XXX. LIBROS QUE HA DE LEER

No sean muchas ni muy agobiadoras las lecturas; lea pocos libros. Si ha sido buen lector en su mocedad, ya tendr� cierta experiencia que le permitir� conocer lo que ha de leer y apartar de su camino el f�rrago de lo malo; si no sucediera tal cosa, cualquier hombre inteligente, conocedor, de entre sus parciales, puede indicarle en una breve nota los libros que durante el a�o pudiere leer.

No se d� mucho a estos librotes profusos, presuntuosos y mazorrales que ahora se estilan; aunque las especulaciones humanas tomen nuevos y b�rbaros hombres, bien se puede asegurar que en el conocimiento del hombre se ha adelantado muy poco desde los tiempos en que filosofaron los antiguos. Prefiera a todos los libros los de biograf�as, memorias, confesiones y casos ver�dicos; que los trances en que se han visto otros hombres le ense�en a �l; de la manera como otros pol�ticos se desenvolvieron en situaciones apretadas, �l puede sacar ense�anza. As�, leyendo y releyendo estas confesiones y confidencias podr� ayudarse para conocer a los hombres. Y digo que esto ha de ser una ayuda porque el trabajo principal donde ha de hacerlo el pol�tico es en la realidad, porque la cantera principal de su cultura ha de ser la vida. Se tiene ahora una idea muy errada de la cultura; se la confunde con la erudici�n literaria. Un hombre que haya le�do muy poco puede ser un esp�ritu cult�simo; otro que se haya pasado la vida sobre los libros puede ser de un trato empalagoso y grosero. Lo que debemos saber es apreciar el matiz de las cosas, las relaciones sutiles que las unen; lo que debemos aprender es a diferenciar los aspectos humanos, distinguir tiempos y lugares, estimar cu�ndo una cosa est� en saz�n y cu�ndo es inoportuna e ineficaz. Y toda esta sutil sabidur�a, toda esta delicada ponderaci�n espiritual, m�s se aprende en la vida —con sus encontronazos amargos— que en los libros.

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