El obispado de Sonora


Parte del plan de Jos� de G�lvez en el noroeste novohispano era la creaci�n de un obispado. Las provincias del noroeste depend�an de la di�cesis de Durango, que era de dimensiones dilatadas. All� el prelado poco pod�a ocuparse de lugares remotos de la cabecera del obispado. Al poner un obispo en este lugar, De G�lvez tambi�n buscaba mantener a los religiosos franciscanos bajo estricto control para que no se repitiera lo ocurrido con los jesuitas. En la �poca colonial el obispo era un pastor para el servicio espiritual de los fieles, pero tambi�n era un funcionario del rey, y como tal deb�a velar por que los cristianos a su cuidado fueran vasallos d�ciles y sumisos al soberano. El patronato que sobre la iglesia ejerc�a el rey de Espa�a le otorgaba el derecho de escoger a las personas que el papa designar�a como obispos en todas las di�cesis del imperio.

Durante la �poca de las reformas borb�nicas el rey coloc� como obispos a los adictos a la pol�tica de la corona. Estos obispos actuaron m�s como ministros del rey que como pastores, pues respaldaron la pol�tica del monarca incluso cuando agred�a a la misma Iglesia; por ejemplo, cuando Carlos III expuls� a los jesuitas los obispos novohispanos apoyaron el cumplimiento de esta orden y condenaron a quienes opinaron que el rey estaba invadiendo el campo de la disciplina eclesi�stica que s�lo compet�a al papa. Hubo tambi�n otros casos en que los obispos de la Nueva Espa�a prefirieron sujetarse a la voluntad del rey cuando �ste se opon�a a la autoridad del papa. Un episcopado de esta naturaleza era muy �til para calmar a la poblaci�n cuando se impon�an reformas que agred�an los intereses de muchos. La erecci�n de un obispado en el noroeste, pues, era un elemento m�s para el control pol�tico de la regi�n.

A solicitud del rey Carlos III, el papa P�o IV erigi� el obispado de Sonora, nombre oficial que recibi� la nueva di�cesis el 7 de mayo de 1779. Comprend�a los territorios de la intendencia de Arizpe —segregados de la di�cesis de Durango— y de ambas Californias, separadas de la di�cesis de Guadalajara (mapa VI.2). La sede del obispado ser�a la ciudad de Arizpe, y como primer obispo fue designado el religioso franciscano fray Antonio de los Reyes, antiguo misionero de la Pimer�a Alta y muy fiel a la pol�tica regalista de Carlos III y de Jos� de G�lvez. Fray Antonio estaba en Espa�a cuando fue designado obispo, y, tras de jurar fidelidad al rey, parti� para la Nueva Espa�a y lleg� a Arizpe en septiembre de 1783.



Mapa del territorio del obispado  de Sonora en 1790. La sede del obispado ser�a la ciudad de Arizpe, y como primer obispo fue designado el religioso franciscano fray Antonio de los Reyes.



MAPA VI.2 El obispado de Sonora en 1790.

En la mayor parte del territorio del obispado a�n hab�a misiones. En la provincia de Sonora estaban los franciscanos; en la Alta California hab�a misioneros de la misma orden, y en Baja California hab�a dominicos y franciscanos. La intenci�n del gobierno espa�ol era que las misiones fueran secularizadas lo antes posible, pero las circunstancias no lo permitieron. En la Alta California y en la Pimer�a Alta (que era el territorio que hoy ocupa el estado de Arizona) los misioneros eran necesarios para mantener sometidos a los indios. En Baja California ya casi no hab�a indios, pero los misioneros se opon�an a la secularizaci�n y no hab�a cl�rigos disponibles que quisieran ir a la desolada pen�nsula. Seg�n la legislaci�n vigente los misioneros no estaban del todo sujetos a la jurisdicci�n del obispo, sino que segu�an dependiendo de su propia instituci�n religiosa, como el Colegio franciscano de San Fernando de M�xico o la provincia franciscana de Jalisco. Esta situaci�n caus� conflictos de autoridad que fray Antonio de los Reyes no pudo resolver.

