En contraste con la efervescencia pol�tica que priv� desde la independencia, la era de Francisco Ca�edo fue de estabilidad, pues de los nueve periodos gubernamentales que hubo entre 1876 y 1909, siete fueron ejercidos por el general y s�lo dos (1880-1884, 1888-1892) por el ingeniero Mariano Mart�nez de Castro, su leal colaborador. Pero m�s que conformidad de los sinaloenses o indiferencia hacia la pol�tica, este hecho revela la eficiente represi�n de Ca�edo en el estado.
El primer periodo en el gobierno de Francisco Ca�edo (1877-1880) se caracteriz� por el gran n�mero de asesinatos y ejecuciones tras un simulacro de juicio, algunos por ser delincuentes, los m�s por ser desafectos al gobernador. Entre estos asesinatos sobresalieron los de dos personajes de la vida p�blica sinaloense: el periodista Jos� Cayetano Valad�s y el general Jes�s Ram�rez Terr�n.
Jos� Cayetano Valad�s era un combativo periodista mazatleco, editor de La Tar�ntula, quien en sus art�culos denunciaba las arbitrariedades de Ca�edo y la corrupci�n de su r�gimen. Valad�s fue apu�alado en las calles de Mazatl�n la noche del 27 de enero de 1879, y la indignaci�n del pueblo estall� en un mot�n de grandes proporciones. Ca�edo declar� el estado de sitio para que el ej�rcito federal restableciera el orden. Como se le acusaba abiertamente de ser el autor intelectual del homicidio, el Congreso local lo suspendi� y someti� a juicio, pero los diputados amigos y compadres del gobernador lo absolvieron y restituyeron en su puesto.
El general Jes�s Ram�rez Terr�n hab�a sido el dirigente militar de la revuelta tuxtepecana en Sinaloa y esperaba la gubernatura del estado en recompensa por sus servicios. En 1876, en las primeras elecciones despu�s del triunfo de los insurrectos, Ram�rez Terr�n no pudo participar como candidato porque ocupaba el puesto de gobernador provisional y la constituci�n del estado inhabilitaba para contender en las elecciones a quien ocupara el poder Ejecutivo, es decir, prohib�a la reelecci�n para un periodo inmediato. Ram�rez Terr�n esperaba ser el triunfador en las elecciones de 1880, pero no fue as�. Desde el a�o anterior a la sucesi�n vio que el sucesor de Ca�edo ser�a Mart�nez de Castro, aprobado por el presidente Porfirio D�az. El defraudado general logr� aglutinar a numerosos opositores a Ca�edo y se levant� en armas en Copala el 2 de noviembre de 1879. Ram�rez Terr�n era un peligroso opositor por el prestigio de que gozaba entre los militares. Como no pudo vencerlo por las armas, Ca�edo recurri� a la traici�n e hizo que fuera asesinado en El Salto, cerca de Mazatl�n, el 22 de septiembre de 1880.
En marzo de 1880 se celebraron las elecciones. Como estaba previsto, triunf� Mart�nez de Castro, y como diputados quedaron los mismos existentes, pues interesaba al gobernador dejar en el poder a los legisladores que lo hab�an absuelto del asunto de Valad�s, y que eran sus c�mplices en la defraudaci�n de las rentas p�blicas", seg�n escribi� Eustaquio Buelna.
Ca�edo tambi�n nombr� a los adeptos a su persona para que ocuparan los puestos estrat�gicos en el control de la poblaci�n, los diputados locales, los prefectos, los directores pol�ticos y los alcaldes. En aquel entonces, el estado de Sinaloa se divid�a en nueve distritos: El Fuerte, Sinaloa, Mocorito, Culiac�n, Cosal�, San Ignacio, Mazatl�n, Concordia y El Rosario, y al frente de cada uno estaba un prefecto; los distritos se divid�an en directorias a cargo de un director pol�tico, y en cada cabecera de distrito hab�a un ayuntamiento. As�, prefectos, directores y alcaldes eran de gran importancia para vigilar y reprimir a los inconformes y para controlar las elecciones, que eran indirectas. En 1880, Ca�edo hizo reformar la constituci�n para que el gobernador nombrara y removiera libremente a prefectos y directores y para que el tribunal de justicia nombrara a los alcaldes. Estos puestos eran de elecci�n popular antes de la reforma de 1880.
