XVIII. GRACÍAN Y LA VULPEJA

Sobre Baltasar Graci�n habr�a mucho que hablar; no hay en nuestra literatura un psic�logo m�s completo y agudo.

Baltasar Graci�n, en su libro El critic�n —primera parte, crisis VII—, finge que los dos principales personajes del libro llegan a una gran plaza; en ella un prestidigitador est� haciendo notables juegos. Se trata de "un elocuent�simo embustero". charla f�cil y seductoramente; la multitud le escucha atenta. El taumaturgo hace que algunos papanatas abran la boca y les asegura que en ellas va a echarles confituras; ellos las abren y el embustero les pone en ellas "cosas asqueros�simas", "inmundicias horribles"; la concurrencia alborota y r�e a carcajadas. El mismo prestidigitador traga huesos pelotones de algod�n y luego arroja espeso humo y llamaradas; otras veces engulle papel y devuelve cintas de seda de brillantes colores.

Uno de los personajes del libro, Andrenio, gusta mucho de los juegos de este prest�mano, y comienza a alabarlo. El otro personaje, Critilo, le reprende y le dice:"� Qui�n piensas t� que es este valiente embustero? �ste es un falso pol�tico, llamado Maquiavelo, que quiere dar a beber sus falsos aforismos a los ignorantes. �No ves c�mo ellos se los tragan, pareci�ndoles muy plausibles y verdaderos? Y, bien examinados, no son otra cosa que una confitada inmundicia de vicios y pecados; razones, no de Estado, sino de establo; parece que tiene candidez en sus labios, pureza en su lengua, y arroja fuego infernal que abrasa las costumbres y quema las rep�blicas".

El personaje de Graci�n sigue en sus acres reprobaciones. No le seguiremos m�s; basta con lo copiado. Ahora, si abrimos los libros de Graci�n y los leemos atentamente, veremos que la vulpeja aparece debajo de la piel del can ense�ando su hocico y su larga cola. �De qui�n es el aforismo de que "cuando no pueda uno vestirse la piel del le�n, v�stase la de la vulpeja"? �Qui�n ha dictado la recomendaci�n de que se debe conocer a los dichosos para arrimarse a ellos, "para la elecci�n", y que se debe tambi�n conocer a los desdichados para huir de sus personas, "para la fuga"? �Qu� pluma ha escrito la advertencia de que es preciso "saber declinar a otros los males", es decir, darse ma�a e industria para hacer que recaiga en terceras personas "la censura de los desaciertos y el castigo com�n de la murmuraci�n"que nosotros con nuestros actos hemos merecido? �Qu� mano ha trazado el apotegma de que "no es regla de conservarse querer darse a s� un pesar de toda la vida, por dar placer una vez a otro, aunque sea el m�s propio; nunca se ha de pecar contra la dicha propia por complacer al que aconseja y se queda fuera; y en todo acontecimiento, siempre que se encontraren el hacer placer a otro con el hacerse a s� pesar, es lecci�n de conveniencia que vale m�s que el otro se disguste ahora, que t� no despu�s y sin remedio"? En conclusi�n, � no es de Baltasar Graci�n la siguiente breve norma de vida, no exorable y piadosa, en que se compendia todas su psicolog�a del mundo y de la pol�tica: "Nunca por la compasi�n del infeliz se ha de incurrir en la desgracia del afortunado. Es desventura para unos lo que suelen ser ventura para otros; que no fuera un dichoso si no fuera muchos otros desdichados; es propio de infelices conseguir la gracia de las gentes, que quiere recompensar �sta con su favor in�til los disfavores de la fortuna, y vi�se tal vez que el que en la prosperidad fue aborrecido de todos, en la adversidad compadecido de todos, troc�se la venganza de ensalzado encompasi�n del ca�do. Por el sagaz atienda al barajar la suerte. Hay algunos que nunca van sino con los desdichados, y ladean hoy por infeliz al que huyeron ayer por afortunado; arguye tal vez nobleza del natural, pero no sagacidad"?

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