XLV. NO DUDAR DE SÍ

Los hombres que est�n constantemente en p�blico necesitan vigilar mucho sobre s�. Los miran muchos ojos; se comentan sus menores gestos y ademanes; se conjeturan por lo m�s peque�o detalles estados de esp�ritu que acaso no existe. La vida de un pol�tico eminente es una vida en cierto modo dram�tica: el p�blico la presencia profundamente interesado. Lo que interesa al p�blico en cada momento es la probabilidad de triunfo o de fracaso. "�Saldr� con bien de esta empresa este hombre? —se preguntan los espectadores—. �Ser� para �l un tremendo fracaso?"

Medite bien el pol�tico la empresa, mejora o reforma que va a cometer; reflexione sobre ello; consulte a personas entendidas en la materia; pida tambi�n la opini�n —quiz� la m�s valiosa— de aquellas otras personas que, sin estar versadas en la materia, sin ser eruditas y cultas, tienen experiencia del mundo, se mezclan a las gentes y poseen despejo y dones naturales. Cuando el pol�tico haya reflexionado sobre la reforma que prepara, cuando se est� de acuerdo en que es oportuna y beneficiosa, entonces �chela al mundo y h�gala prosperar con todas sus fuerzas. El tes�n debe ser una de las primeras cualidades del pol�tico. No abandone nunca la obra que comenz� cerciorado de su pertinencia y utilidad. Trabaje con ah�nco por ella; cons�grale todo su tiempo y toda su energ�a: Si sus esfuerzos no logran �xito lisonjero, tiempo vendr� en que ser� reconocida su buena voluntad y en que todas las miradas se volver�n a �l en demanda de sus iniciativas.

Sea esto dicho en lo que respecta a las obras importantes del Gobierno. Hay tambi�n en la vida diaria del pol�tico muchos hechos peque�os, sin mucha trascendencia, en los que es preciso reparar tambi�n. Lo que el pol�tico debe procurar ante todo es que los espectadores no vean que �l duda de s�. La indecisi�n, la perplejidad, no se deben ofrecer al p�blico; un p�blico que tiene confianza en un hombre, que le est� observando, que le ve c�mo se lanza a hacer una cosa y que contempla c�mo este hombre a mitad de su camino se detiene, mira a todos lados y duda; un p�blico que ve esto, duda tambi�n del hombre a quien contempla. Si el pol�tico duda de s� �c�mo no han de dudar los que le miran?

No haya estas perplejidas e indecesiones en el �nimo del pol�tico; si las tuviera, sean para �l solo; que los espectadores no las advierten. Ante los espectadores, ante el p�blico, ante la muchedumbre, un pol�tico debe ser un hombre entero, due�o absoluto de s�, con una idea directriz, con una fuerza que va a su finalidad y sabe vencer todos los obst�culos.

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