En los planes del visitador general Jos� de G�lvez, el noroeste novohispano ocupaba un lugar preferente, y hab�a para ello varias razones. Ten�a una exagerada opini�n sobre las riquezas minerales de la regi�n y quer�a terminar con la inseguridad que privaba en la zona a causa de los indios insumisos. El visitador so�aba con un noroeste completamente colonizado por los espa�oles, sin las angustias que los pobladores sufr�an a causa de los seris, los pimas, los apaches y los yaquis. A esto se a�ad�a el inminente peligro de una invasi�n extranjera, ya por parte de los rusos que navegaban el Pac�fico norte, o bien por parte de los ingleses, franceses o estadunidenses, muy interesados en aprovechar el Oc�ano Pac�fico, donde el imperio espa�ol ten�a enormes y desprotegidos litorales.
El visitador dispuso varias acciones importantes en relaci�n con las provincias del noroeste, como el env�o de una expedici�n militar de grandes proporciones para la pacificaci�n de los indios rebeldes, la cual, al mando del coronel Domingo Elizondo, parti� para Guaymas en 1767. Era tan impresionante el despliegue de soldados, armas y pertrechos que se pensaba que su sola presencia bastar�a para disuadir a los rebeldes y lograr la sumisi�n. En el mismo a�o el visitador orden� la habilitaci�n del puerto de San Blas en las costas de Nayarit, as� como el establecimiento de un astillero y de una base naval.
A principios de 1768, Jos� de G�lvez y el virrey marqu�s de Croix sometieron al rey un proyecto para crear una nueva entidad gubernativa con jurisdicci�n sobre todas las provincias del norte de la Nueva Espa�a, desde California hasta Texas, del cual nos ocuparemos m�s adelante. Era tal el inter�s de De G�lvez por el noroeste que decidi� recorrerlo personalmente para disponer las medidas reformadoras. Parti� de la ciudad de M�xico en abril 1768, pas� por Guadalajara y lleg� a San Blas, donde se embarc� hacia Baja California. En el curso del viaje desembarc� en Mazatl�n, donde estuvo una semana y concedi� privilegios a los mulatos de la guarnici�n del presidio, como la exenci�n de impuestos al comercio, el aumento del n�mero de plazas para presidiales y cierta autonom�a del alcalde mayor de Copala, del cual depend�an por estar el presidio en este territorio.
Jos� de G�lvez estuvo en el sur de Baja California por espacio de 10 meses y se dedic� a organizar minuciosamente a la nueva sociedad peninsular. Reparti� las escasas tierras cultivables que pertenec�an a las antiguas misiones jesu�ticas y amplios sitios para la cr�a de ganado mayor; puso en funcionamiento unas minas por cuenta del rey y cre� un almac�n con fondos de la Real Hacienda para agilizar el comercio y el abastecimiento de los colonos, quienes importaban desde el continente todas sus mercanc�as. Los actos del visitador que tuvieron mayor trascendencia fueron la decisi�n de colonizar la Alta California y la organizaci�n de las dos primeras expediciones que participaron en esta empresa. De este asunto hablaremos con mayor detenimiento en otro apartado de este cap�tulo.
En mayo de 1769, De G�lvez sali� de Baja California y desembarc� en Santa B�rbara, peque�a ensenada cercana a la desembocadura del R�o Mayo, en la provincia de Sinaloa. Al llegar al continente se enter� de algunos asuntos enojosos. El ej�rcito del coronel Elizondo llevaba un a�o en la provincia de Sonora emprendiendo campa�as contra los indios seris, pero con �nfimos resultados, sobre todo tomando en cuenta los gastos que la expedici�n militar causaba al real erario. El ej�rcito espa�ol no disuad�a a los rebeldes seris, sino que estimulaba su astucia para eludirlo. En el mismo mes, los indios cahitas del R�o Fuerte se sublevaron contra autoridades y colonos y fueron reprimidos por la tropa espa�ola con violencia inmoderada. Las fuerzas de coronel Elizondo estuvieron dos a�os m�s en la regi�n y se retiraron, a mediados de 1771, sin haber logrado el objetivo de pacificar a los indios insumisos.
Antes de partir a Baja California, De G�lvez hab�a comisionado al doctor Eusebio Ventura Bele�a para que recorriera las provincias de El Rosario, Maloya, Copala, Culiac�n y Sinaloa e iniciara la organizaci�n de la Real Hacienda, esto es, el aparato burocr�tico para la recaudaci�n fiscal, que hasta la fecha no exist�a en el noroeste. El comisionado deb�a poner las bases para la fundaci�n de una real caja y el establecimiento de los "estancos" del tabaco, la p�lvora, los naipes y la sal. La real caja era una oficina recaudadora en la que los mineros pagaban el impuesto del quinto real y marcaban sus barras de plata con el sello del rey para poder comercializarlas. Los estancos eran monopolios del rey, de modo que s�lo las oficinas de la Real Hacienda pod�an vender los productos. El comisionado tambi�n estableci� una oficina para "rescatar" el oro y la plata que produc�an los mineros y cambiar estos metales por plata acu�ada, medida que afect� a los comerciantes locales porque esta oficina pagaba mejor precio que ellos. Pero el visitador desaprob� las gestiones de Ventura Bele�a, lo destituy� y lo puso en prisi�n.
Jos� de G�lvez permaneci� tres meses y medio en el real de los �lamos, provincia de Sinaloa, desde donde dispuso importantes medidas para el desarrollo de la regi�n. Estableci� la real caja para el quintado de los metales de la gobernaci�n y venta del azogue a precios reducidos asimismo, orden� la formaci�n de padrones de todas las provincias para el cobro de diezmos y tributos, expidi� un reglamento de salarios y jornales, y orden� la formaci�n de milicias de espa�oles y de indios para la defensa de los pueblos. Una de las m�s importantes disposiciones, a la cual ya nos referimos, fue la repartici�n de las tierras misionales entre indios y no indios, para que la propiedad privada sustituyera a la colectiva y para que indios y no indios vivieran juntos en los mismos pueblos.
Posteriormente, De G�lvez parti� al presidio del Pitic, en la provincia de Sonora, y a las misiones de Ures y Arizpe. Cuando se encontraba en Ures mostr� se�ales de una enfermedad que perturbaba sus facultades mentales, por lo que sus servidores y el gobernador Claudio de Pineda procuraron retirarlo sigilosamente para que no se difundiera la noticia del penoso estado de tan ilustre funcionario, y lo trasladaron a Chihuahua, a donde lleg� ya en su sano juicio. Jos� de G�lvez volvi� a Espa�a en 1772; el rey Carlos III recompens� sus servicios con el nombramiento de ministro universal de Indias y le concedi� el t�tulo nobiliario de marqu�s de Sonora.
El visitador Jos� de G�lvez pas� por el noroeste novohispano con la celeridad y la fuerza de los ciclones de verano. No se hab�a visto en la regi�n a un funcionario imperial de tan alta investidura y que dictara tantas y tan diversas disposiciones reformadoras. En los siguientes apartados seguiremos el curso de los acontecimientos posteriores a la visita de De G�lvez para evaluar el efecto que tuvieron las reformas borb�nicas sobre la sociedad regional.