XXXVIII. DEL DISCURSO Y SU PREPARACIÓN

Confiar en la memoria, hacer un establecimiento anticipado de frases y periodos, es exponerse a fracasar. Huya de tal riesgo el pol�tico; prefiera la "ingenuidad efusiva", que resulta de la espontaneidad de las ideas, al "atildamiento melindroso", que es producto de la ordenaci�n previa. Consejo es �ste del m�s elegante, puro y cl�sico de los oradores modernos: don Antonio Maura. "Una correci�n indefectible —dice el mismo—, cuando no sea prerrogativa excelsa de inveterada maestr�a, desacreditada la espontaneidad y pone veladuras enfadosas a la sinceridad, entibiando los �nimos."

La mejor preparaci�n del discurso es conocer bien la materia de que se va tratar. Est�diela perfectamente el orador; d�le mil vueltas; emp�pese de ella. En el momento cr�tico, la misma copia y espontaneidad de las ideas ir� formando la ilaci�n. Suceder� no pocas veces que tenga que hablar en momento solemne, transcedental, que haya de despejar con su palabra una situaci�n cr�tica. No se preocupe ni atormente con temores y cavilaciones. Abandone su estudio y salga unas horas al campo; tonif�quese; distraigase en un deporte; deje que en los entresijos de la conciencia se elabore lo que ha de salir luego. En el trance temido, �l estar� despu�s tan jovial y animoso como en un jugueteo o esparcimiento.

�Como ha de ser el discurso? �Qu� circunstancias y calidades han de concurrir en la oraci�n? Se ha clamado y se clama mucho contra la ret�rica. Pero �podr�a hablarse bellamente sin la ret�rica? No; lo que se quiere protestar con esto es contra las met�foras viejas, contra lo superfluo, contra la profusi�n, contra el f�rrago in�til. Las figuras ret�ricas son necesarias en el lenguaje; exquisito regalo es el que har�a un orador a sus oyentes si les donara un sartal de met�foras nuevas y bellas.

Se dice tambi�n que el orador ha de ser breve. Dicho as�, esto no significa nada. Lo que ha de ser es preciso y concreto, Se puede ser largo y ser preciso; se puede ser breve y ser difuso. Si a un poeta o a un novelista les dij�ramos que fueran breves en su poema o en su novela, se nos quedar�an mirando sin comprender. La brevedad o la latitud depende del misma materia. Hay una medida en las cosas que es la que el artista debe encontrar. Y esto no se puede aprender: es obra del instinto, de la inspiraci�n, de esa misteriosa ponderaci�n espiritual que engendra la armon�a.

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