a se percibe claramente en forma de calor. Si usamos la gasolina para mover un motor de combusti�n interna, lo que de hecho sucede es que la energ�a se transforma, por una parte, en energ�a mec�nica que mueve o provoca el desplazamiento de los pistones, pero irremediablemente hay una parte de ella que de cualquier manera se convierte en calor (por ello los motores necesitan un dispositivo de enfriamiento para liberar la gran cantidad de calor producida).

Si al final del proceso hacemos c�lculos, nos daremos cuenta de que, de la energ�a contenida en los enlaces de la gasolina, en t�rminos estrictos, una parte no ha sido "utilizada", sino que se ha transformado en energ�a mec�nica para subir el coche a la monta�a, y otra no se ha "liberado", ni ha desaparecido, sino que se ha transformado en calor.

La energ�a el�ctrica contenida en un acumulador el�ctrico, hablando en t�rminos estrictos, no se utiliza" para mover el motor de arranque de un coche, sino que se transforma en energ�a mec�nica a trav�s del motor de arranque, y mueve al motor del coche.

Tal vez con estos ejemplos quede claro que en la naturaleza nunca se puede hablar ni de utilizaci�n ni de gasto de energ�a, sino de su transformaci�n de unas formas en otras; sin embargo, en el uso diario del lenguaje son habituales dichos t�rminos, y seguiremos la misma costumbre en este libro, en donde se habla de gasto, de utilizaci�n y de liberaci�n de energ�a. Son, pues, much�simas las formas que puede tomar, y de ellas enlistamos algunas a continuaci�n:

—Energ�a qu�mica
—Energ�a el�ctrica
—Energ�a mec�nica
—Energ�a calor�fica

Los seres vivos manifiestan ser transformadores de energ�a de diferentes maneras. Una muy clara es la capacidad que tienen para generar calor, pero �sta no es sino el resultado de muchas otras formas en las que, como en la combusti�n de la gasolina por los coches, "sobra", o se "libera" energ�a, que se transforma en calor durante muchos procesos. Otra de las manifestaciones claras de la capacidad de transformar energ�a que tienen los seres vivos es el movimiento; independientemente de si se conocen o no los mecanismos, es clara una conexi�n entre la ingesti�n de los alimentos y el movimiento. Los mecanismos son muy complicados, pero a fin de cuentas el movimiento, que es una forma de trabajo, representa la transformaci�n de la energ�a qu�mica contenida en los enlaces moleculares de dos alimentos, en energ�a mec�nica.

Hay transformaciones de energ�a en funciones que son a�n m�s complejas que el movimiento mismo, pero que podemos percibir con claridad; es el caso de muchas de las funciones realizadas por algunos de nuestros �rganos, como el coraz�n, el intestino, nuestro aparato respirator�o, etc. Hay otras m�s en las cuales no se observa movimiento, y que sin embargo tambi�n implican transformaciones de energ�a; tales son el funcionamiento de nuestros ri�ones, nuestras gl�ndulas y otros �rganos que, no por no tener movimiento significa que no requieran la transformaci�n constante de energ�a.

Tal vez las funciones m�s complicadas sean aqu�llas realizadas por el sistema nervioso, que en �ltima instancia comprenden al pensamiento mismo. El hecho de que nuestras c�lulas nerviosas sean inm�viles no quiere decir que no requieran energ�a. Poseen una serie enorme de funciones que podr�amos considerar parciales, pero cada una de las cuales requiere de energ�a, o dicho de manera m�s correcta, implica transformaciones de energ�a.

