De las reformas efectuadas por los monarcas borbones en el campo de la econom�a, dos fueron las que mayores repercusiones tuvieron en el noroeste novohispano: la liberalizaci�n del comercio y los incentivos a la miner�a. Antes de las reformas el comercio exterior de la Nueva Espa�a era un monopolio de los comerciantes del consulado de Sevilla, en Espa�a, y de los consulados de cada colonia americana, en nuestro caso el Consulado de Comerciantes de la ciudad de M�xico. Sevilla era el �nico puerto espa�ol que estaba autorizado a manejar el comercio trasatl�ntico (despu�s lo fue C�diz) y s�lo un puerto novohispano, Veracruz, pod�a recibir la flota que una vez al a�o ven�a de Espa�a cargada de mercader�as europeas y volv�a con plata y oro, principalmente. En el Oc�ano Pac�fico ocurr�a algo similar, pues s�lo los consulados de M�xico y de Manila pod�an hacer el comercio por medio de un gale�n que anualmente viajaba de las islas Filipinas a Acapulco �nico puerto autorizado para el comercio con mercanc�as sobre todo chinas, y volv�a a Manila con plata novohispana. Este comercio monop�lico, establecido desde el siglo XVI
por concesiones del rey a los comerciantes, produc�a grandes ganancias a los mercaderes almaceneros, pero perjudicaba a los consumidores porque estaban sujetos a los precios que fijaban los monopolistas.
Las reformas llamadas del "libre comercio" ten�an por objeto romper el monopolio de los consulados, porque estos poderosos mercaderes eran los que acaparaban las utilidades del comercio y con su riqueza lograban influir en no pocas decisiones de las autoridades del virreinato. Los principales cambios en el sistema de comercio fueron la habilitaci�n de nuevos puertos para el comercio ultramarino, lo mismo en Espa�a que en Am�rica; la sustituci�n de la flota anual por nav�os sueltos que pod�an viajar sin someterse a un calendario; la ampliaci�n de los permisos para comerciar con m�s productos, tanto de la metr�poli con las colonias como de las colonias entre s�, porque antes de estas reformas estaba restringido el comercio entre las colonias. A estas reformas hay que a�adir la supresi�n de los alcaldes mayores, a la que ya nos referimos, porque estos funcionarios eran un eslab�n muy importante en el control del comercio en el interior de la Nueva Espa�a.
El libre comercio quebr� las bases del monopolio que manten�an los almaceneros de M�xico; algunos de estos comerciantes prefirieron retirarse de esta actividad y dedicar sus capitales al cr�dito o a la compra de haciendas. La ciudad de M�xico dej� de ser el �nico centro del comercio ultramarino y surgieron otros dos consulados, el de Veracruz y el de Guadalajara. El libre comercio favoreci� a un nuevo tipo de comerciantes que fincaban sus ganancias en el volumen de las ventas m�s que en los precios exageradamente altos; de esta manera creci� el tr�fico comercial y por ende la recaudaci�n fiscal de las alcabalas.
El libre comercio tuvo amplias repercusiones en la Intendencia de Arizpe, pues al fracturarse el monopolio de los almaceneros y al desaparecer los alcaldes mayores qued� desmantelada la estructura que durante casi dos siglos hab�a sustentado la forma de hacer el comercio entre el noroeste y el centro de la Nueva Espa�a. Otros cambios importantes se produjeron en las rutas comerciales al abrirse las comunicaciones mar�timas en el Pac�fico que, a partir de Acapulco y de San Blas, llegaban a Mazatl�n, Altata, Guaymas, Loreto, La Paz, San Diego, Monterrey y San Francisco. Estos tres �ltimos puertos eran de Alta California, que fue colonizada a partir de 1769, como m�s tarde expondremos. En 1768 el visitador Jos� de G�lvez hab�a autorizado la celebraci�n de ferias francas, esto es, sin pago de impuestos, en Guaymas y en Loreto, con objeto de intensificar el comercio mar�timo en el noroeste. Cuando en 1795 surgi� el Consulado de Guadalajara, los comerciantes tapatios quedaron en mejor posici�n que los de M�xico para abastecer las importaciones de la Intendencia de Arizpe y se intensific� el comercio entre estas intendencias vecinas que ten�an comunicaci�n mar�tima.
Debemos referirnos a otro acontecimiento que incidi� sobre la Intendencia de
Arizpe a fines del siglo XVIII.
