PR�LOGO
Es dif�cil justificar la aparici�n de un libro m�s de qu�mica, sobre todo si se considera la gran oferta de textos de nivel preparatoria. Tal abundancia (y el inter�s que despierta la materia) hacen pensar que no escribir un libro de qu�mica es una obra de caridad (sobre todo con los amigos). Con todo, el autor intentar� esbozar algunas de las ideas que lo motivaron a escribir lo que conf�a no ser� un libro m�s como los que abundan.
En primer t�rmino se halla la gran semejanza en contenidos y en tratamiento de los textos de qu�mica. En general, el enfoque es el de una disciplina concluida; una ciencia terminada, en la que ya no hay nada por descubrir y que tiene todo perfectamente explicado sin ninguna laguna conceptual. Tal imagen de ciencia, desafortunadamente, es muy com�n en los libros escritos para lectores de nivel medio. En otra oportunidad se discutir�n y analizar�n las complejas causas y consecuencias. Por lo pronto, cabe mencionar que los textos convencionales de ciencias presentan las teor�as, conceptos y f�rmulas sin comentar el car�cter pol�mico que acompa�� su gestaci�n y nacimiento.
En general se cae en un conjunto de leyes, ecuaciones y definiciones que el estudiante debe memorizar la v�spera del examen. Conjunto que no despierta gran inter�s al estudiante y del que no obtiene una idea del problema que intentan resolver los cient�ficos con tales lucubraciones. Es muy cierto que no es ésa la intenci�n de los autores de textos convencionales pero.. �c�mo puede mostrarse la validez y belleza de una teor�a cient�fica sin mencionar a las que se han abandonado por incompletas o err�neas?
El autor de este libro considera que dos de los puntos m�s descuidados en la ense�anza de ciencias son:
1) el esp�ritu juguet�n de la ciencia,
2) el car�cter est�tico de la ciencia.
La ciencia ha sido y seguir� siendo, para muchos cient�ficos, un juego, en el sentido de que les interesa, les divierte, les apasiona, los obsesiona, y no tanto porque sean "exc�ntricos" o "chistosos" como suele presentarlos la mitograf�a popular. Son, m�s bien, gente com�n y corriente que ha tenido la habilidad de profundizar en sus propios pensamientos, la constancia y tenacidad para llegar a premisas a partir de conclusiones; es gente con disposici�n a jugarse la vida en un experimento o perder el sue�o por un problema.
Proponer que el estudiante encuentre en s� mismo la posibilidad de disfrutar el descubrimiento de una teor�a suena irreal. Pero s� parece alcanzable que el estudiante encuentre gusto en "descubrir" por su cuenta, o con sus compa�eros, o con su maestro, que la ciencia no es tan oscura como se la presenta. M�s bien, los textos, los profesores, los ex�menes, la oscurecen para que parezca profunda.
Una de las materias que dif�cilmente llega a entusiasmar a los estudiantes de nivel medio es la qu�mica. Las razones son muy diversas: profesores improvisados, programas obsoletos, m�todos de ense�anza inadecuados, falta de textos did�cticos, etc. Un grave resultado de lo anterior es el descenso en la matr�cula de la carrera de qu�mica y �reas afines. M�s grave si se considera que la mitad de lo que ense�an los libros es obsoleto y la mitad de lo que necesitar� el estudiante todav�a no se descubre.
Particularizando el punto mencionado arriba de falta de textos did�cticos se debe mencionar:
1) La abrumadora cantidad de informaci�n de los mismos.
2) La reducci�n de la esencia de los fen�menos qu�micos a su formulaci�n matem�tica.
3) La ausencia de ejemplos accesibles a los estudiantes.
4) La concepci�n disciplinaria que impide otras aproximaciones a los principios y t�rminos qu�micos (por ejemplo, no se discuten teor�as alternativas, etimolog�a de los t�rminos, relaci�n entre principios cient�ficos e ideolog�a dominante, etc.).
Uno de los objetivos del libro La qu�mica y la cocina es atacar el punto tres de la lista anterior. Terreno particularmente f�rtil para ilustrar los principios qu�micos es la cocina, pues en una bien surtida pueden hallarse m�s de 200 reactivos qu�micos, adem�s de equipos y procedimientos semejantes a los de un laboratorio. Muchas de las reacciones qu�micas que ocurren en una cocina (como a�adir az�car al cocimiento de elotes para ablandarlos) tienen una explicaci�n cient�fica que ilustra y respalda a la inobjetable experiencia culinaria.
Ciertamente, hay muchos fen�menos gastron�micos (como el frotado de los extremos de un pepino para que no se amargue, o el bailar alrededor de los tamales para que no salgan pintos) que podr�an clasificarse entre las consejas familiares o las tradiciones pintorescas de la cocina. El autor; discretamente, los menciona sin profundizar. Son un buen campo para la aplicaci�n del m�todo cient�fico por parte de los lectores.
La historia de la ciencia muestra que conocimiento cient�fico y conocimiento com�n est�n �ntimamente imbricados. Pi�nsese en Kepler y los s�lidos perfectos o en Kekul� y el anillo benc�nico. Sin embargo, la hoy obligada especializaci�n profesional frecuentemente desalienta al dilettantismo (en el mejor sentido del t�rmino) de profesores y estudiantes de preparatoria.
Por otro lado, el libro pretende llevar al lector del asombro a la reflexi�n. Asombro de lo cotidiano e inmediato, reflexi�n sobre fen�menos aparentemente desconectados. (Sorprenderse de lo evidente revela que no se ha confundido comprensi�n con familiaridad.) La qu�mica y la cocina no quiere ser un libro monotem�tico pues el asombro y el humor no conocen especialidades ni disciplinas.
S�lo habiendo inter�s y entusiasmo, s�lo sintiendo la necesidad del conocimiento, podr�n desarrollarse actitudes cient�ficas. No tiene ning�n efecto positivo dar una colecci�n de f�rmulas tediosas y faltas de sentido entre s� y con la realidad de los estudiantes.
Para terminar es in�til esperar que los estudiantes cambien sus actitudes ante el aprendizaje si los maestros no cambiamos nuestra actitud ante la ense�anza, si no empezamos a descubrir la ciencia como algo que tiene que ver cotidianamente con nuestra vida. Como la cocina.