No se haga de rogar en las cortes�as. Si le elogian, acepte sin protesta el elogio. Se ha dicho que protestar del elogio es deseo de ser dos veces loados; porque ante nuestra protesta, ante nuestra frases de modestia, el que elogia insiste en sus loanzas.
El pol�tico habr� de trafagar y andar mucho; asistir� a banquetes y comidas, concurrir� a recepciones, se hospedar� cuando salga a provincias en casas de sus amigos y admiradores. Acepte siempre sin porf�as las distinciones que se le otorguen. Son muy desagradables esas luchas de cortes�a que se entablan a veces entre el que otorga la distinci�n y el que la recibe. Haya un poco de sencillez en este cambio y recambio de cortes�a. Se cuenta que, siendo el conde de Espa�a en Roma, fue convidado un d�a a comer por el duque de Florencia; llegaron el conde, el duque y los dem�s invitados a la c�mara que serv�a de comedor; en ella hab�a un sitio m�s elevado y honor�fico que los dem�s; el duque, que era el anfitr�on, indic� al conde de Tendilla que ocupase este sitio; neg�se el conde a ello, y manifest� que quien deb�a ocupar el sitio de honor era el duque; insisti� el duque en su cortes�a, porfi� otra vez el conde, y entonces el duque de Florencia, entre sonriente y amoscado, se volvi� hacia el maestresala y le dijo: "Corre, di que le traigan al conde las llaves de la casa, porque quiere mandar en ella m�s que yo".
Aceptar los elogios sin regatos, conformarse con las condiciones sin protestas, es muestra de �nimos que no piden ni rehusan nada, que no dan un valor excesivo a lo que no lo tiene, y que dejan que la vida se deslice sin alborotos ni gritos, tranquilamente, con dulzura, con suavidad.