6. TABÚ DEL PELO

Si se considera la cabeza tan sagrada que no podía tocarse sin grave pecado, obvio es decir que el corte de pelo fuese una operación difícil y delicada. Las dificultades y peligros que desde el punto de vista primitivo rodeaban la operación eran de dos clases: la primera era el peligro de inquietar al espíritu de la cabeza, que podía dañarse en el acto del corte y vengarse de la persona que le molestaba, y la segunda era la dificultad de disponer de los mechones esquilados. Porque el salvaje cree que la conexión simpatética que existe entre él y cada una de las partes de su cuerpo continúa existiendo después de romperse la conexión física y, por consiguiente, él sufrirá cualquier daño que pueda sobrevenir a las partes separadas de su cuerpo, como los recortes de uñas y pelo. De acuerdo con esto, toma precauciones para que estas partes separadas de sí mismo no sean abandonadas en sitios donde queden expuestas a un daño accidental o a caer en manos de personas malvadas que hagan hechicería con ellas para perjudicarle o matarle. Tales peligros son comunes a todos, pero las personas sagradas, sobre todo, tienen que temerlos más que el vulgo, así que las precauciones que tomen serán proporcionalmente más severas. El camino más sencillo para evitar los peligros del corte del pelo es no cortarlo; éste es el expediente a que se acogen cuando piensan que el riesgo es máximo respecto al usual. A los reyes francos no se les permitía cortarse el pelo; desde su niñez tenían que atenerse a esta regla y rapar los largos rizos que les caían por la espalda hubiera sido tanto como renunciar a sus derechos al trono.6 Cuando los malvados hermanos Clotario y Childiberto codiciaron el reino de su fallecido hermano Clodomiro, se apoderaron con engaños de los dos sobrinitos, los dos hijos de Clodomiro, y enviaron a París un mensajero a la abuela de los niños, la reina Clotilde, portador de unas tijeras y de una espada desenvainada. El enviado mostró las tijeras y la espada a Clotilde, rogándole escogiera si las criaturas debían ser rapadas para vivir, o morir con sus melenas. La orgullosa reina Clotilde7 replicó que si sus nietos no habían de alcanzar el trono, los prefería mejor muertos que tonsurados. Así, ellos fueron asesinados por la propia mano de su despiadado tío Clotario. El rey de Ponapé, una de las islas Carolinas, tenía que llevar el pelo largo, como también sus dignatarios. Entre los negros de la tribu Hos del occidente africano "hay sacerdotes en cuyas cabezas no pueden entrar tijeras mientras vivan. El dios que habita en el hombre prohíbe el corte; de su pelo bajo pena de muerte. Si el pelo es ya demasiado largo, el dueño debe rogar a su dios que le permitiera siquiera recortarle las puntas. El pelo es de hecho concebido como asiento y alojamiento de su dios; si se cortase, perdería su morada en el sacerdote". Los miembros de un clan de los massai, de los que se dice que poseen el arte de hacer llover, no pueden raparse las barbas porque se supone que la pérdida de ellas podría acarrear la pérdida de sus poderes de "hacer llover". El jefe supremo y los hechiceros massai observan la misma regla por una razón semejante: piensan que si se cortasen la barba, sus dones sobrenaturales desertarían de ellos.

Además, algunos hombres que han hecho voto de venganza mantienen, en ocasiones, su pelo sin cortar hasta haber cumplido su voto. Así, de los indígenas de las islas Marquesas sabemos que "ocasionalmente tienen su cabeza completamente afeitada, salvo un mechón en la coronilla que llevan colgando o lo hacen un nudo. Pero este último modo de llevar el pelo lo adoptan solamente cuando han hecho un voto solemne, tal como la venganza por la muerte de algún pariente cercano, etc. En tales casos, el mechón no se corta nunca mientras no se haya. cumplido la promesa". Parecida costumbre tenían los antiguos germanos; entre los chati, los guerreros jóvenes nunca se rapaban el pelo o barbas hasta haber matado un enemigo. Entre los toradjas, cuando cortan el pelo a una criatura para librarla de parásitos, dejan algunos mechones en la coronilla como refugio de una de las almas del niño; de otro modo, el alma no tendría lugar donde alojarse y el niño enfermaría. Los karo-batakos temen ahuyentar el alma del niño; por eso cuando le cortan el pelo dejan siempre un trozo sin cortar, adonde el alma pueda retirarse ante las tijeras. Usualmente este mechón permanece sin cortar toda la vida o por lo menos hasta que llega a adulto.

6 A los reyes godos de España les sucedía lo mismo; Wamba fue depuesto del trono y encerrado en un convento, porque Ervigio, su sucesor, le cortó el pelo mientras dormía.

7 Santa Clotilde, esposa de Clodoveo, primer rey cristiano franco, cuya fiesta se conmemora el 5 de junio.