El mayor centro distribuidor de mercader�as fue Guadalajara, aunque tambi�n se distinguieron Aguascalientes, Tepic, Lagos, La Barca y Sayula, que en su respectiva zona de influencia desempe�aron un brillante papel. Por otro lado, el monopolio espa�ol de ciertos productos procedentes de la metr�poli y del extranjero fue patente. Tal es el caso de finas telas, sombreros, armas, espejos, relojes, cristales y, por supuesto, de los afamados pa�os catalanes, que redituaban enormes ganancias a sus representantes exclusivos. Quienes m�s se beneficiaron con esta distribuci�n de art�culos ex�ticos y suntuarios fueron los comerciantes del Consulado de la Ciudad de M�xico, de ah� que sus colegas de Nueva Galicia no cejaran hasta conseguir la creaci�n de un organismo igual en Guadalajara.
Sus pretensiones comenzaron a cristalizar cuando, entre 1765 y 1774, algunos
puertos espa�oles se abrieron al trato directo con el comercio del Caribe y
con la suspensi�n del tradicional monopolio del puerto de C�diz sobre todo intercambio
con Am�rica. Entusiastas colaboradores de las aspiraciones de los mercaderes
neogallegos fueron los funcionarios del gobierno y el propio obispo, quienes
sumaron sus fuerzas para conseguir la creaci�n de dicho consulado en 1795. Su
fuero abarcar�a todo el territorio de la audiencia y estar�a facultado para
tener representaciones en los sitios donde fuese conveniente. En un primer momento
Saltillo, Fresnillo, Chihuahua, Durango y Aguascalientes, entre otros puntos
importantes, contaron con las mencionadas representaciones. Se dispuso igualmente
que 0.5% de los impuestos y multas cobradas se canalizaran a la mejora de caminos
y a la creaci�n y manutenci�n de una escuela mercantil que nunca se estableci�.