La expansi�n econ�mica


No obstante la distribuci�n de la poblaci�n, a pesar de su descenso, no vari�. Los cantones m�s habitados continuaron siendo los de clima m�s benigno y los que se encontraban en sus caminos que comunicaban a la capital jalisciense con la ciudad de M�xico y otros puntos de importancia como San Blas o Zacatecas.

Por otro lado, los extranjeros (espa�oles, franceses y norteamericanos), radicados casi todos en Guadalajara, constitu�an una minor�a pero de gran importancia comercial. El auge en este sector obedec�a a la directriz dispuesta por el Congreso Nacional, que a partir de 1835 adquiri� facultad constitucional para legislar sin reserva sobre puertos, aranceles y comercio, y que de nueva cuenta favoreci� a los intereses de los ricos mercaderes de la ciudad de M�xico.

El continuo reclamo por el excesivo monopolio comercial del centro dio lugar a que el gobierno dispusiera, en 1843, que el impuesto de aver�a se invirtiese en cada departamento. De esta manera, lo recaudado en San Blas se gast� en la construcci�n de un nuevo camino entre este puerto y Guadalajara con el consecuente beneficio para la regi�n.

Para paliar el desorden causado por las severas disposiciones fiscales, la anarqu�a en los precios y los p�simos caminos, en 1842 se crearon en Guadalajara y Tepic sendas Juntas de Fomento del Comercio. A�os despu�s, la misma medida fue tomada en poblaciones mayores de quince mil habitantes, con el fin de mejorar las v�as de acceso, principalmente.

Con la intenci�n de agilizar la comunicaci�n entre Guadalajara y San Blas, cuya importancia ahora crec�a gracias a las exportaciones a California, la Junta de Fomento tapat�a decidi�, a mediados de 1851, abrir una l�nea diligencias entre ambos puntos, aprovechando la colaboraci�n que el Estado hab�a prestado para hacer mejoras al camino.

La ciudad de Guadalajara debido a su emplazamiento geogr�fico y a su relevancia pol�tica y econ�mica, segu�a figurando como el mayor centro de consumo y distribuci�n de mercanc�as del occidente del pa�s. Destacaron en esta �poca por sus enormes fortunas invertidas en la actividad comercial, las firmas Olasagarre, Mart�nez Negrete, Palomar y Luna, que aprovecharon el incremento del consumo de ciertas mercanc�as textiles para instalar en las cercan�as de Guadalajara las primeras industrias de hilaza. Al mediar el siglo XIX fueron abiertas dos f�bricas, La Caja de Agua y La Experiencia, que vinieron a sumarse a La Escoba y a La Prosperidad Jalisciense, establecidas a�os antes.

Debe mencionarse la importancia de San Juan de los Lagos, en virtud de su tradicional feria anual celebrada en diciembre, la cual llegaba a reunir hasta 100 mil personas. A ra�z de las limosnas y donaciones hechas a la virgen por los peregrinos, su santuario fue muy ricamente decorado y lleg� a ser el m�s suntuoso de todo el obispado de Guadalajara. Todo marchaba bien para esta feria hasta que, en 1846, aparecieron los primeros comerciantes norteamericanos con �nimo de vender y de espiar para su gobierno. Tras la derrota de nuestro pa�s y despu�s de fijarse la nueva frontera, la feria se vio gravemente lesionada por la notoria ausencia de compradores provenientes del norte del pa�s, quienes adquir�an ahora sus mercanc�as en Estados Unidos que les hab�a quedado tan cerca o m�s que el mismo San Juan. Cabe a�adir que tambi�n tuvieron que ver en la ca�da del mercado las malas condiciones generales y la inseguridad en los caminos que sobrevino a la guerra. A tal punto lleg� la crisis, que el ayuntamiento de San Juan pretendi� separarse de Jalisco e incorporarse a Guanajuato; argumentando que la decadencia de la feria se deb�a al abandono en que el gobierno estatal ten�a a esa comarca. Ni solucionada la crisis pol�tica logr� la feria repuntar, pero no lleg� a perder todo el atractivo comercial gracias a la veneraci�n de su virgen.

Otro sitio de singular importancia comercial por su emplazamiento en el camino entre Guadalajara y San Blas fue la ciudad de Tepic. Ah� se constituy� hacia 1827 la sociedad de Eustaquio Barr�n, c�nsul ingl�s, y Guillermo Forbes, c�nsul norteamericano, quienes desempe�aron un papel de primera magnitud en toda la regi�n. Ellos aprovecharon el repunte comercial posterior a 1835 para abrir una f�brica, aunque su finalidad principal fue la de disfrazar de ropa mexicana los textiles ingleses que se introduc�an ilegalmente al pa�s. Barr�n y Forbes invirtieron adem�s fuertes sumas en hipotecas, bienes ra�ces, minas de sal, plata y mercurio, pero sus principales beneficios siempre provinieron del contrabando de textiles ingleses, complementado con la exportaci�n de plata mexicana, tambi�n por caminos il�citos.

Alcanz� tal poder la Casa Barr�n y Forbes que otros grandes empresarios de Tepic acabaron por cerrar sus puertas. De hecho s�lo la Casa Casta�os qued� en condici�n de hacerle una cierta competencia. En consecuencia, Barr�n y Forbes impusieron su ley en varios ayuntamientos e influyeron notoriamente en la designaci�n del jefe pol�tico y otros funcionarios de primer nivel cantonal. Pronto se suscitaron tales pugnas con los comerciantes de Guadalajara, que los de Tepic contemplaron la posibilidad de separar todo el s�ptimo cant�n del estado de Jalisco. Con esa intenci�n, se public� en 1846 El Vig�a del Pac�fico, primer peri�dico de Tepic. Ya por 1850 se sab�a que la Casa Barr�n y Forbes patrocinaba a Manuel Lozada, llamado el Tigre de Alica, para que hostigara a Casta�os y a los empresarios tapat�os.

Aunque a mediados del siglo XIX San Blas era considerado todav�a el puerto de mayor movimiento en la costa occidental del pa�s, muy pronto comenz� a ser superado por Mazatl�n que ofrec�a menos obst�culos geogr�ficos, mejor clima y sanidad. Asimismo, Mazatl�n se encontraba cerca de los yacimientos argent�feros de Sonora y Sinaloa y favorec�a la salida del preciado metal.

M�s pr�ximo a Guadalajara y con amplias perspectivas de convertirse tambi�n en un embarcadero de importancia, se encontraba Manzanillo, donde a partir de 1849 comenzaron a atracar barcos mercantes de grandes dimensiones que iban rumbo a la Alta California a satisfacer las necesidades de la "fiebre del oro". Esto dio lugar a un repunte poblacional y comercial en toda la comarca, especialmente en Zapotl�n El Grande, estrat�gicamente ubicado en el camino de Manzanillo hacia el interior.

Por otra parte, el inevitable contrabando se originaba no s�lo por los puertos del Pac�fico, sino tambi�n por los del golfo. Ahora se tra�an hilazas, mantas, ropa y tabaco, con las consecuentes protestas e inconformidad de quienes produc�an en M�xico los mismos art�culos.


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