Con estos mecanismos de control, Ca�edo logr� la elecci�n del ingeniero Mart�nez de Castro, a quien encarg� la gubernatura mientras �l iba a M�xico para ocupar una curul en el Senado. En 1884, Mart�nez de Castro devolvi� la gubernatura a Ca�edo, y en 1888 volvi� a alternar con el general. En el a�o de 1892, Ca�edo asumi� de nuevo la gubernatura y modific� la constituci�n para suprimir el art�culo 46 que prohib�a la reelecci�n inmediata del gobernador. En adelante, ya no dejar�a el poder sino hasta su muerte.
Francisco Ca�edo naci� en el cant�n de Tepic el a�o de 1839, pero desde joven vivi� en Mazatl�n y en Culiac�n como dependiente de mostrador en varios comercios. De ah� pas� a la milicia del estado, donde su carrera militar dej� mucho que desear, pues, a decir de sus contempor�neos, la lista de servicios de Ca�edo "cab�a en media hoja tama�o carta", pero alcanz� el grado de coronel en 1876 y el de general en 1883. La habilidad de Ca�edo fue pol�tica, pero la del pol�tico sin escr�pulos que recurr�a a cualquier medio para lograr sus objetivos. Tal vez fue �sta la cualidad que Porfirio D�az m�s estimaba de Ca�edo, por lo que lo apoy� para que fuera el ejecutor de la pol�tica porfiriana en Sinaloa, como de hecho lo fue. Por su parte, Ca�edo siempre guard� lealtad a Porfirio D�az.
Otro importante aspecto de la vida pol�tica sinaloense en este periodo es el de las relaciones entre el estado y la federaci�n, o m�s bien, entre el poder estatal (Ca�edo) y el poder federal (Porfirio D�az). Este aspecto es dif�cil de estudiar porque tales relaciones se llevaron a cabo conforme a reglas no escritas, ni siquiera dichas con claridad, pero que rigieron en Sinaloa y en el resto de la Rep�blica Mexicana. En t�rminos generales, podemos decir que el gobierno federal aument� su injerencia en los asuntos del estado de manera m�s constante y m�s firme que en �pocas anteriores. Dijimos en el cap�tulo anterior que el presidente Benito Ju�rez inici� el proceso de centralizaci�n del poder pol�tico en la ciudad de M�xico, poder que se hab�a debilitado desde las reformas borb�nicas y la independencia. Los gobiernos posteriores a Ju�rez, los de Lerdo, Porfirio D�az y Manuel Gonz�lez, prosiguieron esta pol�tica.
La federaci�n se hac�a presente en Sinaloa por distintos medios, unos antiguos y otros de nueva creaci�n, que concurr�an para fortalecer el poder del gobierno federal y la ejecuci�n de sus decisiones. Una de las principales dependencias federales era la aduana de Mazatl�n, que regulaba la puerta grande del comercio sinaloense y recaudaba una considerable porci�n de los ingresos del gobierno federal. En el periodo que ahora nos ocupa, la aduana qued� libre de la presi�n de los comerciantes extranjeros y cumpli� sus funciones con menos irregularidades. Junto con la aduana, la administraci�n del puerto tambi�n qued� bajo la jurisdicci�n federal; en apoyo de ambos estaba un fuerte destacamento del ej�rcito federal, cuyo jefe era tambi�n el comandante militar del estado, con la facultad de asumir las funciones de gobernador en el caso de que se declarara el estado de sitio. As�, las entradas y salidas del comercio exterior sinaloense estaban bajo el control de la federaci�n, tanto en Mazatl�n como en Altata y en Topolobampo. Es cierto que durante el porfiriato el ej�rcito federal cumpli� sus funciones con profesionalismo y disciplina, y ya no fue la pesadilla de los gobernadores de Sinaloa ni el �rbitro de los problemas pol�ticos internos; sin embargo, este ej�rcito no sujeto al poder del estado era un recordatorio de la presencia del poder de la federaci�n. Por otra parte, el gobernador Ca�edo restringi� el tama�o y las funciones de la guardia nacional, esto es, de los ciudadanos armados e integrados en las milicias del estado; y prefiri� dar m�s importancia a la temida polic�a rural, porque era uno de los elementos de su aparato represor. Tambi�n es necesario tomar en cuenta que las modificaciones en la aduana y el ej�rcito federal repercutieron en el fortalecimiento del gobierno estatal, dieron mayor confianza a los comerciantes e inversionistas y, en general, ayudaron a consolidar la estabilidad econ�mica del estado.