No se trata de alguna de las reformas
borb�nicas porque este hecho fue ajeno al Imperio espa�ol, pero coincidi� en
tiempo con ellas: la apertura de las rutas comerciales en el Pac�fico norte.
En efecto, hacia 1765, los comerciantes rusos establecidos en Alaska empezaron
a cruzar el Pac�fico para llevar a China las pieles de nutria que obten�an en
las costas de Am�rica del Norte. En 1784, navegantes ingleses y estadunidenses
de Boston empezaron tambi�n a navegar el Pac�fico para llegar al mercado chino
y participar en el comercio de pieles finas. Entraban al Pac�fico por el estrecho
de Magallanes, luego recorr�an las costas del Imperio espa�ol hasta Alta California
y el actual Canad�, donde obten�an las pieles de nutria que llevaban a China
por la ruta de Hawai. Recordemos que fue la presencia de los rusos en el Pac�fico
norte lo que decidi� al gobierno espa�ol a ocupar la Alta California antes de
que �stos lo hicieran.
En este nuevo mapa de las rutas de navegaci�n, la Intendencia de Arizpe ocup� un lugar estrat�gico. Los barcos ingleses y estadunidenses costeaban el litoral de la Intendencia, en donde hab�a plata, as� que no tardaron en detenerse para intercambiarla por los productos que transportaban, tanto europeos como estadunidenses y asi�ticos. Este comercio era de contrabando, porque las autoridades espa�olas ni con el libre comercio hab�an autorizado el trato con extranjeros, pero fue imposible de evitar, ya que la intendencia carec�a de medios para alejar a los extranjeros y, por otra parte, era un negocio atractivo para los comerciantes locales y muy beneficioso para los consumidores as� que las autoridades prefirieron disimular y negaban que hubiera contrabando en sus partidos.
Los comerciantes de M�xico y Guadalajara, que abastec�an a la Intendencia con productos importados, protestaban ante las autoridades superiores por ese tr�fico il�cito que afectaba sus intereses, y �stas emit�an prohibiciones, pero el contrabando continuaba. Al principio, los comerciantes mayoristas se inconformaron porque el contrabando mermaba sus negocios, puesto que los art�culos introducidos eran de mejor calidad y menor precio que los tra�dos de M�xico o de Guadalajara; sin embargo, terminaron por participar tambi�n porque obten�an buenas utilidades y no necesitaban compartirlas con los proveedores que desde aquellas ciudades los surt�an. Por otra parte, resultaba pr�cticamente imposible competir con los bajos precios del comercio il�cito, as� que para estos comerciantes la disyuntiva era participar en el contrabando o quedar fuera del comercio,
Las circunstancias que favorecieron el contrabando se acentuaron en las primeras d�cadas del siglo XIX;
una de ellas fue la insuficiencia de la marina novohispana del Pac�fico, que obligaba a utilizar barcos extranjeros para el transporte de la carga destinada a la Intendencia de Arizpe o a las Californias. Otra fue la guerra insurgente que interrumpi� las comunicaciones con el centro del virreinato. La conjunci�n de estos elementos no s�lo increment� el volumen del comercio ilegal, sino que ampli� su radio de acci�n a la Intendencia de Durango. Las autoridades locales contemporizaron con el contrabando y cobraron las alcabalas correspondientes,
Muy importantes fueron los cambios que se gestaron en el comercio de Sinaloa y de todo el noroeste en el periodo de las reformas borb�nicas, porque tuvieron hondas repercusiones. Por una parte, se afloj� el nudo que ataba a la Intendencia de Arizpe con los almaceneros de M�xico; se desarticul� el mecanismo por el que la riqueza de la regi�n sal�a para M�xico en forma de plata. Por otra parte, se esbozaba otra forma de realizar el comercio exterior: el trato directo con los comerciantes extranjeros, que al correr del tiempo llegara a ser determinante en la historia de la econom�a sinaloense, Asimismo, las comunicaciones mar�timas empezaron a cumplir una funci�n relevante en el comercio del noroeste, aunque y es preciso se�alarlo el comercio exterior conserv� el mismo defecto que Rodr�guez Gallardo se�alara 70 a�os antes: los comerciantes del exterior s�lo quer�an plata en pago de sus mercanc�as, por lo que muchos otros productos regionales siguieron inexplotados por falta de mercado.