En 1833, la legislatura jalisciense, con el respaldo de Valent�n G�mez Far�as, decret� la suspensi�n del pago del diezmo, medida que caus� gran revuelo y da�o a la Iglesia; pero m�s tarde, al ser derrocado ese gabinete, se revoc� dicha disposici�n, se procedi� a la clausura del instituto y de la Normal Lancasteriana y se restableci� la universidad.
A fines de 1833, el gobernador Pedro Tam�s prohibi� a la Iglesia poseer bienes ra�ces y orden� que las fincas urbanas de su propiedad fuesen puestas en subasta p�blica. La reacci�n inmediata fue un virulento ataque al gobierno desde los p�lpitos, acus�ndolo de pretender acabar con la religi�n, en tanto que algunos grupos conservadores se levantaron en armas.
En mayo de ese mismo a�o, los centralistas hab�an proclamado el Plan de Cuernavaca al grito de "religi�n y fueros". El gobierno estatal, encabezado por Tam�s, lo rechaz� abiertamente y ofreci� asilo al Congreso Nacional; sin embargo, la insurrecci�n gan� adeptos con tal rapidez que hasta el propio presidente de la Rep�blica, Antonio L�pez de Santa Anna, se puso de su lado. Tam�s reconsider� entonces sus medidas, pero el Congreso local se lo impidi� y tuvo que renunciar. Lo sustituy� Juan N. Cumplido, quien se manifest� decidido a llevar las reformas liberales hasta sus �ltimas consecuencias.
Esto dio pie a que se enviara un grueso contingente militar para someterlo,
ocupando Guadalajara el 12 de agosto de 1834 e instalando como nuevo gobernador
a Jos� Antonio Romero, al tiempo que le eran restituidos al clero sus privilegios
y canceladas todas las leyes que iban en su perjuicio.