El gobierno de Porfirio D�az encontr� tambi�n nuevos caminos para intervenir en el �mbito propio del poder estatal y restringir su soberan�a en los rubros de terrenos bald�os, colonizaci�n, recursos hidr�ulicos y comunicaciones, cuatro aspectos de capital importancia para la econom�a y el control pol�tico del estado que quedaron reservados al fuero federal. Fue el presidente Ju�rez, como se�alamos, quien luch� para reservar al gobierno federal la competencia legal en estos rubros, aunque careci� de medios para aplicar estos principios jur�dicos.
Los terrenos bald�os o tierras nacionales eran aquellas que, por no tener propietario legalmente reconocido, pod�an ser entregadas en propiedad privada a los particulares que las solicitaran. La colonizaci�n fue un fen�meno caracter�stico del porfiriato y consisti� en otorgar las mayores facilidades para el establecimiento de colonos extranjeros que quisieran venir a M�xico para cultivar las tierras ociosas. Ambos asuntos, el de la colonizaci�n y el de las tierras bald�as, estaban enlazados porque la concesi�n de tierras nacionales ten�a por objetivo su colonizaci�n; la ley federal que reglament� estos asuntos fue expedida el 15 de diciembre de 1883 y ampar� a las tristemente c�lebres compa��as deslindadoras que se dedicaron a crear latifundios sin cumplir el objetivo de colonizar las tierras. En 1880, Porfirio D�az consigui� del Congreso nacional la exclusividad del gobierno federal para regular los asuntos ferroviarios que, en ese tiempo, eran el medio de comunicaci�n terrestre m�s importante. Lo mismo ocurri� con el control de los tel�grafos y con la concesi�n de uso del agua de los r�os nacionales, es decir, los que desembocan en el mar.
No es dif�cil comprender el efecto que la pol�tica del gobierno federal tuvo en Sinaloa, pues afect� los puntos estrat�gicos de nuestra econom�a. Hemos se�alado que el cambio m�s profundo en el periodo ca�edista fue el inicio de la agricultura intensiva; pero tanto la concesi�n de tierras como del agua para riego fueron de jurisdicci�n federal y no estatal. La colonizaci�n que tan bien funcion� en Sinaloa, como lo veremos en el siguiente apartado, fue asimismo una concesi�n del gobierno federal. El ferrocarril que introdujo sustanciales cambios en los mercados locales tambi�n fue concesionado, trazado y operado bajo jurisdicci�n federal y no estatal, as� como los puertos de altura y sus aduanas. As�, el gobierno federal logr� introducirse en los puntos neur�lgicos de la econom�a sinaloense y, aunque no podemos afirmar que ejerciera control absoluto, s� fue un imprescindible actor en la historia de la econom�a sinaloense.
A la luz de estos comentarios podemos observar c�mo se transform� la relaci�n entre el poder federal y el poder estatal. Durante el porfiriato hubo en la ciudad de M�xico un gobierno con suficiente fuerza para poner l�mites al poder estatal, aunque no lo suplantara o lo anulara. Esta p�rdida de soberan�a indica que Sinaloa se integraba cada vez m�s a la naci�n, o, en otras palabras, que avanzaba la conformaci�n de M�xico como naci�n, pues muchas de las decisiones de gobierno deb�an tomarse en funci�n de las necesidades generales del pa�s y no de alguna de sus regiones. Asuntos como el comercio exterior, la defensa nacional, las comunicaciones, los recursos hidr�ulicos y la concesi�n de las tierras nacionales superaban el �mbito de los intereses locales, por lo que no era posible dejar su administraci�n a los gobiernos estatales, sino que era preciso que una instancia superior se ocupara de gobernarlos. Por otra parte, no podemos ignorar que el general Ca�edo acept� las nuevas condiciones y las aprovech� para obtener no pocos beneficios personales y para sus amigos.