Otra de las transformaciones de energ�a que no vemos, pero que se realiza con gran intensidad en los organismos vivos, est� dada por el movimiento de sustancias a trav�s de membranas. Uno de los casos obvios es el paso de los materiales nutritivos por la pared del intestino para ser aprovechados por nosotros; pero hay tambi�n movimientos de esas sustancias al interior de las c�lulas. Todas ellas deben nutrirse y desechar aquello que no quieren o no necesitan. Es necesario que los materiales alimenticios, el agua y las sales minerales entren en nuestro organismo, pero �ste es s�lo el primer paso hacia donde en �ltima instancia realmente se les utiliza: las diferentes c�lulas de nuestro organismo. Adem�s, durante el aprovechamiento de muchos materiales y durante la realizaci�n de much�simas funciones, se producen tambi�n sustancias que deben ser expulsadas de las c�lulas, y la mayor parte de sus movimientos involucra cambios de energ�a de unas formas a otras. Todos los organismos utilizan buena parte de la energ�a de los materiales de que se alimentan en este proceso de transporte continuo y muy activo de sustancias de unos lugares a otros y hacia dentro o hacia fuera de las c�lulas.

Por �ltimo, existe otra transformaci�n o uso de energ�a de gran importancia en los seres vivos. Se trata de la renovaci�n constante de las mol�culas que los componen. Nosotros no apreciamos ning�n cambio aparente de un d�a a otro en nuestro perro, o en nuestro gato, ni en nuestros amigos. Sin embargo, estudios cuidadosos han demostrado que las mol�culas de los organismos vivos se est�n renovando; y aunque unas lo hacen con mayor velocidad que otras, al fin de cuentas todas se cambian constantemente por mol�culas nuevas. Aun las mol�culas que forman parte de nuestro cerebro, y que se nos antojar�an inmutables, est�n renov�ndose continuamente.

Pero la renovaci�n significa por una parte que las mol�culas grandes o complejas deben ser destruidas, o convertidas en componentes m�s sencillos. Lo habitual es entonces que, al romperlas, la energ�a qu�mica de sus enlaces se transforme en calor, al menos en su mayor parte. La otra fase de la renovaci�n, la s�ntesis (formaci�n) de las mol�culas nuevas, requiere de otra forma de energ�a diferente al calor, la cual debe provenir de los alimentos y sus transformaciones. Otro de los grandes cap�tulos de las transformaciones de la energ�a es la liberaci�n de calor al romperse los enlaces de mol�culas grandes, y el ingreso de otras formas de energ�a para la producci�n o s�ntesis de unidades peque�as, a fin de formar las mol�culas nuevas que han de reemplazar a las destruidas.

En suma, las grandes funciones en que se realizan las principales transformaciones de energ�a en los seres vivos, al menos desde el punto de vista de su cantidad, son:

a) el movimiento,
b) el transporte de nutrientes, y
c) la s�ntesis de nuevas mol�culas.

Asimismo, es necesario insistir en que en toda transformaci�n de energ�a hay una parte de ella que necesariamente se convierte en calor.

LAS FUENTES DE LA ENERG�A

La gran fuente de energ�a de la que dependemos todos los seres vivos es el Sol; desde la educaci�n primaria se nos dice que hay un ciclo de energ�a y de materiales entre los animales y las plantas, y que est� alimentado por la energ�a del Sol. Este concepto tan simple es sin embargo v�lido y cierto; s�lo que hay que tomarlo con un poco m�s de propiedad. No es que las plantas "utilicen" la energ�a del Sol para fabricar ciertas mol�culas simples; la verdad es que las plantas toman una peque�a parte de la energ�a luminosa que llega del Sol a la Tierra y la transforman en la energ�a qu�mica de diferentes sustancias. El caso m�s simple es el de los az�cares, que se forman seg�n la reacci�n:

6CO2 + 6H2O C6H12O6.

Pero la energ�a que contienen seis mol�culas de bi�xido de carbono y seis mol�culas de agua es mucho menor que la de una mol�cula de glucosa. Por consiguiente, en el proceso de la fotos�ntesis se requiere, hay que "utilizar", o es necesario transformar una parte de la energ�a luminosa que viene del Sol en la energ�a qu�mica que mantiene unidos los �tomos en ese az�car. Esto sucede en un proceso bastante complicado, pero cuyos detalles se conocen en buena parte, tanto en las plantas como en ciertas bacterias fotosint�ticas principalmente (v�ase el cap�tulo II). En el resto de los cap�tulos de este librito se habr�n de esbozar de manera sencilla los mecanismos implicados en dicha transformaci�n energ�tica.

