II. ANSIEDAD, ANGUSTIA, LOS MALES DE NUESTRO TIEMPO, SE GESTAN EN EL CEREBRO

Beber y fumar: formas sencillas (aunque peligrosas) de contrarrestar la ansiedad natural

ES UNA ESCENA TÍPICA de viernes en la noche. Después de una semana de estar sometidos a las tensiones del trabajo, las dificultades con los colegas, el conjunto de estímulos agresivos de las grandes ciudades, las fricciones mayores o menores en la relación familiar y todo lo demás que se quiera agregar a este, por cierto, no muy agradable cuadro, llegamos con más o menos dificultades a una reunión con amigos. Aceptamos encantados un vaso de vino o una copa de una bebida más fuerte. Casi después del primer trago tenemos una sensación clarísima de relajamiento, de distensión. Es decir; lo opuesto a la tensión. El efecto es todavía mejor si, además, fumamos un cigarro. Hemos contrarrestado así, en un momento, toda la carga de ansiedad acumulada en la semana. A pesar de que aún ahora estamos muy lejos de conocer los mecanismos por los cuales el alcohol ejerce sus múltiples efectos, es claro que representa una de las formas más comunes de disminuir las tensiones. El alcohol tiene otros efectos también vinculados con la conducta, de los que hablaremos más adelante, pero en relación con su efecto ansiolítico —es decir, el efecto que destruye o contrarresta la ansiedad—el mensaje es que si una sustancia química como el alcohol aminora la ansiedad, es que ésta puede manipularse a nivel bioquímico. Como conclusión inmediata, debemos considerar que su origen está en una función orgánica que puede ser influida a nivel molecular.

La investigación en farmacología ha proporcionado pruebas muy claras de esta aseveración. Existe una serie de compuestos que funcionan muy adecuadamente en la mayoría de los casos como eficaces ansiolíticos. Y lo que es mejor; sabemos cómo y dónde actúan, con lo cual tenemos una herramienta no sólo para mejorar nuestra calidad de vida, sino para conocer los mecanismos responsables del control de nuestras emociones.

LA ANSIEDAD NATURAL Y LA ANSIEDAD PATOLÓGICA

La ansiedad es una condición natural. A nivel biológico, considerada como un estado de superalerta, es un elemento clave para la supervivencia del individuo. En la vida cotidiana puede ser un factor importante en el éxito o fracaso, en la felicidad o infelicidad de los individuos. Hay muchas situaciones de ansiedad que, unos más y otros menos, todos hemos experimentado en alguna ocasión. La ansiedad, con todas sus características orgánicas (temblor ligero, palpitaciones, manos frías, sudoración) se manifiesta en el joven tímido en el momento en que por fin se decide a invitar a salir a su vecina de al lado; la misma reacción ocurre en el estudiante graduado que presenta por primera vez su trabajo en un congreso internacional, en el empleado recién contratado ante los cuestionamientos de su jefe, el actor novel el día de la primera representación, y así, casi cada uno de nosotros podemos dar uno o varios ejemplos de situaciones similares ante las que hemos experimentado, con mayor o menor intensidad, este fenómeno de ansiedad. Son reacciones naturales ante circunstancias que en cierto modo ameritan la existencia de una reacción de esta naturaleza. Estas reacciones naturales van a desaparecer; sin embargo, en el joven enamorado al cabo de un año de noviazgo con la vecinita, en el actor al cabo de cientos de representaciones, en el estudiante graduado ya convertido en exitoso investigador.

Pero, como también todos hemos observado, existen enormes diferencias individuales en relación con estas manifestaciones naturales de ansiedad. Es claro que hay jóvenes "don-juanes" para quienes la interacción con el sexo opuesto no es nunca un motivo de preocupación; hay también profesores o investigadores para quienes el enfrentarse a una audiencia no representó jamás un problema; hay individuos que dominan las situaciones nuevas o difíciles con aplomo y seguridad, para quienes la ansiedad no es una desventaja. Y entre estos dos extremos existe toda la gama imaginable de reacciones intermedias.