En el resto del territorio diocesano, desde Ostimuri hasta El Rosario, hab�a parroquias a cargo de cl�rigos seculares que depend�an �nicamente del obispo. En Ostimuri funcionaron las antiguas parroquias de San Ildefonso de Ostimuri, San Francisco de R�o Chico y Nuestra Se�ora de Loreto de Baroyeca, y a partir de la expulsi�n de los jesuitas se form� una parroquia en los pueblos del Yaqui, atendida por cuatro cl�rigos seculares. En la provincia de Sinaloa, adem�s del curato de �lamos, al secularizarse las misiones se formaron las parroquias de Mocorito, Chicorato, Tehueco, Mochicahui, San Miguel Zapotitl�n, Camoa, Conicari, Batacosa, Navojoa, Guasave, Ocoroni, Toro y Santa Cruz, pero un buen n�mero de ellas no ten�an p�rroco y eran atendidas por alg�n cura de las inmediaciones. En Culiac�n y Cosal� se encontraban seis parroquias; en Copala hab�a cuatro curatos, uno en Maloya y otro en El Rosario. En 1819, el obispo contaba con 68 cl�rigos para la administraci�n religiosa del obispado, que eran insuficientes dada la extensi�n del territorio y lo disperso de los poblados.

A excepci�n de algunas parroquias como �lamos, El Rosario y Cosal�, que produc�an buenas rentas a sus curas, las dem�s eran muy pobres y no produc�an ni el sustento del cura, por lo que en algunas de ellas el gobierno pagaba s�nodo al p�rroco, como si fuera misionero. La recaudaci�n del diezmo tambi�n fue deficiente en el obispado, por lo que la Real Hacienda daba al obispo una compensaci�n para su sustento y los gastos de administraci�n de la di�cesis.

Durante el periodo que nos ocupa (1767-1821) hubo cinco obispos en la di�cesis de Sonora. El primero, como ya dijimos, fue fray Antonio de los Reyes (1783-1787), espa�ol originario de Alicante, franciscano, que ocup� su tiempo y esfuerzos en tratar de imponer su autoridad sobre los misioneros de su misma orden. Aunque fray Antonio inici� su gesti�n episcopal en Arizpe, al poco tiempo cambi� su residencia a �lamos, donde vivi� hasta su muerte en marzo de 1787. Los tres inmediatos sucesores de fray Antonio fueron tambi�n franciscanos y espa�oles, aunque s�lo dos eran peninsulares. Fray Jos� Joaqu�n Granados (1788-1794) era malague�o, igual que Jos� de G�lvez, y hab�a sido guardi�n de un convento franciscano de Michoac�n; en 1794 fue trasladado como obispo a la di�cesis de Durango. Fray Dami�n Mart�nez de Galinzoaga (1794-1796), originario de Murcia y antiguo guardi�n del convento de San Francisco de M�xico, fue promovido en 1796 al obispado de Tarazona en Espa�a. El cuarto obispo franciscano fue fray Francisco Rousset de Jes�s y Rosas (1798-1814), originario de Cuba, quien muri� en Imala en diciembre de 1814.

El �ltimo obispo de Sonora durante la �poca colonial fue el religioso carmelita fray Bernardo del Esp�ritu Santo Mart�nez y Ocejo (1817-1825), espa�ol nacido en Santander que llev� al extremo su fidelidad a los reyes borbones y se opuso, con m�s ardor que doctrina, a la independencia de M�xico, como ocurri� con todos los obispos de la Nueva Espa�a. Fray Bernardo muri� en San Sebasti�n en julio de 1825.

Aunque la sede oficial del obispado era la ciudad de Arizpe, ninguno de estos obispos radic� aqu� de manera permanente. Fray Antonio de los Reyes y fray Jos� Joaqu�n Granados residieron en �lamos; fray Dami�n Mart�nez de Galinzoaga mud� la sede a la ciudad de El Rosario, y fray Francisco Rousset de Jes�s pas� a radicar a la ciudad de San Miguel de Culiac�n, donde permaneci� la sede del obispado de Sonora hasta el a�o de 1883, cuando se cre� el obispado de Sinaloa.


Índice generalAnteriorÍndice de capítuloSiguiente