Esta situaci�n convierte entonces a los vegetales en los organismos m�s importantes e imprescindibles en el camino de la utilizaci�n de la energ�a del Sol, como transformadores de la energ�a luminosa en energ�a de enlaces qu�micos, fundamentalmente de la glucosa. Adem�s, las plantas tambi�n pueden elaborar a partir de la glucosa otros az�cares, as� como grasas, y tambi�n prote�nas, o al menos los componentes de �stas, los amino�cidos. Por otra parte, al mismo tiempo que las plantas nos ofrecen la energ�a del Sol ya transformada en una especie que podemos aprovechar, la de los enlaces de la glucosa y otras sustancias nos proporciona simult�neamente materiales que tambi�n nos sirven para esa constante renovaci�n de todas nuestras mol�culas, que ya hemos mencionado. Las plantas, asimismo, producen constantemente el ox�geno indispensable para la vida, seg�n se le conoce hoy en d�a.

Una vez capturada o transformada la energ�a del Sol en la de los enlaces de los az�cares y otras sustancias, son los animales los que las ingieren. En ellos, el proceso es un tanto al contrario; ahora se trata de convertir esa energ�a de los enlaces de las mol�culas, proveniente de la luz del Sol, en otra que puedan aprovechar sus c�lulas y tejidos a fin de funcionar. Lo que hacen los animales es transformar de nuevo la energ�a de los enlaces qu�micos de los az�cares y otras sustancias, en una forma de energ�a directamente aprovechable por distintos sistemas. Para ello realizan, vista de manera general, la reacci�n inversa a la que realizaron las plantas:

C6H12O6 + 6O2 6CO2 + 6H2O.

Pero en el proceso, la energ�a contenida en los enlaces debe pasar a otra forma que las c�lulas puedan utilizar. De la misma manera que un motor de autom�vil no puede funcionar si se le da le�a o carb�n, una fibra muscular no se puede contraer si le agregamos glucosa, aunque �sta contenga energ�a en los enlaces de sus �tomos. Las c�lulas deben convertir esa energ�a en otra forma directamente aprovechable por la fibra muscular, y para eso se utiliza una sustancia llamada ADP, o adenos�n difosfato, que en su estructura contiene dos fosfatos, como se muestra en el capitulo III. Esta mol�cula se puede convertir en ATP, adenosintrifosfato, que entonces contiene tres fosfatos, como resultado de un complicado proceso que se describir� tambi�n en el cap�tulo III, y que de hecho supone que la energ�a de los enlaces de la glucosa se convierta en energ�a de los enlaces del ATP. S� ahora agregamos ATP a una fibra muscular, �sta se contrae, pero al mismo tiempo rompe el enlace que se hab�a formado y nos lleva de nuevo a ADP y un fosfato libre.

Esta reacci�n que tiene lugar durante la contracci�n de las fibras musculares ocurre en muchos otros procesos que requieren energ�a. Nunca es directamente la de los enlaces de los az�cares la que se utiliza. El combustible "universal" de las transformaciones de la energ�a en los seres vivos es el ATP, y se puede utilizar para much�simos procesos que hemos mencionado antes.