Estamos aquí ante el problema de definir un rasgo del carácter de los individuos. Pero se trata de un rasgo de carácter que se puede manipular químicamente. Tomemos un Valiumñ —o equivalente— y la sensación de angustia o de ansiedad cambiará. Así que, el carácter, en cuanto a ansiedad se refiere, se encuentra en algún o algunos lugares (neuronas, moléculas) que pueden estar directa o indirectamente bajo la influencia del Valiumñ. Y siguiendo con esta misma línea de reflexión, podríamos imaginar que la diferencia entre el jovencito tímido al que le sudan las manos y el que es naturalmente un don-juán, radica en buena parte en cómo funcionan esas estructuras, esas neuronas y esas moléculas cuya función se modifica por el fármaco. Evidentemente, esta posición puede ser considerada simplista o reduccionista en extremo. Pero la lógica de la argumentación sustentada por la prueba experimental es irrefutable.

La ansiedad también puede llegar a ser una respuesta patológica. A este nivel puede definirse como una actitud de preocupación exagerada o sin fundamento ante circunstancias que podrían calificarse como normales. Este estado de ansiedad patológica se caracteriza también por su duración prolongada, sin relación alguna con factores externos. O bien, un cuadro de ansiedad puede caracterizarse por un temor exagerado, que puede llegar a ser hasta una reacción de pánico ante peligros inexistentes. En estos casos también, afortunadamente, el empleo de fármacos diseñados en el laboratorio puede contrarrestar eficazmente estos estados extremos de ansiedad.

LA ANSIEDAD SE PUEDE MANIPULAR POR MEDIO DE ALGUNOS DE LOS RECEPTORES DE LAS NEURONAS

En apoyo a la tesis de que las manifestaciones del carácter asociadas con cuadros de ansiedad se generan en sitios discretos en el cerebro, que hemos definido como núcleos y circuitos neuronales, están los resultados que mostramos a continuación, empleando una técnica desarrollada recientemente que permite observar la actividad de regiones discretas del cerebro en el individuo consciente, en respuesta a estímulos de diversos tipos. En la figura II.1 se muestran ejemplos de lo que puede observarse mediante este procedimiento conocido como tomografía de emisión de positrones.2 [Nota 2] Las zonas claras indican las regiones del cerebro que se activan en respuesta a los estímulos que se indican.

Figura II.1. Tomografía de emisión de positrones que muestra la activación de distintas zonas del cerebro en respuesta a diferentes estímulos: a. visión, b. audición, c. razonamiento, d. memoria, e. movimiento.

Utilizando esta técnica se ha podido demostrar que las reacciones patológicas de ansiedad y las manifestaciones que podrían considerarse normales tienen su asiento anatómico en un área definida del cerebro. Mediante el empleo de estas técnicas se ha visto que durante un ataque de pánico se activa notablemente una región específica del cerebro, que es la misma que se activa también, en forma moderada, durante episodios normales de ansiedad.

Afortunadamente, como se mencionó algunas líneas arriba, se cuenta actualmente con medicamentos muy eficaces para contrarrestar los cuadros de ansiedad —y por supuesto más inocuos que el alcohol o el cigarro—. Como ha sido frecuente en el desarrollo de la medicina, en el caso de los medicamentos con efectos ansiolíticos, primero se demostraron los efectos de los fármacos y luego se entendió cómo actúan. Los ansiolíticos más eficaces son compuestos conocidos como benzodiazepinas. Estas sustancias fueron empleadas inicialmente en el manejo de animales peligrosos —leones y tigres— y el excelente resultado que se obtuvo al moderar el comportamiento de ansiedad de estos animales ante la proximidad del hombre hizo pensar en su posible aplicación clínica en humanos.

Las benzodiazepinas son los medicamentos que más se prescriben en estos tiempos, en concordancia con la intensa carga de tensiones del mundo actual; sus nombres comerciales seguramente son familiares al lector: Libriumñ (clordiazepóxido), Valiumñ (diazepam), Mogadónñ (nitrazepam) (figura II.2). Además de su efecto ansiolítico, las benzodiazepinas son utilizadas también como auxiliares en el control del sueño y contribuyen en esta forma, aunque indirectamente, a disminuir la ansiedad. Es conocido por todos que la falta de sueño es una causa poderosa de ansiedad y que los problemas se agigantan durante las horas de insomnio.