Es natural que nos preguntemos �de d�nde ha resultado el conocimiento sobre las transformaciones de la energ�a que tienen lugar en los seres vivos? De hecho, una de las primeras personas que se hizo ya en serio esa pregunta fue el extraordinario sabio Lavoisier, quien a finales del siglo XVIII observ� que si se quemaba glucosa en presencia de aire, se produc�a calor. Pensando que comemos, o que podemos comer glucosa, y que nuestro organismo produce calor, este sabio imagin� y propuso luego que en nuestro organismo tambi�n se utiliza la glucosa por un camino que lleva finalmente a su oxidaci�n y a la producci�n de bi�xido de carbono y agua, pero que la energ�a del az�car es de alguna forma aprovechada, o transformada, en alguna otra forma de energ�a aprovechable por el organismo. Es de esperarse que este brillante sabio no tuviera, sin embargo, dada la �poca en que vivi�, la menor idea de los mecanismos que intervienen en las transformaciones de energ�a en los seres vivos.

Hacia principios del siglo XX se iniciaron apenas los estudios tendientes a entender los mecanismos mediante los cuales las c�lulas aprovechan la glucosa. Una de las grandes inc�gnitas que surgi� fue la referente al mecanismo mediante el cual un microbio, la levadura, transformaba la glucosa en alcohol. Esta inquietud era en cierta forma natural, dado que dicho microorganismo ha tenido desde tiempos antiguos una gran importancia para la humanidad en la elaboraci�n de dos productos extraordinarios: el pan y el vino.

A finales de 1933, un alem�n, Fritz Lohman, descubri� el adenosintrifosfato (ATP); pero en ese momento no se tuvo idea de su importancia como la "moneda" energ�tica de las c�lulas ni de su distribuci�n universal en los seres vivos, sino hasta cinco o diez a�os despu�s de su descubrimiento. Hay que tener en cuenta que el mundo cient�fico de aquellos a�os era sumamente reducido.

Otro de los grandes descubrimientos fue el de la mol�cula conocida como nicot�n aden�n dinucle�tido (NAD) y la defnici�n de su estructura por el cient�fico alem�n Otto Warburg. A lo largo de varios a�os se aclar� tambi�n que esta mol�cula participa adem�s en las transformaciones de energ�a de los seres vivos, en un proceso conocido como �xido-reducci�n, semejante a aquel por el cual los acumuladores de corriente o las pilas el�ctricas producen electricidad, y que es un proceso en el cual est� implicada una cantidad importante de energ�a. Se supo as� que hay un esquema general, el cual se muestra en la figura 2, que es v�lido para casi todos los organismos vivos, y seg�n el cual, cuando las mol�culas como la glucosa, los �cidos grasos o las prote�nas se degradan, se produce energ�a en la forma de ATP, o como el llamado poder reductor, que no es otra cosa que mol�culas como el NAD, que pueden reducirse con la incorporaci�n de �tomos de hidr�geno para dar lo que se identifica en la jerga bioqu�mica como NADH y reoxidarse cuando estos hidrogenos se pierden. �sta es otra forma de transformar energ�a.

Para tener una idea de la energ�a que traen consigo estos cambios de �xido-reducci�n, baste saber que si dos hidrogenos (en realidad los electrones de estos hidr�genos) del NADH pasan hasta el ox�geno, la cantidad de energ�a que resulta es de aproximadamente 56 kilocalor�as por cada mol. El mol es una unidad de rnedida igual al peso molecular de un compuesto tomado en gramos. Para el ATP, la energ�a de cada enlace de fosfato es de s�lo 7.5 kilocalor�as.

Resulta as� un esquema metab�lico que ha sido integrado por miles de investigadores a lo largo de varios decenios, y el cual permite tener una idea bastante cercana de los cambios de energ�a que se dan durante las transformaciones de los diferentes metabolitos en las c�lulas o, para ser m�s precisos, en las mitocondrias.

Aunque desde hace mucho tiempo se hab�a descrito a las mitocondrias como peque�os organitos u "organelos" de las c�lulas, y se les hab�a observado al microscopio, era pr�cticamente nulo el conocimiento que se ten�a acerca de sus funciones. En 1948, dos investigadores, Schneider y Hogeboom, describieron un m�todo que se antojaba extraordinario, y que abri� enormes posibilidades para la investigaci�n en el mundo de la bioenerg�tica: mediante el uso de una soluci�n adecuada de az�car com�n, sacarosa, se pod�a moler el h�gado de una rata de laboratorio preservando la estructura y la funci�n de las mitocondrias, y luego, por centrifugaci�n, separarlas de los otros componentes celulares. Este procedimiento, que en la actualidad se antoja trivial, fue un avance trascendental en la investigaci�n de las transformaciones de la energ�a. Aunque no se sab�a que estos organelos celulares eran los responsables de las transformaciones de la energ�a, el hecho de tenerlos aislados ofreci� a los cient�ficos curiosos la posibilidad de estudiarlos y de definir sus funciones. Pronto (en unos dos decenios) se encontr� que eran ellas las responsables de la respiraci�n de las c�lulas (que es lo que realmente supone el consumo de ox�geno) y, m�s a�n, que al mismo tiempo que respiraban, realizaban la s�ntesis del ATP a partir del ADP y el fosfato inorg�nico. Se descubrieron los componentes moleculares del sistema que transporta los electrones provenientes originalmente del NADH hacia el ex�geno, y los mecanismos generales de formaci�n del agua en este complicado proceso. Sin embargo, el mecanismo de la transformaci�n de la energ�a propiamente dicho se resisti� durante muchos a�os m�s a ser aclarado, pese a que fue notable el aumento que hubo de grupos de investigadores interesados en el problema.

De la misma forma, aislaron los cloroplastos de las plantas, que son el equivalente de las mitocondrias de las c�lulas animales, y se demostr� que estos otros "organelos" son los responsables, y el sitio en el cual se lleva a cabo, de la "captura" de la energ�a del Sol y los procesos que la acompa�an, y que llevan finalmente a la s�ntesis de la glucosa y otros az�cares utilizando bi�xido de carbono, agua y energ�a luminosa.

Los grupos de investigaci�n acumularon gran cantidad de informaci�n, pero muchos de los datos permanec�an sin explicaci�n. No fue sino hasta 1961 en que el genio extraordinario de un ingl�s, Peter Mitchell, integr� los conocimientos que se hab�an acumulado para postular mecanismos generales y as� abrir la posibilidad de numerosas investigaciones en todo el mundo, las cuales, en conjunto, han llevado a explicar c�mo, de formas diversas, se transforma la energ�a en los seres vivos conforme a una cadena de sucesos de gran complejidad. Uno de sus grandes m�ritos fue no s�lo proponer, sino haber demostrado la universalidad de los mecanismos generales de transformaci�n de la energ�a tanto en la mitocondrias y los cloroplastos como en bacterias y en todo organismo vivo, en cada caso con sus particularidades.

Este libro es un intento de presentar al p�blico en general una visi�n de tan interesante tema, y es prop�sito de los autores hacerlo en una forma sencilla y clara. En los siguientes cap�tulos se describir� primero la forma de las transformaciones de la energ�a luminosa del Sol en otras formas de energ�a aprovechables, e incluso almacenab�es por las c�lulas y tejidos de las plantas, para luego exponer la manera en que va cambiando, la cual resulta en los enlaces qu�micos de los az�cares en otras formas de energ�a tambi�n aprovechables, principalmente por los animales.

En otros cap�tulos haremos una descripci�n de la transformaci�n o aprovechamiento de la energ�a en otras formas que, integradas, dan finalmente lugar a la vida misma, con el movimiento de los animales, a las diferentes funciones vitales y, en el caso del hombre, a las del sistema nervioso central, que incluyen adem�s de complicad�simos sistemas de control y comunicaci�n entre las c�lulas, los mecanismos del pensamiento mismo. Es posible, en �ltima instancia, concebir la vida como una constante transformaci�n de la energ�a en diferentes formas a trav�s de millones de procesos interconectados. Como casi cualquier otro proceso natural, la vida implica tambi�n cambios continuos de las formas de la energ�a, que la mantienen y sin los cuales necesariamente deja de existir.

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