Figura II.2. Fórmulas químicas de los compuestos más utilizados para disminuir la ansiedad (ansiolíticos).

El efecto de las benzodiazepinas en el cerebro es bien conocido. Recordemos brevemente que las neuronas se comunican unas con otras a través de la sinapsis y que esta comunicación se efectúa mediante la interacción de los transmisores químicos con sus receptores (capítulo I). Los ansiolíticos actúan a nivel de un receptor muy conocido que es el del neurotransmisor inhibidor más importante del sistema nervioso, el gamma aminobutirato (GABA). Este receptor es una molécula muy compleja que, como todos los receptores, es una proteína. Tiene un sitio de interacción para el neurotransmisor, el GABA, pero además tiene otros sitios en su molécula en los cuales pueden interactuar diferentes sustancias: la picrotoxina, que bloquea el funcionamiento del canal de cloro, los barbitúricos, las benzodiazepinas y los esteroides (figura II.3). Recordemos que la forma en la que el GABA ejerce su acción inhibidora en las neuronas es aumentando la permeabilidad a un ion negativo, el cloruro, y por ello haciendo más negativo el interior de la neurona. La entrada del ion tiene lugar a través de un poro o canal en la proteína, como se ve en la figura II.3. Ahora bien, aparentemente el efecto, tanto de las benzodiazepinas como de los barbitúricos, es el de aumentar la eficiencia de este proceso de entrada de cloruros a las neuronas. Como consecuencia de ello, en presencia de las benzodiazepinas o los barbitúricos, la acción inhibidora del GABA se hace más profunda. Los esteroides también pueden modular esta acción del GABA.

Figura II.3. Los ansiolíticos como las benzodiazepinas (BZ), actúan aumentando la intensidad de la función del neurotransmisor inhibidor, GABA, al asociarse con su receptor.

Las benzodiazepinas también tienen un efecto moderado como relajantes musculares, lo cual se debe a que el mismo receptor al interactuar con el neurotransmisor, el GABA, ejerce un efecto sobre el sistema motor. Recientemente se han descrito dos tipos de receptores a las benzodiazepinas que difieren en pequeños detalles y que se encuentran distribuidos en forma muy distinta en el cerebro. Uno de ellos, llamado receptor B1 se localiza preferentemente en la corteza cerebral, mientras que el otro, B2, se encuentra en regiones subcorticales. Es posible que uno de estos dos tipos de receptores esté vinculado más particularmente con los efectos conductuales, mientras que el otro se relacione preferentemente con acciones motoras.

La presencia en el cerebro de estos receptores a las benzodiazepinas, que son sustancias artificiales creadas por el hombre, sugiere la existencia de una "benzodiazepina natural", es decir, la sustancia que es legítimamente dueña del sitio de las benzodiazepinas en el receptor. Esta sustancia no se ha encontrado todavía, pero fácilmente podemos imaginar que es el compuesto que controla los estados de ansiedad naturales a los que nos hemos referido y que las diferencias individuales en este sentido son el reflejo de la mayor o menor eficiencia de las sinapsis y los circuitos en los que participa esta benzodiazepina natural.

Además de las sinapsis en las que funcionan las benzodiazepinas, también se ha considerado la intervención de otros neurotransmisores en la génesis y control de la ansiedad. En particular, la serotonina (5-hidroxitriptamina) parece tener alguna relación con los cuadros de ansiedad, ya que otro compuesto que funciona eficazmente como ansiolítico, la buspirona, parece ejercer sus efectos a nivel de las sinapsis que emplean la serotonina como neurotransmisor.

La conclusión de este capítulo es, por lo tanto, que los cuadros patológicos de ansiedad extrema así como las manifestaciones naturales y pasajeras de ansiedad moderada están asociados con la función de neuronas que emplean el GABA como neurotransmisor. Puede ser que estas neuronas estén directamente a cargo de la expresión y el control de las manifestaciones de la ansiedad, o bien que, siendo el GABA una sustancia inhibidora, este control se lleve a cabo indirectamente, a través de una mayor o menor inhibición del GABA sobre otras neuronas como un mecanismo de regulación por medio de circuitos neuronales. Esto daría la posibilidad de una enorme gama de manifestaciones de ansiedad en los individuos, tal como se observa en la realidad.

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